ESPECTáCULOS › “K-PAX”, CON KEVIN SPACEY Y JEFF BRIDGES

“Hombre mirando al sudeste 2”

Por M. P.

Su primer error fue intentar ayudar a una mujer que acababa de ser asaltada. El segundo fue estar en una estación de trenes y no tener ni boleto ni equipaje. Y el tercero y definitivo fue no querer sacarse sus anteojos negros, excusándose con la frase: “Me había olvidado cómo encandila su planeta”. Con esto le alcanzó a Prot para dar con sus huesos en un manicomio, pero sólo mientras espera el definitivo viaje de regreso a su planeta, llamado como la película, K-Pax.
Con tantas llamativas similitudes con Hombre mirando al sudeste que Subiela ya le hizo juicio a sus responsables, K-Pax es una fábula sobre un diferente capaz de dar lecciones a quienes se consideran normales. El diferente es Prot, el que intentará curarlo es el Dr. Powell; el primero interpretado por un bonachón Kevin Spacey, el segundo a cargo del ex Starman Jeff Bridges. Como corresponde al devenir de esta clase de fábula, Prot será lo suficientemente convincente en su locura como para conseguir intrigar al Doctor a cargo de su cura. Que, por otra parte, está tan ocupado en curarlo, a él y a otros pacientes, que ha descuidado –¡oh no!– a su familia.
Para un espectador argentino, es imposible observar K-Pax sin remitirse constantemente al film de Subiela. No hay, claro está, un punto cardinal específico hacia el que mira Prot, ni tampoco nada parecido a los patios descuidados del Borda en el film de Softley. Prot mira, más que nada, con cara alegre. Como si se hubiese fumado un porro, digamos. Y el manicomio en el que está encerrado tiene patio sólo en planta baja, ya que es un edificio con varios pisos llenos de locos. Pero la principal diferencia entre aquel film y éste son las características de su extraterrestre. Donde aquel –interpretado por el recordado Hugo Soto– era misterioso y callado, el Prot de Spacey es inquieto y hablador. De hecho, lo que más hace es hablar y hablar con Powell. Primero a través de sesiones tradicionales, y luego incluso recurriendo a la hipnosis.
Con una buena dosis de Atrapado sin salida agregada al molde Hombre mirando al sudeste, lo que termina de evidenciar el origen del film es esa obsesión tan norteamericana por explicar la intriga. Algo que se empecinará en hacer el buen doctor, mientras Prot encarnará la filosofía de la sonrisa que siempre trae el recuerdo del buen Robin Williams, desde Mork hasta Patch Adams. Y así será como, colorín colorado, el fascinante relato del mundo sin familias ni carnívoros terminará siendo apenas un síntoma de la enfermedad, y la sonrisa de Prot terminará siendo catatónica antes que didáctica.

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