ESPECTáCULOS › “LAS POLACAS”, UNA OBRA SOBRE LA “IMPORTACION” DE PROSTITUTAS

“Para muchas, era un oficio más”

Laura Yusem, Clara Pando y Elvira Onetto unieron esfuerzos para una pieza que es en realidad tres, con los matices de un fenómeno habitual en la Argentina de los años ‘30: el engaño centrado en jóvenes europeas desesperadas.

 Por Hilda Cabrera

Las polacas es el nombre elegido por las directoras Laura Yusem, Clara Pando y Elvira Onetto para presentar tres obras de poco más de una hora cada una sobre aspectos de la trata de blancas, negocio explotado en la Argentina, entre otras organizaciones, por las que desde comienzos del siglo XX –y durante tres décadas– “importaron” mujeres del centro y este europeo, muchachas que en algunos casos fueron traídas con promesas de casamiento. La ceremonia solía montarse en una sinagoga instalada en Almagro para consumar el engaño. Pero lo que les aguardaba a esas inmigrantes no era una vida en familia sino la prostitución.
Entre las organizaciones más prósperas de la época se encontraba la “Varsovia”, dedicada a captar básicamente judías polacas, rumanas y rusas. En Buenos Aires funcionó desde 1906 bajo el rótulo de Sociedad Israelita de Socorros Mutuos, y contó con personería jurídica. Años después cambió su nombre por el de Zwi Migdal. Las pupilas, en su mayoría polacas, sumaban por esos años unas tres mil. La organización contaba con rufianes que se encargaban de seducir a las doncellas o comprarlas a sus padres en las pobres aldeas europeas de entonces. Las muchachas seguían al macró o caften judío, quizá disfrazado de pretendiente.
Sobre esta situación, denunciada por la prostituta Raquel Liberman en 1929, la escritora rosarina Patricia Suárez –autora de la novela Aparte del principio de la realidad (1998), los cuentos Rata paseandera (1998), La italiana y Completamente solo (los dos de 2000), La flor incandescente (2002), el poemario Fluido Manchester (2000) y los cuentos para niños Historia de Pollito Belleza (1999)–. creó las tres historias que se conocerán escenificadas mañana a partir de las 19 en el teatro-taller Patio de Actores, Lerma 568 (4772-9732). En la entrevista con Página/12, las directoras adelantan que el espectador queda en libertad para ver uno, dos o bien los tres montajes en un mismo día. Lo que difiere es el valor de la entrada: de cinco pesos por cada obra y de diez si la opción es quedarse y apreciar las tres al hilo. Como esto implica permanecer unas cuatro horas en el teatro, se ofrecerá al público un refrigerio en los intervalos. La primera de estas obras, La Varsovia, retrata a dos jóvenes polacas, una de ellas engañada (la judía Rachela), en su viaje de Polonia a Buenos Aires. La pieza siguiente, denominada Historias tártaras, se desarrolla durante un viaje en tren, y sus personajes son un judío polaco residente en la Argentina que retorna a su pueblo para buscar esposa, un anarquista y un aristócrata que lleva consigo a sus hijos. Por último, La señora Golde muestra a una casamentera polaca que le señala al rufián que visita la aldea las muchachas que le conviene llevarse a América.
El terreno para la trata de blancas en Argentina era por entonces propicio. Desde 1891 se había producido una importante oleada de inmigrantes judíos, y la Argentina se contaba entre las naciones más prósperas. La Sociedad de Socorros Mutuos Zwi Migdal estaba reglamentada y no era, en opinión de algunos investigadores, parte de una organización mundial de tratantes de blancas, sino un desprendimiento de la misma colectividad judía local. En opinión de Onetto –también actriz, pero no en este montaje (actuó, entre otras obras, en Rojos globos rojos y Poroto, las dos de Eduardo Pavlovsky, y dirige actualmente Marta y Marta, en cartel en El Excéntrico de la 18ª)– esa gente no creía estar ofreciendo un mal destino. Daban un trabajo que en el imaginario de la época podía parecer mejor que el de la explotada obrera de cualquier fábrica. Sin embargo, las muchachas, de entre 16 y 22 años, no tenían tregua: debían atender hasta cincuenta clientes por día.
