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El caso “Géminis”

El incesto del cine llega con Géminis, de Albertina Carri, y tiene poco que ver con el boom de la pantalla chica: aquí involucra a dos hermanos, Meme y Jeremías, hijos de familia acomodada de zona norte, bajo tutela de madre borracha y padre ausente, gozosos de esa relación tan particular que escandaliza a la mamá (Cristina Banegas) y le provoca un grito mudo igualito al de El Padrino 3. En el contraste, el incesto de cine nunca moraliza, pero se convierte en el eje y motor de toda la crónica, único envión narrativo, excusa excluyente y total que garantiza el escándalo y el comentario a la salida. El leve in crescendo de Géminis suma escenas sexuales y tensión entre madre y hermanos sólo como excusa para desembocar en el sexo pescado in fraganti y la conversión de la madre borracha en loca de atar.
El incesto de la tele, en cambio, se agrega como un toque de color a la historia bifurcada de Doble vida, o es una línea más en el catálogo de fantasías de Historias de sexo..., o un intento de despegar por la vía menos pensada del galán y la heroína típicos en El patrón de la vereda. Es insinuado, nombrado o disfrazado detrás del vínculo no sanguíneo que liga a hijos y padres políticos. El film de Carri carga las tintas en discurso e imagen: haciendo que todos estén pensando en eso y mostrando cada encuentro sexual (en la cama, en la discoteca y en el jacuzzi de mamá) con erotismo explícito y más calentura que trauma culposo. Si en la tele todo termina en el beso y la escena de cama es sugerida, en el cine los cuerpos desnudos de María Abadi y Lucas Escariz, sus jadeos, sus cambios de posturas se roban extensos y demorados planos en una apuesta menos estética que ideológica: un tabú se ilumina.

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