ESPECTáCULOS › KEVIN JOHANSEN INAUGURA HOY EL CICLO DE PAGINA/12 LOS VIERNES MUSICA

“Aquí la gente está ávida de cultura”

El mùsico, que volvió el año pasado de un largo exilio con el sorprendente “The Nada”, está terminando el sucesor, “Sur o no sur”. Aquí cuenta por qué no se arrepiente de haber vuelto, qué es ser “independiente a la fuerza”, y cómo lleva su parecido con el Piojo López.

 Por Eduardo Fabregat

Es imposible no caer en el tema. Cuando la entrevista ya es charla informal y el fotógrafo le está tirando tomas, Kevin Johansen se ríe y confiesa: “En algunos shows le dije al público ‘ustedes tienen el arco acá, aplaudan’”. La imagen ilustra estas páginas, y lo dice todo: Johansen parece el otro yo del Piojo López. “En un momento, antes del Mundial, tenía la idea de hacer un video en la cancha de Racing, él tocando la viola y yo haciendo jueguito...”, cuenta, y se ríe de nuevo, y dice que no, que todavía no lo persiguió ningún fan desencantado de la Selección. Vaya uno a saber cómo es Kevin con la redonda, pero con la guitarra no le va mal: The nada, el disco con el que volvió a la Argentina tras un largo exilio, fue una de las mejores sorpresas de 2001. Por lo escuchado, Sur o no sur, que está mezclando en el estudio de León Gieco, amenaza continuar ese buen camino multiestilístico.
Ya es más o menos sabido que Johansen es estadounidense, hijo de una argentina de militancia latinoamericanista y un texano objetor de conciencia, que vivió cinco años en Alaska y diez en New York, que integró Instrucción Cívica con gente como Fernando Samalea y Axel Krygier y con ellos le dio forma al hit “Obediencia debida”, tocó con Sumo en el sur argentino y se bancó como pudo el aquelarre de botellazos de La Falda 1987. Pero Johansen mira hacia adelante, no se arrepiente de vivir en este país en llamas y se entusiasma con las nuevas canciones. Canciones que los lectores de Página/12 podrán apreciar esta noche, cuando Kevin y su banda se presenten en el auditorio de la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines (Belgrano 1732), a las 20.30 y con entrada libre. “Un show que cae justo, porque me estoy yendo a tocar un mes a España y es la despedida ideal, The Nada y Sur o no sur, un show dos por uno”, detalla.
–¿No se arrepiente de haber vuelto? ¿No parece hoy Alaska un lugar menos inhóspito que éste?
–Por ahí me agarra... pero no, en lo artístico estoy muy contento de haber vuelto. Más allá de que el país es una lágrima para todos, yo quedé muy sorprendido por cómo se dieron las cosas. Me imaginaba un ideal de una base acá y otra en New York, y el dinero no me lo permitió. Allá veía que existía la posibilidad de generar proyectos desde acá. Y eso aún existe, aunque siempre está todo mal... “nunca estuvimos peor” es el mantra. Pero veía que venían los De La Guarda, músicos, cosas que se generaban desde Buenos Aires. Quizá lo único piola de la globalización es eso, generar un proyecto y mostrarlo al mundo, mandarlo vía mail y por ahí ligar un festival. Pero también me alegro de no haber vivido lo de las Torres Gemelas. Yo vivía a 25 cuadras...
–En “Living in a story” hay una frase premonitoria: “Estoy mirando a las torres gemelas sacudiendo una nube de moléculas y polución”.
–Muy fuerte. Llegué a estar muy estresado allá, y no me quiero imaginar viviendo eso.
–Por su historial, en su caso los destierros son ambiguos. ¿Cómo es la lectura de Sur o no sur?
–Es un poco reírme de mí mismo, una connotación personal, y a la vez toca a mucha gente, porque todos los argentinos, los latinos, se plantean “qué cazzo hago, sur o no sur”. Incluso los que viven en Estados Unidos. A muchos amigos entrañables de allá les moví el piso. Muchos eran exiliados con mucho toco con la Argentina, eran “nunca más” a pesar de tener familia acá. Y dos o tres de ellos, desde que volví, me confesaron “Che, a mí a veces me da una cosa...”. Y por ahí les fue bien económicamente.
–No pasa por ahí.
–Acá lo que te da una cosa no te lo da la otra, y es un dilema profundo. Acá hay una cultura impresionante, no es verso. Todo país tiene eso de que superficialmente todo te parece una mierda. Hay muchos clones, pero si hurgás un poco encontrás riqueza. Acá pasa lo mismo.
–Así como hay cultura, sigue habiendo gente ávida de cultura.
–La gente está ávida de sorprenderse, de reírse, de alivianarse, de sentirse viva. Es un momento muy jodido para el artista. Yo me considero juguetón en ese sentido compositivo, pongo humor pero con un trasfondo en el que transmito algo. En un momento así me pregunto hasta qué punto entretengo y hasta qué punto mando un tema como “Sur o no sur” que es bien actual. Me da cosa, que quede como que me aprovecho, que caigo en la demagogia. Y sé que no, que no soy así. Lo único que me cuestiono es la “coherencia”. Cuando veía ese afiche de Víctor Heredia y sus “35 años de coherencia”, decía “pobre, tener que cargar con eso”. Yo cuestiono esa cosa unidimensional del estado de ánimo, de tener que estar de una manera determinada, excesivamente alegre o depresiva. A mí me encanta hacer un tema como “Ni idea”, de desamor, y otro como “El círculo”, todo bien.
–Instrucción Cívica fue acusado de “invento”. ¿Qué impresión le produce hoy ver inventos abiertamente declarados como Bandana?
–Aquello fue porque teníamos un productor trucho que había inventado a Viuda e Hijas y dijo que éramos un invento suyo, y caímos en la rodada. Tuvo la enseñanza de haber aprendido lo malo y lo bueno del business a una edad muy temprana. Lo de Bandana... lo veo en mi hija, y ahí relativizás todo, bailan, cantan... qué sé yo. Es lamentable que sea un clonaje, y el lavado cultural, pero eso se dio siempre. Yo soy un artista independiente a la fuerza, por golpear puertas y rebotar, no encajar en ningún rubro comercial. Lo que me incentivó fue que encontré un público que entendía que no era un invento, que había algo. Eso plantó la semilla de querer continuar. La composición es como el fútbol, siempre te da revancha. Y componer una canción es siempre una posibilidad nueva. Enganchar con la gente, el timing de una canción, que para mí es como el timing con una mujer, ese desafío de cuándo te tenés que tirar el lance.
–¿Lo sorprendió que “Guacamole” se convirtiera en un tema tan radiable?
–”Guacamole”, como “Sur o no sur”, te hace el ole permanentemente. Es de esos de “acá va a venir el estribillo”, y no, va un puente rarísimo de mexicanos borrachos, y después viene el estribillo cuando pensás que va a venir el puente. La estructura es tan extraña que tardé tiempo en aprendérmelo, porque yo me quiero sorprender conmigo mismo. Es eso de divertirse y entretenerse uno para poder conectar con el otro. Por lo demás, no me importa qué género sea. En eso soy un desgenerado.

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“Ustedes tienen el arco acá, aplaudan...”, dice a veces Johansen para torear a su público.
 
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