“Esas chicas no fueron totalmente engañadas. Es probable que si algo sospechaban no les pareciera peor que morir de hambre en sus aldeas, o ser violadas y asesinadas en los pogroms”, apunta Yusem, actriz y directora deimportante trayectoria, de quien se vieron últimamente las puestas de Es necesario entender un poco, de Griselda Gambaro; Rápido nocturno, aire de foxtrot, de Mauricio Kartun; Prometeo olvidado (con dramaturgia propia y de Eugenio Soto) y La boca lastimada, de Eugenio Griffero. “Además, la Argentina era pintada como una maravilla”, señala Pando. Para esas jóvenes, éste era un país rico, donde podían encontrar una manera de sobrevivir”, dice la puestista de Ave del Paraíso, La partida de caza e Instrucciones para el manejo de las marionetas, entre otras piezas. En dos de las tres obras las historias se desarrollan en el transcurso de un viaje. Una manera de aludir a la emigración. Se menciona incluso como destino a Rosario, “porque es la ciudad de la autora, y donde funcionaron casi tantos prostíbulos como en Buenos Aires”, observa Yusem.
–¿Por qué creen que la comunidad judía se negaba a admitir la existencia de la Zwi Migdal?
Onetto: –Gran parte de la comunidad la combatió, sobre todo después que se supo lo que estaba ocurriendo por las denuncias de Raquel Liberman, hechas en 1929. Ella pudo escapar de eso. Ejercía en un prostíbulo de Valentín Alsina.
Yusem: –Nuestra intención en esta trilogía no es juzgar ni condenar. La prostitución era realmente un oficio para muchas mujeres. Estaba reglamentada y protegida por políticos y policías. Había una connivencia total. Existía la sífilis, y ése era el único problema para los dueños de los prostíbulos, que además estaban obligados a que se les practicara periódicamente un examen médico a las pupilas, y solamente a ellas. No se pensaba que los hombres eran transmisores.
Onetto: –Como siempre, las mujeres son las que ponen el cuerpo, y ahora desgraciadamente también los chicos, a los que hoy se prostituye.
Pando: –Leímos mucho material antes de ponernos a trabajar en Las polacas, que tiene algunos personajes enigmáticos, como el anarquista de Historias tártaras, que dirijo. Creo que de las tres, ésa es la obra más misteriosa. Los personajes nunca terminan de decir lo que piensan o desean.
Yusem: –Uno de los pocos autores que trató estos temas fue Roberto Arlt, sobre los inmigrantes judíos en sus crónicas de Aguafuertes porteñas, por ejemplo, y sobre la relación entre prostitución y anarquismo en sus novelas.
Onetto: –Es que el anarquista necesitaba a veces permanecer en la clandestinidad, y el prostíbulo podía ser un lugar confiable, aun cuando fuera la casa de muchos políticos influyentes y de la policía.
–¿Intentaron un cruce de obras?
Yusem: –No. Por eso el resultado es diferente en cada puesta, aunque en las tres está presente el tema de la emigración y quizá por eso tengan un matiz melancólico.
Onetto: –Es que las separaciones de esas jóvenes eran para toda la vida. Las muchachas sabían que de ahí en adelante tendrían que arreglárselas solas.
Pando: –Las polacas es una gran jugada nuestra. Los actores son casi todos del taller de Laura. Contamos con un mismo escenógrafo y músico para las tres puestas. Hemos hecho todo en cooperativa y lo que sucede en el teatro está a la vista del público. En los intervalos, los actores, sin quitarse el vestuario de sus personajes, convidan a cada espectador con knisches, un plato típico. Nuestra propuesta quiere ser completa. Nuestro slogan es “tres por diez pesos”.

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Las directoras ofrecen tres obras de algo más de una hora cada una.
 
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