PSICOLOGíA › LOS RECIENTES SUCESOS SOCIALES REPERCUTEN EN EL CUERPO

La piel herida, remendada y suturada

Por Elina Matoso *

Los hechos se van tejiendo en la carne, en el volumen y concretud de nuestras vísceras. “El cuerpo: superficie de inscripción de los sucesos (mientras que el lenguaje los marca y las ideas los disuelven), lugar de disociación del Yo (el cual intenta prestar la quimera de una unidad sustancial), volumen en perpetuo derrumbamiento”, dice Michel Foucault en Microfísica del poder.
La crisis político-social que atravesamos está superpoblada de incidencias corporales. La desprotección, la incertidumbre y la pobreza despueblan y volatilizan el cuerpo. La piel social está reubicando la dimensión de sus heridas, las cicatrizaciones y la carne viva.
Mary Douglas, en Pureza y peligro, sugiere que “los verdaderos contornos del cuerpo son marcados para instituir códigos de coherencia cultural. Límites, posturas, modalidades de intercambio. Demarcar y castigar transgresiones tiene como función mayor imponer un sistema sobre la experiencia inherentemente desorganizada. Sólo exagerando la diferencia entre el afuera y el adentro, arriba y abajo, varón-mujer, con y contra, se puede crear una apariencia de orden”. La estabilidad de esa apariencia de orden requiere sitios fijos de permeabilidad e impermeabilidad corporal, sobre los que se sobreimprimen, por ejemplo, los mandatos políticos.
A partir del discurso del sufrimiento que se nos viene encima aplastándonos, se produce una reacción en la imagen corporal del sujeto: de achicamiento, aumento de heridas y dolores que perforan y carcomen la propia piel y hacen redimensionar ese límite entre el afuera y el adentro donde la piel, como envoltura tenue, está en constante exposición a la ruptura.
La con-fusión entre el afuera y el adentro, suele traer sometimiento, pérdida de fuerzas, caídas en pozos depresivos, impotencia, falta de proyectos, intentos de suicidio o deseos de “desaparecer” (palabra marcada en carne viva en el cuerpo social de los argentinos), infartos súbitos, exilios. Esta situación podría ser re-representada como un cuerpo desmembrado.
El cuerpo de la resistencia va construyendo un cuerpo social de piel vuelta a remendar, suturada y nueva. Las asambleas barriales, las protestas concretas, cacerolazos, las redes solidarias, reparan piel y así se va fortaleciendo y dando tiempo a que la piel social se regenere. Esta piel se ensancha delimitando una identidad corporal donde “desde mis ojos están mirando los ojos de otro” al decir de Bajtin.
Suelen acompañar a estos procesos actitudes corporales de euforia versus desilusión, que hacen síntomas frecuentes en acideces que suben y bajan o en dificultades respiratorias, como si los pulmones fueran oxigenados e intoxicados fuera de su propio ritmo, o provocan trastornos en el sueño. En realidad el cuerpo pone de manifiesto aquello que resistir implica, que es un juego constante de alternancia emocional-somático donde se manifiestan erupciones, cefaleas, contracturas y mareos.

* Directora del Instituto de la Máscara. Profesora en la UBA y la UAI. Autora de El cuerpo, territorio de la imagen, Editorial Letra Viva, 2001. El texto publicado forma parte del trabajo “Los tres cuerpos”.

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