SOCIEDAD › CONDENA A UN UCRANIANO POR HABER RETENIDO EN SU PAíS A LA NENA QUE TIENE CON UNA ARGENTINA

El delito de sacarle la hija a la madre

Según el fallo, el hombre se la llevó a Ucrania en 2005 mediante un engaño y no la trajo más. Fue detenido en Ezeiza, cuando volvió, en 2012. La niña fue restituida al año siguiente, pero ya no conocía a la madre ni hablaba español. Le dieron siete años de cárcel.

 Por Mariana Carbajal

Un ciudadano ucraniano fue condenado por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 5 de la Capital Federal a una pena grave, de 7 años de prisión, por haber sustraído a su hija, de dos años, del poder de su madre y haberla llevado a Ucrania, donde la retuvo por siete años. La pequeña, que ya tiene 10 años, fue restituida a la Argentina y se pudo reencontrar con su mamá, pero casi no la recordaba y, además, no hablaba el idioma español, porque el padre deliberadamente no se lo había enseñado a pesar de que lo hablaba con fluidez.

El hombre fue detenido en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza en 2012, al querer ingresar al país proveniente de Francia. Llegó al juicio excarcelado –y seguirá en libertad hasta que la sentencia quede firme–, pero tiene prohibido salir del país y debe presentarse cada dos meses ante el tribunal, bajo apercibimiento de disponer su inmediata captura. Durante el juicio salió a la luz y se pudo probar que el hecho se cometió en un contexto de violencia de género. Durante el tiempo que la pareja convivió en Buenos Aires, la mujer sufrió violencia psicológica y física de parte de él, y entre otras muestras de control y sometimiento, la obligó a dejar su trabajo y a alejarse de su familia y amistades.

En la sentencia, a la que accedió Página/12, se destaca que “la madre perdió la primera infancia de la niña” y que “recuperó a una preadolescente con muchísimas dificultades, desde la recuperación del vínculo, pasando por el aprendizaje del idioma y la inserción cultural”.

El fallo fue dictado el 26 de mayo por el TOC Nº 5, integrado por los jueces Adrián Pérez Lance, Rafael Alejandro Oliden y Fátima Ruiz López. La mujer, Y. S. N., inmigrante peruana –ya con ciudadanía argentina– y de condición muy humilde, dio una larga batalla para recuperar a su hija. Al no contar con recursos económicos para poder contratar un abogado en Ucrania, tuvo mayores dificultades para avanzar en ese camino. Finalmente, el Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico de la Defensoría General de la Nación la patrocinó como querellante en la causa penal, cuya instrucción estuvo a cargo del Juzgado de Instrucción Nº 31. Los fundamentos de la sentencia fueron dados a conocer el 2 de junio. La condena recayó sobre Valery Ivanov, de 37 años. Fue considerado autor penalmente responsable de la sustracción del poder de su madre de una menor de edad, una figura que no suele aplicarse al padre de la niña o niño en disputa. “La jurisprudencia tradicional dice que el padre no puede ser autor del delito de sustracción, retención y ocultación de menores respecto de su propia hija/o al tener la patria potestad”, explicó a este diario una fuente de la Defensoría General de la Nación. El delito tiene una pena prevista de 5 a 15 años. El hombre vive actualmente en Vicente López, en la casa de un hermano, y colabora con una iglesia evangélica.

Según contó en el juicio su ex pareja, en los últimos años de convivencia Ivanov se había volcado a la religión –sin especificar a cuál–, creyéndose él mismo un dios, al punto de invocar esa idea para que ella lo obedeciera. También sostenía que él podía tener “tantas mujeres” como pudiera mantener.

La fiscal general en el juicio fue Laura Belloqui y los defensores oficiales del imputado, María José Fanego y Alejandro Arquilea.

