ESPECTáCULOS › EL VIAJE DE “EL TREN BLANCO” LLEGO A LA BERLINALE

Las vías del subdesarrollo

 Por Mariano Blejman

Los pasajeros del Tren Blanco salen a las 18 de José León Suárez y vuelven a las 23.30 con los restos de la ciudad. Los realizadores Nahuel García, Sheila Pérez Giménez y Ramiro García lograron capturar esa travesía en el Tren Blanco en el 2001, cuando todo estaba por estallar. Tres años después (tras un largo recorrido), El Tren Blanco llegó a Alemania y desde ayer es exhibida en el Foro del Nuevo Cine dentro de la Selección Oficial del 54º Festival de Berlín. La idea fue propuesta por la empresa ferroviaria de un ramal del norte para juntar a los cartoneros que subían al servicio común, cuando la cantidad de carros aumentó de forma considerable y los pasajeros “comunes” comenzaron a quejarse. Pero no es, como algunos creen, gratuito: cuesta $ 10,50 por quincena y los pasajeros no pueden usar los baños.
En el audiovisual, los cartoneros fueron enfrentados a una cámara para que definan “qué es ser pobres”: algunos opinan que es como estar “todos apretados”, o es “una cosa que sofoca”. Otros piensan que el cartoneo es “mejor que salir a robar”, o dicen que ser pobres es tener que pedirle fiado al panadero hasta mañana y salir a cirujear por cinco pesos para pagar lo que ayer ya se gastó y de vuelta uno se queda sin nada. Algunos pibes lo niegan: “No somos pobres, sólo estamos un poco cortos de plata”. Los tres directores contaron a Página/12 la relación de los cartoneros con la cámara. “Primero fuimos a conocer a la gente. Mucho después aparecimos con la cámara. Algunos no querían, supongo que por pudor, pero con el tiempo pidieron participar”, cuenta Nahuel García. Los realizadores saben que el fenómeno cartonero no se explica si no se cuenta que muchos de ellos provenían de trabajos “formales” en los que habían adquirido cierta historia sindical. La experiencia fue trasladada al mundo de los indigentes.
El documental se filmó entre mayo y junio del 2001, y participó de la sección “Working Progress” del Bafici 2002, donde hizo contacto con la productora española Aquelarre. También participaron Terraplen y Cinefectivo, de la Argentina. Más tarde, Peter Shumann de la Berlinale la vio en Buenos Aires y aceptó la petición de ingresar al Forum. “Entendemos que los cartoneros son el reflejo del modelo neoliberal que dejó porcentajes de desocupación y subocupación rondando el 45 por ciento”, cuenta Pérez Giménez. “Para que cambie la situación de los cartoneros tiene que cambiar la del país”, dice. El documental se mete en el conflicto interno del Tren Blanco donde ex obreros, carpinteros, peluqueros, panaderos o indigentes cruzan historias de vida. Los realizadores tuvieron que meterse en un conflicto ético: “¿Es válido elogiar una experiencia sindical de un trabajo difícil de defender?”, se preguntaban.
Se debatían entre mostrar la movilización y sus logros obtenidos en estos dos años, como la aprobación de leyes que impiden la detención por trabajar en la calle, acuerdos con las empresas que compran cartón y con las empresas de trenes que inauguraron otros “trenes blancos”. Pero discutieron arduamente si había que aplaudirlos, o había que preguntarse cuánto pasará para que los cartoneros vuelvan al trabajo formal. “Por eso no juzgamos, mostramos de forma honesta, sin ánimo de denuncia, historias de dignidad”, cuenta García. “Quedamos sorprendidos cuando nos enteramos de que existía un jardín de infantes para los hijos de las cartoneras”, dice Nahuel García. Los realizadores dicen haber dejado afuera uno de los mejores testimonios, el de un cartonero confesando que la primera vez que abrió una bolsa de basura miró hacia el cielo: “De vergüenza, para ver si no había nadie mirando”. Aún hoy, contaba el hombre, cada vez que abre una bolsa de basura sigue mirando al cielo para que nadie lo vea, “así esté en el medio de un descampado”.

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