ESPECTáCULOS › OPINION

La ley de la ferocidad

Por maria rosa lojo *

La cortante y compleja narrativa de Miguel Briante mantiene, desde lo temático, una punzante actualidad argentina. Sus antihéroes, marginales o marginados, se consumen en la lucha contra una sociedad que los desprecia y a la que desprecian. La mirada de los otros es para ellos, como para los personajes de Sartre, el “infierno”. Pero no se le entregan pasivamente. La violencia es a menudo la única opción que tienen para enfrentarla, como Kincón, ex policía (marcado desde el origen por el desamparo y una monstruosa fealdad de simio), que muere combatiendo contra los representantes de un “orden” que lo excluye y al que ha tratado vanamente de asimilarse.
En los locos, asesinos, suicidas, prostitutas, o seres “señalados” por algún menoscabo físico o intelectual que habitan sus relatos, se revela la verdad negada: la injusticia, la mezquindad, el sadismo del mundo regulado, sólo aparentemente “prolijo” contra el cual se recortan las existencias abruptas de los que ya no tienen nada más que perder. También los que se encuentran o se han encontrado alguna vez en el extremo superior de la escala social, y desde allí se permiten romper las convenciones, los valores, la moral de los burgueses, denuncian la falsedad y la abyección del sistema.
La auténtica “ley de juego” (título de uno de sus libros) se comprende en otra parte: en la ferocidad y la felicidad de los elementos naturales (como su omnipresente río Salado), donde todos son iguales ante el riesgo, el amor, la muerte inexorables.

* Escritora, crítica e investigadora. Autora de Un espacio para la marginalidad, primer estudio crítico de la obra de Briante.

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