SOCIEDAD › JUICIO A DOS POLICIAS DE LA FEDERAL POR LA MUERTE DE UN JOVEN EN SOLDATI

Un gatillo fácil llamado exceso

Un tribunal juzga a los dos efectivos, acusados del “homicidio simple en exceso de la legítima defensa” de Claudio Paz. Los policías dicen que la muerte se produjo en medio de un tiroteo, pero testigos aseguran que fue una ejecución.

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El 19 de agosto de 2009, dieciséis balazos acabaron con la vida de Claudio Ariel Paz, “El Fido”. Fue en el barrio Fátima de Villa Soldati. Tenía 30 años, dos hijos y trabajaba en un lavadero de autos. Por el caso están imputados los ex efectivos de la Policía Federal, Osmar Guillermo Carruega y Javier Adrián Liendro, acusados de “homicidio simple en exceso en la legítima defensa”. En la apertura del juicio en su contra hicieron lo previsible: en la declaración indagatoria se desligaron de su responsabilidad, sobre todo de la parte que indica que se “excedieron”, ya que ninguno mencionó los disparos “a ochenta centímetros que le perforaron el cráneo” a la víctima, señaló el abogado querellante, Federico Ravina. “Lo fusilaron”, insistió.

“Mata poli, rata, mata poli.” Es lo que la policía le dijo a Diego Paz, hermano de Fido, cuando llegó corriendo hasta el cordón policial que alejaba a los vecinos de la escena. “¡Es mi hermano, es mi hermano!”, gritó con desesperación el joven. Pero a cambio le pegaron patadas y escopetazos delante de los vecinos, lo subieron a un patrullero y se lo llevaron a una comisaría porteña, donde estuvo incomunicado por 72 horas.

“Hoy las aguas están divididas, hay testimonios contradictorios”, dijo a Página/12 el fiscal general Oscar Ciruzzi, al cabo de la primera audiencia que se llevó a cabo en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 20 de la ciudad de Buenos Aires. Durante la jornada, que duró unas cuatro horas, se realizó declaración indagatoria a los acusados y prestaron testimonio cuatro testigos. Tres de la querella, entre ellos Diego Paz, hermano de Fido.

Son varias las versiones que se escucharon sobre lo que sucedió cerca de las 15.30 de aquel miércoles frío de agosto. La reconstrucción judicial realizada en abril de 2010 indicó que todo pasó en menos de 15 minutos: un hombre murió, un niño de 13 años resultó herido de un balazo en la cabeza y un joven fue golpeado a patadas y escopetazos. El informe policial de ese día señala que “se trató de detener a un auto con tres personas sospechosas en Villa Soldati. Como no aceptaron la voz de alto, comenzó un tiroteo”. Diego retrucó esa versión: “Yo creo que si todo hubiera sido como ellos dicen, hoy tendría a mi hermano”.

El Fido caminaba por la calle Riestra en dirección a la calle Laguna, donde están ubicados unos monoblocks –nuevos entonces– construidos por el gobierno porteño. “Dicen que dieron la voz de alto, pero es todo mentira. Vehículos no había. La mayoría coincide en que la policía empezó a tirar primero”, relató Diego a este diario. Además contó que en la puerta de su casa “durante mucho tiempo hubo camionetas o patrulleros”.

Para el abogado querellante se trata de un “homicidio simple”. Y la clave está en que Fido “estaba desarmado, en el piso y herido”. La pericia dio que le dispararon en la cabeza “a menos de ochenta centímetros cuando estaba en el suelo”, precisó. La distancia entre el arma y el cuerpo podría ser verificada con la pericia de la campera de plumas que tenía puesta, pero que desapareció.

La ropa que llevaba puesta fue confirmada por Sergio Arancibia, quien fue testigo porque estaba en la puerta de un edificio hablando con una vecina. “Cuando le disparaban, salía de la campera como algodón o plumitas”, declaró. Para explicar lo que vio, se paró e hizo la representación de la escena con el fiscal. El hizo de Fido. El fiscal, del policía. Mientras hacía que se caía al suelo imitando un arma con sus manos, el fiscal se acercó a él por la izquierda e hizo que lo remataba. “Fueron como cinco disparos”, dijo Arancibia. “A este chico lo fusilaron”, sostiene el abogado querellante, Federico Ravina.

Liendro, el ex efectivo que había sido herido, se presentó en el juzgado con bastón. “Hace un año no lo tenía”, acusó Ravina. Liendro se desentendió de lo que pasó: “No tiré a matar, fue mi compañero”, dijo. Carruega, en el momento del hecho, prestaba servicio en la comisaría 36ª hacía un año y medio. Subió al estrado. Cuando le preguntaron a este último en cuántos procedimientos con tiroteos dentro del barrio había participado, manifestó no recordar.

–¿Fueron muchos? –repreguntó Ravina.

–Sí –reconoció.

La audiencia continuará el próximo miércoles 21 a las 9, en el Tribunal Oral en lo Criminal porteño, donde aún resta que testifiquen unas treinta personas más. La defensa solicitó un careo, pero los jueces determinaron que esperarán a que terminen las declaraciones.

Informe: Carla Perelló.

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La reconstrucción del crimen, en 2010, en el barrio Fátima de Villa Soldati.
Imagen: Rafel Yohai
 
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