SOCIEDAD

“No es seguro que cien policías holandeses actúen bien aquí”

Dos expertos holandeses en seguridad y DD.HH. participaron aquí de un seminario con jefes de fuerzas de seguridad. Ante Página/12, explicaron qué dificultades encontraron aquí, cómo actúa allí la policía y cómo la droga legal no aumentó la violencia.

 Por Carlos Rodríguez

“Si la percepción general es que la policía es más un enemigo que alguien que cumple un servicio, allí hay un problema.” La sentencia fue expuesta, de muy buen modo, por dos expertos holandeses que visitaron Buenos Aires para participar, durante tres días, de una reunión con jefes de las fuerzas de seguridad argentinas en el marco de un programa destinado a dar capacitación en dos aspectos siempre antagónicos en el país: seguridad y derechos humanos. Los especialistas holandeses advirtieron que son “muy diferentes” las realidades que enfrentan las policías de Holanda y de la Argentina. Por eso pronosticaron que “si cien policías argentinos son llevados a Holanda, van a cumplir bien su labor; y no es seguro que cien policías holandeses actúen bien aquí, con una situación tan difícil”. Más allá de comparaciones odiosas, los expertos opinaron sobre cómo manejarse frente a expresiones propias de la vida en democracia, como la protesta social, el simple derecho humano de asistir a un espectáculo deportivo, o ser “duros” o “blandos” con la droga para consumo personal.
“No es tan así”, respondieron al unísono Dirk van Vierssen y Hans Westra cuando se les preguntó sobre la idílica visión que se tiene, desde el Mercosur tanta veces apaleado, acerca de los supuestos buenos modales de la policía holandesa. Van Vierssen es miembro del Centro de Conocimiento y Educación de la Policía de Holanda y Hans Westra de la Casa de Ana Frank, un organismo de defensa de los derechos humanos. Ambos aclararon que “es muy difícil definir cuál es la actuación básica de la policía holandesa cuando básicamente tiene la tarea de garantizar la seguridad”. Ellos hicieron hincapié “en todo lo que sea el estudio y las medidas de prevención para evitar problemas”, pero no descartaron la posibilidad de “ayudar con un golpecito”, aludiendo a la actitud de un policía cuando debe enfrentarse, cuerpo a cuerpo, con un barrabrava holandés.
Los holandeses son un ejemplo en materia de seguridad deportiva. En los estadios hubo sólo una muerte en más de veinte años, y si bien hubo un tiempo en el cual “los padres no iban con sus hijos a ver un partido de fútbol”, la situación pudo revertirse “con estudio y prevención”. Allí se cumplen estrictas premisas que en algunos casos también se tienen en la Argentina, pero no se cumplen: nada de alcohol ni dentro ni fuera del estadio; detectores de metales en todos los partidos de riesgo; redes de seguridad para que los hinchas visitantes no puedan arrojar objetos a la cancha; prisión domiciliaria durante el partido para los barrabravas con antecedentes de violencia; “acompañamiento” de las hinchadas peligrosas cuando van y vuelven de la cancha; prohibición a los hooligans ingleses para que puedan ver en Holanda la Eurocopa.
Un aspecto notable de las leyes holandesas tiene que ver con el consumo personal de droga, que no está penalizado. “Nuestra posición es prácticamente única en Europa, pero no hay que pensar que cada holandés tiene un kilo de cocaína en su casa.” Recalcaron que en Holanda “no están permitidas ni las drogas duras ni las blandas; sólo está permitido tener droga para uso personal, no más de cinco gramos por persona. Si uno tiene un local lleno de droga, la política es diferente”. Los dos expertos coincidieron en que esas leyes más benignas “no han incrementado la violencia”. Como contraparte, recordaron que “en Estados Unidos, donde las leyes son muy distintas, hay mucha más violencia en torno de la droga de la que hay en Holanda”. De todos modos, admitieron que es “un tema muy complejo” porque ellos ahora tienen “algunos problemas con los inmigrantes rumanos puesto que ejercen un comercio de drogas mucho más agresivo”.
En lo que respecta a las manifestaciones callejeras, reconocieron que las que se producen en Holanda sólo son masivas a razón de cinco al año, con la participación de unas 10 mil personas, aproximadamente. “Todos los días en La Haya (sede del gobierno), hay cinco o diez personas reclamando por algo, pero allí no hay problemas.” El conflicto está casi siempre ligado a los grupos neonazis. “Es imposible decir que no se puede hacer una manifestación porque es un derecho humano fundamental en unademocracia. Eso puede ocurrir sólo cuando existe una expectativa concreta de que se van a producir problemas”, explicaron.
En esos casos, los que toman la decisión son “los miembros de un triángulo formado por los intendentes, la policía y el ministerio público”. Ellos recordaron que existe “un grupo neonazi, xenófobo, de ultraderecha, violento, que tiene muy poco apoyo popular y nadie quiere tenerlo manifestando en su jurisdicción”. Por eso, “si se genera en forma previa un movimiento contrario a esa manifestación y se advierte la posibilidad de que se enfrenten grupos de izquierda y de derecha, entonces el triángulo decide que la manifestación prevista no va a ocurrir”.
Los expertos holandeses admitieron que “cuando derecha e izquierda se juntan, las cosas se ponen feas y hay mucha violencia”, pero para disuadirlos se utilizan “chorros de agua” lanzados desde vehículos policiales. Ellos no mencionaron la presencia de muertos en manifestaciones, a diferencia de las más de 30 víctimas que hubo en la Argentina durante los sucesos del 19 y 20 de diciembre de 2001. “La década del ‘80 fue muy dura en Holanda, por la presencia de okupas, pero sólo hubo algunas cabezas rotas, nunca muertos”, afirmaron.
De todas maneras, con mucho tacto, opinaron que es difícil para ellos hablar sobre cómo actuar en la Argentina. “La policía argentina, en los últimos años, tiene una tarea muy compleja, muy difícil porque el país está pasando por una crisis económica profunda y la policía tiene un trabajo que cumplir, aunque está claro que no se pueden justificar las 30 muertes.” Ellos insistieron en que “no se pueden comparar situaciones cuando hay una policía holandesa que vive en el lujo, no sólo por el salario sino por su entorno social. Se podría decir que Holanda es un país rico y la situación de la Argentina es bien diferente”.
Los expertos holandeses resaltaron que es necesario instrumentar “una política del Estado en materia de seguridad, pero también una política de la propia policía y que ambas se mantengan en el tiempo”. Señalaron como aspecto negativo los permanentes cambios en la jefatura policial. De todos modos, opinaron que todo será inútil “si la percepción general es que la policía es más un enemigo que alguien que está prestando un servicio. Allí hay un problema. Y si hay corrupción interna, por menor que fuera, hay otro problema serio. Y para revertir esas situaciones es necesario que haya voluntad política”.

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Dirk van Vierssen se ocupa de la educación policial. Hans Westra es miembro de una ONG de DD.HH.
 
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