SOCIEDAD › EL MéDICO GAUVRY GORDON RECONOCIó SU ERROR EN EL CASO GARCíA BELSUNCE

No quedar preso por idiotez

El médico que intentó resucitar a María Marta quiso defenderse al mostrarse inexperto e ingenuo. Dijo que actuó como un “idiota”. Ante el tribunal, no supo responder a la supuesta falta de revisión de la herida en el cráneo de García Belsunce.

 Por Horacio Cecchi

Ayer, el médico sin especialidad Juan Gauvry Gordon, y uno de los acusados por encubrimiento, pidió declarar, lo hizo, y cuando su abogado le preguntó si alguien le había ofrecido comprar su silencio respondió irrefrenable desde el banquillo: “Ojalá. Eso me hubiera ayudado a no estar acá”. Dijo que actuó como “un idiota”, lo que en su estrategia debiera favorecerlo y explicó, con importantes lagunas en la lógica, su teoría del grifo asesino. Eso sí, quedó claro que no era amigo del médico de la segunda ambulancia, Santiago Biasi, al que acusó prácticamente de todo. El ex vigilador Víctor Contrera también tuvo sus 15 minutos de fama cuando la presidenta del tribunal, María Elena Vázquez, lo hizo retirar con un policía para que refrescara las lagunas de su memoria.

El juicio se inició a las 10.30 pasadas y terminó siete horas después con interrupción para el almuerzo. Del total, cuatro horas las ocupó por completo Gauvry Gordon.

La estrategia del acusado fue clara desde el inicio. Mostrar su pesar, y su reconocimiento de haber cometido un error, que no es lo mismo que cometer un crimen. Precisamente, uno de los escalones para alcanzar su meta fue trabajar sobre la idea de negligencia: se llamó “idiota” y se hizo llamar idiota por su abogado, en la suposición de que la idiotez no lleva preso ni tiene pena. Utilizar tal palabrita denigrante no fue un exceso del cronista sino una repetición (al menos cuatro ocasiones registradas y que constarán en la grabación judicial). Nadie se dice idiota si no quiere parecerlo, a menos de que quiera o que efectivamente lo sea.

Gauvry se dedicó a explayarse en minucioso detalle sobre los protocolos de las tareas de resucitación. Tan convincente el detalle por lo minucioso que terminó en contradicción con el supuesto desconocimiento que dijo tener sobre algunos aspectos primarios de su actividad: mencionó cada uno de los pasos del protocolo, hasta el detalle del grosor de las agujas, sostuvo que tenía seis años de trabajo como médico y mencionó que aquel día verificó que MM tenía una fractura parieto-occipital y llegó a introducir un dedo hasta tocar la materia gris cuya consistencia explicó en detalle. Pese a tanto conocimiento, aseguró que tenía “escasa experiencia”, insistió en que no tenía especialidad médica. Y aseguró que nunca había atendido una herida de bala ni la sabría identificar. Uno de los jueces le preguntó si en los seis años había atendido heridas de arma blanca respondió:

–A ver, déjeme hacer memoria.

Unos minutos antes, en el afán de dejar en claro su ingenuidad, Gauvry pareció excederse cuando su abogado, Gabriel Becker, preguntó:

–¿Alguien le ofreció plata?

–Ojalá –respondió mientras desde atrás avanzaban los murmullos–. Eso me hubiera ayudado a no estar acá (y los murmullos desbordaron en más que murmullos).

–¿Obraste como idiota? –preguntó Becker (sala más que murmullante).

–Sí.

–¿Viste una herida de bala? –preguntó Becker.

–No –respondió. La fiscal Laura Zyseskind interrumpió al borde de la indignación: “Perdón, quiere decir que en la facultad no se enseña...?” y Gauvry respondió: “Sí, pero en fotos”. El juez Ariel Introzzi Truglia, incrédulo, preguntó:

–¿Me quiere decir que no es capaz de atender a una persona herida de bala?

–Sí, sí –dijo e intentó explicar sin éxito por qué no descubrió que la fractura de cráneo de MM había ocurrido por algo más que un accidente doméstico.

Entre las cuestiones que quedaron tambaleando entre la “idiotez” y el encubrimiento quedaron:

- En el audio que se escuchó en la sala a pedido de la defensa, Gauvry dijo al operador de Paramedic que creía que se trataba de una “muerte dudosa” y cuando el operador le preguntó si llamaba a la policía aconsejó que no. Pero después declaró que “muerte dudosa en mi desconocimiento de aquel momento significaba homicidio”.

- No se entendió por qué asimiló la rotura de un hueso tan duro del cráneo con un golpe contra el intercambiador de la canilla de la bañera, con la fuerza de una mujer que para colmo la describió como “quizás mareada”.

- Si la fractura se había producido en la bañera no supo explicar por qué detectó un charco de sangre de 30 centímetros de diámetro alejado, entre el inodoro y el bidet.

Si el objetivo era desatar las dudas, Gauvry pareció tener éxito. La cuestión residirá en qué tipo de dudas desató en los jueces.

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Cuatro horas duró ayer la declaración de Gauvry Gordon.
Imagen: Télam
 
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