ESPECTáCULOS › “LA TRAVIATA” DE VERDI EN EL LUNA PARK

“Historia de amor y muerte”

Una de las óperas más populares se estrena con puesta de Suárez Marzal, que ve en ella “las leyes de la acción cinematográfica”.

 Por Diego Fischerman

En la época de Verdi, cuentan, la gente cantaba y silbaba por las calles las arias de sus óperas. Sin ir tan lejos, más de un descendiente de italianos radicados en Argentina debe recordar a su padre o su abuelo sintonizando Radio Municipal para escuchar las transmisiones en directo desde el Teatro Colón. Y, desde ya, las inauguraciones de los anteriores mundiales de fútbol, con tenores cantando a trío, van en la misma dirección. Más allá de las galas que suelen verse en la platea durante las funciones de estreno en el Colón, la ópera es un género popular. O, por lo menos, lo son algunos títulos. Por eso no resulta extraño que una empresa privada haya encarado la aventura de programar La Traviata de Verdi en el Luna Park.
Si bien es cierto que ese legendario ex estadio no tiene mucha más capacidad que el Colón y que los precios de las localidades no necesariamente son menores a los de ese teatro –sobre todo si se piensa en las funciones a 2 pesos que la actual gestión cultural ha vuelto habituales– el valor simbólico de una y otra sala es claramente distinto. Podrá pensarse que no tiene mucho sentido escuchar mal a Memphis La Blusera en el Colón y a una ópera en el Luna Park. Podrá decirse que la popularidad de unos y el elitismo de los otros es más aparente que profundo. Pero, de todas maneras, la posibilidad de pensar una ópera como si fuera una comedia musical (y de hecho La Traviata es mucho mejor que cualquiera de las draculescas producciones con las que se florea el género) resulta más que interesante, sobre todo si, como en este caso, contará con un elenco de buenos cantantes que incluye a Víctor Torres, Gustavo López Manzitti, Luis Gaeta, Patricia Gutiérrez y Kalinka Damiani. La última de las óperas del llamado período popular de Verdi sube a escena en una puesta de Daniel Suárez Marzal, con dirección musical de Mario De Rose y escenografía de Milan David. Con funciones, además de la de ayer a la noche, hoy, mañana y los próximos viernes 14, sábado 15 y domingo 16, el hecho de trabajar en un escenario no habitual, según su régisseur, no significó una dificultad particular. “Cada escenario tiene sus problemas y yo soy una persona bastante acostumbrada a las sorpresas. De todas maneras, y más allá de las dimensiones, éste es un escenario tradicional, a la italiana. Por ahí resulta más interesante pensar en cuestiones más generales; en planteos estéticos y en cómo aprovechar esas características especiales que ofrece cada lugar.”
Suárez Marzal, que también dirige el Teatro Argentino de La Plata, pensó el trabajo actoral “como si se tratara de un espacio chico y casi íntimo”. La razón, explica, es que “quise que hubiera un trabajo sutil, detallado; si bien la distancia del público es muy grande creo que aunque no se perciban esos pequeños detalles sí se nota un clima determinado por esas acciones. Y además hay una pantalla gigante, a la manera de la que hay en los recitales de rock, que permitirá seguir algunos de esos detalles”. Lo novedoso es que esas pantallas muestran lo que se va filmando, en tiempo real, pero los camarógrafos tienen pautas que admiten un cierto grado de aleatoriedad. “Me apasiona la relación del Verdi con el cine. Sobre todo esa libertad casi shakespeariana para manejarse con el tiempo y el espacio. Allí hay una idea de montaje. Una escena comienza en una fiesta y luego se concentra en un dúo como si la fiesta hubiera desaparecido y luego la fiesta vuelve. Todo el tiempo la narración está construida con un sistema de alternancia entre zooms y planos generales. Esto concentra la idea que vengo trabajando desde hace tiempo con respecto a estos autores. El nudo de la puesta está más en estas cuestiones que en el hecho de que el lugar sea el Luna Park, más allá de que aproveche las posibilidades que me da esta sala en cuanto a tener esta cámara subjetiva que va registrando el escenario mientras transcurre la ópera y va mostrando ángulos y miradas diferentes. Si bien cuando se trata de una obra tan característica del repertorio como La Traviata el peligro está en las comparaciones y en la fijación en un modelo como el único posible, el gran atractivo es el poderde este título para mostrar el amor y la muerte como las dos caras de una misma moneda”.

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