La dramática historia para Y. S. N. comenzó a escribirse el 19 de diciembre de 2005, cuando Ivanov se llevó a Ucrania a la hija de ambos, por entonces de 2 años y 5 meses. La pequeña se encontraba en el período de lactancia. La madre firmó el consentimiento para que pudiera salir del país con su papá, pero en realidad fue engañada por su pareja. Ivanov le dijo que quería ir a su país con la excusa de que la pequeña conociera a su familia paterna. Cuando tramitaron la visa de la niña en el Consulado de Ucrania en Buenos Aires, le pidió a Y. S. N. que lo esperara afuera de la sede diplomática. Cuando salió, le dijo que a ella le habían negado la visa, que para dársela él tenía que viajar primero a Ucrania y desde allí enviarle una carta de invitación al país, trámite que nunca hizo.

Mientras, acordaron que Y. S. N. viajara a Perú, donde estaba su padre y ella tenía otro hijo. “Para llevar a cabo la sustracción, el hombre urdió una maniobra plagada de engaños y falsas promesas”, señala el fallo del TOC Nº 5. Para poder recuperar a su hija, la mujer tuvo primero que juntar dinero para poder volver a la Argentina desde Perú y realizar aquí las denuncias y trámites correspondientes.

Y. S. N. empezó a desesperarse cuando a poco de partir con su hija, perdió contacto con Ivanov. Nunca le dio la dirección donde vivía. Le escribía a su correo electrónico, pero las respuestas no llegaban o demoraban. Las llamadas eran esporádicas y la duración dependía de él. Además, como la nena no hablaba español, la mamá estaba atada a que su ex pareja hiciera de traductor, del mismo modo que en los e-mails.

La pareja se había conocido en 1998 en Buenos Aires. Ella le enseñaba el idioma español. Comenzaron una relación y al poco tiempo se fueron a vivir juntos. Dos años después, según se pudo reconstruir durante el juicio oral y público a partir de denuncias que ella había realizado, él comenzó a golpearla. Incluso, según declaró la mujer, le pegó mientras estaba embarazada. También surgió en el debate oral que en 2002, cuando Ivanov se abocó a la religión, comenzó a compararse con Dios y esa situación devino en conflictos con Y. S. N. Le decía que él era como “la cabeza de la familia, que era como Dios” y que ella debía obedecerlo. Ella –según indica el fallo– se sometía a su voluntad porque “no tenía valor como persona, ni dignidad, la denigraba y humillaba”. Por ese tiempo llegó al país, también desde Ucrania, Elena, quien se presentó como una amiga de Ivanov. Pero se convirtió también en pareja suya. Con ella también tuvo hijos y estuvo viviendo en Ucrania cuando se llevó a la niña.

Y. S. N. hizo la denuncia de la sustracción de su hija ante la Dirección General de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Relaciones Exteriores. También en la Justicia. El cónsul argentino en Ucrania, incluso, se ofreció a viajar al país con la niña, cuando se logró la detención de Ivanov en Argentina, en 2012, al ser identificado en el aeropuerto de Ezeiza. Estuvo detenido, procesado con prisión preventiva, dictada por la jueza de Instrucción Susana Castañera, pero la Cámara le otorgó la excarcelación. Llegó libre al juicio.

A comienzos de enero de 2013, la madre viajó a Ucrania para buscar a su hija. Según contó a este diario, uno de los defensores oficiales que la patrocinaron, Santiago Nager, el reencuentro fue muy frío, poco emotivo. La niña no recordaba a su mamá –nunca habían tenido una conversación telefónica o por Skype con cámara digital en el tiempo que estuvieron alejadas– y ni siquiera podía comunicarse con ella por desconocer el idioma español y su madre, el ucraniano. Al parecer, en el país de su padre no había concurrido a la escuela. “El vínculo, lamentablemente, se había cortado”, describió Nager. Actualmente, la niña vive con su madre en la localidad bonaerense de Avellaneda. Va a la escuela primaria. Y madre e hija han ido recuperando la relación. La mujer volvió a trabajar, como empleada administrativa, en el mismo empleo que había dejado años atrás obligada por Ivanov.

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