SOCIEDAD › SOCIOS DE UNA PARTICULAR EXPERIENCIA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Un club para llegar a los 120

Algunos tienen más de 80, otros más de 90, hay quienes superaron los 100. Los aúna el objetivo de generar el debate y proyectos que mejoren el acceso a la cultura y la salud de quienes están casi en la cuarta edad. Aquí, las historias del Club de los 120.

 Por Rocío Magnani

No es un grupo de viejitos así nomás. De izquierda a derecha: Zulema Pozal, 93, se declara adicta a los quirófanos “¿y qué?”; Carlos “Calica” Ferrer, compañero de aventuras del Che, afirma que los 84 son años ideales para la revolución; Elena Gugliermo fue alguna vez modista de sombreros para Evita, ahora, próxima al centenario, recomienda a la cronista usar ala ancha –menciona algo del tamaño de la nariz–; Irma Garay cuenta que a sus 91 está en el mejor momento de su vida.

Los une una membresía de honor en el Club de los 120 años, iniciativa que busca promover el debate y proyectos que mejoren, en la Ciudad de Buenos Aires, el acceso a la cultura y a la salud de quienes ya superan la expectativa de vida promedio. Porque cada vez hay más Elenas, Zulemas, Calicas e Irmas de ochenta y noventitantos.

De hecho, según datos estadísticos, la capital del país está sufriendo un envejecimiento progresivo de su población: de los 3500 adultos mayores de cien años que viven en Argentina, más de quinientos habitan en la Ciudad. En ese sentido, el club convoca a personas de todas las edades que se comprometan a adherir a un modelo de vida saludable con miras a extender la expectativa de vida hasta los 120 años.

“El club es una especie de freezer”, bromea Calica en referencia a la pretensión de estirar los años sobre la Tierra. “La gente grande por lo general deja la actividad que ha tenido toda su vida y es muy bueno en esta tercera edad, ya para la cuarta, poder estar activo, porque uno se siente mejor cuando sabe que todavía tiene algo que dar, cuando puede ayudar al de al lado.”

Elena asiente. “Hoy creen que no servimos para nada, pero tenemos mucho que enseñar, porque tenemos mucha más experiencia e historia encima”, afirma la abuela de cinco nietos y seis bisnietos, que supo fabricar bombines, capelinas y tocados para el reconocido diseñador Paco Jamandreu, amigo personal de Eva Duarte de Perón.

“Se ha vuelto todo muy material. Andan todos nerviosos y les agarran ataques de nervios todos los días. Lo estamos viendo, como esa mujer que le pegó siete tiros al auto porque no lo podía estacionar.”

–Una chiflada –aporta Zulema.

–La gente tiene tantos problemas, tanto miedo, que no hace nada. Parece que después del trabajo, la vida se termina.

Se hace un silencio en el salón principal del centro vecinal de jubilados y pensionados ubicado en Pichincha 1763, donde se desarrolla la charla. Elena puso el dedo en la llaga: la desvalorización de la población que pasa la etapa de producción en el mercado laboral. Todos coinciden en señalar con tristeza que priman las representaciones sociales que ven en el adulto mayor a una persona que pasó su etapa de utilidad, “viejitos” en diminutivo, personas apolíticas, aniñadas, sin creatividad.

“¿Apolíticos?”, se exalta Zulema, con su pin de Evita que no se saca ni para bañarse. “Yo hasta al final voy a ir a votar. Ahora no me quieren poner más sellos, te dicen que para qué se va a tomar una la molestia de levantarse temprano y hacer colas con la edad que tiene. Pero ¿sabés vos por qué número de votaciones voy yo? ¡Treinta sellos tengo en la libreta!” El Club de los 120 años, réplica de la experiencia homónima que se de- sarrolla desde el 2003 en Cuba, fue lanzado este mes por la legisladora porteña por Nuevo Encuentro Gabriela Cerruti, con el acompañamiento de personalidades de la cultura y el deporte como el periodista radial Héctor Larrea, la actriz China Zorrilla, el ex fubtbolista y entrenador Roberto Perfumo, y las primeras mujeres en casarse gracias a la sanción del matrimonio igualitario, Norma Castillo y Ramona Arévalo.

Según explicó a este diario la diputada, los mayores de 70 años representan un tercio de la población de la Ciudad de Buenos Aires, lo que “obliga a generar una red de contención que nos permita mejorar su calidad de vida”. En ese sentido, el club pretende ser un espacio de convergencia de personas de todas las edades que quieran aportar al desarrollo de proyectos afines a las necesidades de este sector social.

Por otra parte, es un lugar de encuentro para los adultos mayores. Para Calica “es cuestión de no sentirse viejo –‘Que el alma aplauda y cante, y cante más fuerte’, escribió el poeta William Buttler

Yeats–, de tener un porqué para seguir viviendo y estando en actividad. Los hijos y los nietos te dan esas fuerzas, pero también puede hacerlo este club. Si no, ¿de qué vale vivir tantos años?”.

Elena aporta que debería haber más espacios para que los abuelos y niños intercambien sus historias. Zulema e Irma quisieran más ofertas culturales. La primera se ríe y pregunta si, de paso, se puede conseguir un subsidio para mantener a su perrita. Los últimos minutos de charla se acalora discutiendo con Calica sobre la “inseguridad” y los medios de comunicación. La charla queda para la próxima reunión del club.

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Imagen: Leandro Teysseire
 
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