SOCIEDAD › LA INCREíBLE HISTORIA DE LA PROPIEDAD EN VENTA CON UN MUERTO ADENTRO

Casa dos plantas, jardín y cadáver

Un hombre trató de vender en Florida una casa vecina a la suya, cuyo dueño murió cinco años atrás. El cuerpo había quedado abandonado en una cama. Un posible comprador sospechó porque la vivienda estaba ofrecida a un tercio del valor real.

 Por Emilio Ruchansky

La casa del finado Miguel Santamaría tiene un frente de piedra color hueso y paredes que alguna vez fueron blancas. En la puerta de entrada se ve un friso con un hombre con patas de caballo y cola de pez, el centauro Tritón. Hay un dúplex y un chalet a los costados, pero vista fuera de contexto la casa parece una bóveda. Y lo fue. Al menos por cinco años, hasta que el hombre que tenía la llave quiso venderla con el finado adentro y a un tercio de su valor precio, como dice la expresión, “para sacarse al muerto de encima”.

Juan Carlos vive a sólo cuatro casas de la de Santamaría, en Lavalle 2983, partido de Florida, y ayer dio la cara ante los medios y se hizo el desentendido. “No sé nada. Yo entraba hasta ahí, nada más”, respondió cuando le preguntaron por el finado. “Yo tenía la llave... Barría... Varias veces quisieron entrar los vecinos, llamaron a la policía y yo le puse una cadena porque se quisieron meter”, explicó el hombre de aproximadamente 60 años, que pasó la noche del jueves detenido.

Ayer se realizaron dos allanamientos, el primero en la casa del anciano fallecido y el segundo en la vivienda del sospechoso. Allí la policía encontró los documentos de Santamaría y otros elementos con los que el fiscal de Vicente López, Alejandro Guevara, ordenó investigarlo por tentativa de estafa o defraudación al fisco. Todavía no se pudo determinar si el muerto tenía algún heredero; los investigadores sospechan que su vecino y amo de llaves no informó la muerte y pretendía quedarse con su propiedad. De no probar lo segundo, lo suyo no pasaría de constituir una falta municipal.

Según la autopsia, por el estado de descomposición, el hombre había nacido el 7 de mayo de 1922 y falleció a los 81 años en 2003 (en su bolsillo tenía una boleta impaga que vencía ese año). No había signos de que su cuerpo haya sido violentado, por lo que “aparentaba ser una muerte natural”, aseguró un jefe policial. Sin embargo, los peritos tomaron muestras de tejidos para enviar al laboratorio y descartar que hubiera sido envenenado.

El difunto vivía solo y no tenía parientes. Fue encontrado en su cama con el papagayo puesto y disecado por los años como Homer Barron, el personaje de Una rosa para Emily, de William Faulkner, cuyo cuerpo “se había convertido en algo inseparable de la cama en que yacía”. Ayer su casa era parada obligatoria de casi todos los automovilistas que circulaban por la cuadra.

Página/12 habló con varios vecinos, entre ellos, uno que conoce bien a Juan Carlos. Luego de divagar sobre el motivo por el que ocultó la muerte de Santamaría (“tal vez era el apoderado y quería seguir cobrando la jubilación”, fue la hipótesis más realista), el vecino contó que estas cosas pasan porque “hay varios en el barrio que no tienen amigos, que están más solos que Adán el Día de la Madre”. Hacía 40 años que el hombre vivía en el barrio y apenas cruzaba palabra con sus vecinos. De hecho, el dueño del chalet de al lado creía que la casa estaba deshabitada y se extrañaba “que nunca se sintió olor”.

“En el barrio comentaron que hace varios años que no sabían nada de Santamaría y que cada vez que le preguntaban, el hombre que tenía a cargo su cuidado les decía que estaba internado en un geriátrico o se había ido de viaje”, explicó un investigador. La policía consiguió dar con un hombre que declaró que el sospechoso le ofrecía la casa a 50.000 dólares y que a él le resultó llamativo porque una propiedad como ésa, con 40 metros de fondo y con dos altillos, vale el triple.

Anoche, después de su breve aparición ante las cámaras, Juan Carlos y su esposa se atrincheraron en su domicilio. “Ya dijimos todo lo que teníamos para decir, nosotros no sabemos nada”, fue el recibimiento y despedida dado por parte de la señora a este cronista, a través de la mirilla de su puerta. Los autos seguían deteniéndose en la casa de difunto y hubo uno, Juan Carlos Corbi, que predijo que “esa casa se la queda el municipio”. La casa sigue pareciendo una bóveda, vacía ahora, donde dan ganas de dejarle una rosa al finado.

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El dueño de la propiedad era un anciano que no hablaba mucho con los vecinos.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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