SOCIEDAD › LA DIRECTORA DE UN COLEGIO APOYó EL RECLAMO DE LOS ALUMNOS POR LA FALTA DE GAS Y AHORA EL GOBIERNO PORTEñO ANALIZA SANCIONARLA

Composición tema: frío, piquete y castigo

Los alumnos del Liceo 10 Ricardo Rojas habían cortado la avenida Jujuy, frente a la escuela, en reclamo de calefacción. Un hombre intentó romper el piquete y terminó a los golpes con los alumnos. El ministro de Educación dijo que los estudiantes serán sancionados.

 Por Horacio Cecchi

Una semana después de que el gobierno porteño reconociera que 42 escuelas (55, según la Defensoría de la Ciudad) carecían de un servicio tan básico como el gas, como era previsible con el frío el tema entró en combustión acelerada. Ayer, los alumnos del Liceo 10 Ricardo Rojas, ubicado en la avenida Jujuy, entre Alsina e Hipólito Yrigoyen, cortaron la avenida a primera hora de la mañana, en protesta por la falta de gas. Un rato después, un hombre que debía tomar el colectivo para llevar a su hijo de seis años a la escuela intentó romper el piquete de una manera, por llamarla de algún modo, escasamente psicologista. Se cruzaron insultos y se desató una trifulca en la que nadie terminó lesionado más que en el orgullo. El gobierno intervino y, quizá tempranamente, impuso su criterio y anunció que sancionará a los responsables. No de que no haya gas, sino de que los alumnos hayan cortado la calle y, peor, válgame dios, de que las autoridades del colegio lo hayan consentido. El ministro de Educación de la ciudad, Esteban Bullrich, aseguró más tarde que evaluaba si los que habían participado en la golpiza eran alumnos, para en ese caso sancionarlos, y por qué no expulsarlos; y si las autoridades del liceo habían impulsado a los alumnos a realizar el corte. Del gas, ni hablar. Según el ministro, “la escuela tiene gas”; según las instalaciones recorridas por este diario, habrá gas, pero a las estufas no llega. En términos coloquiales, nene, abrigate y estudiá.

Las imágenes son claras. Antes del incidente, los alumnos cortaron la avenida Jujuy con una sentada, frente al liceo. Entre sus carteles, hechos a mano, se leía “Hace frío y no hay estufas”, “Nosotros somos el futuro”, “Así nos quieren educar” y “Necesitamos un colegio digno”. Entre las 8 y las 8.30, un hombre robusto, calvo, vestido con campera y pantalón verde militar se trenzó en una discusión con algunos de los más de cien jóvenes que cortaban la calle, sin soltar de la mano a su azorado chiquito de 6 años, que ya debía saber contar del 1 al 100 y razonar lo poco estratégico de la intervención paterna, si de llegar temprano se trataba. Según la versión posterior del hombre, les pidió a los jóvenes que levantaran el corte porque debía llevar a su hijo a la escuela y no podía hacerlo porque el colectivo que tenía que trasladarlos se desviaba por la interrupción del tránsito; según los alumnos, fueron “insultados y agredidos”. Ambas versiones teñidas de cierta caballerosidad no reflejada en las imágenes televisivas.

Las escenas grabadas por la televisión son realistas. El hombre se zambulle y es zambullido en el asfalto, donde se zamarrea con uno de los jóvenes que lo acompaña al piso, mientras recibe una tunda de patadas de parte de otros. Después, alguien lo ayuda a levantarse mientras pasa detrás una patada voladora, tal como hacía Cato, el lugarteniente de Clouseau en La fiesta inolvidable. El vecino, momentáneamente mancillado, se retiró murmurando a los medios presentes: “Que vengan de a uno, los voy a matar a todos”. El absurdo había llegado a la sentada de la mano de la efervescencia juvenil sin dirección y de las escasas pulgas de la estrategia de un adulto. Si había algo que quedaba como remanente en el encontronazo era que ninguna de las partes había aprendido a recibir críticas.

Al aire, una preceptora del liceo, Delia Milari, aclaró que “ni el cuerpo docente ni las autoridades del colegio apoyaron de ninguna manera la agresión. Me imagino que la autoridades van a tomar las medidas necesarias”. Pero se mostró “de acuerdo con el reclamo de los alumnos en el sentido de las condiciones edilicias, ya que hay escuelas que están en condiciones de cerrarse”. La directora de la institución, María Sorace, fue más allá y dijo estar de acuerdo con el reclamo de los alumnos. “Nos tratan como a un colegio de cuarta, los baños no tienen puerta”, dijo Sorace a un movilero de C5N. Una alumna también agregó en la descripción que “no hay calefacción, tenemos frío, los baños no tienen puerta ni inodoro”.

El jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, sostuvo hambriento de castigos que “hubo un caso de violencia y habría que sancionar” y agregó que “esto viene de la cultura de cortar la calle indiscriminadamente a la hora que se quiere, permitiendo que cualquiera proteste y jodiendo la vida al resto. Es un delito y una barbaridad”.

Más contemporizadores, desde el Ministerio de Educación sostuvieron que analizaban las medidas a tomar. “Se está evaluando si los que participaron fueron alumnos o infiltrados, y si las autoridades tuvieron un papel decisivo para que los alumnos realizaran el corte”. Yendo a las causas del conflicto, “no es cierto que no tengan gas –arremetió el ministro Esteban Bullrich–. Esa escuela tiene calefacción y tiene gas. Es un edificio de cien años. Se hicieron varios trabajos. Primero se hizo la impermeablización y el pintado a nuevo. Ahora, se están licitando los baños”, aseguró.

La versión de las autoridades de la escuela, de los alumnos, las paredes descascaradas, los baños inutilizables, las estufas nuevas pero sin poder encenderse, un caloventor único y quemado desde el primer día en que se usó, y los alumnos con sobretodos en las aulas sonaban a una versión más crítica de la realidad que la historia oficial.

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Después de la pelea, el piquete continuó. El gobierno porteño quiere sancionar a la directora, que dijo que el “reclamo es justo”.
Imagen: Télam
 
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