SOCIEDAD › LA ESCUELA GIAMBIAGI SE REUNE DESDE HACE 16 AÑOS PARA DEBATIR LA APLICACION CIENTIFICA

Más cerebros piensan en la industria

En Ciencias Exactas, 150 estudiantes de Física y otras carreras participaron de un encuentro con empresas tecnológicas e instituciones para pensar aportes de la ciencia a la industria. Al cierre hubo una mesa redonda con la presencia del ministro Barañao.

 Por Ignacio Jawtuschenko

Hoy, los físicos se animan a pensar en aplicar su conocimiento a la solución de problemas surgidos del sector productivo. Uno de esos espacios donde se reúnen es la Escuela Giambiagi, que desde hace 16 años tiene lugar en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, y que lleva ese nombre en homenaje a Juan José Giambiagi, un físico argentino de reconocimiento internacional recordado por sus aportes tanto en lo académico como en lo político.

Este año, durante una semana, bajo un lema que lo resume bien: Física aplicada y la relación de los científicos con la industria, más de 150 estudiantes de doctorado y de grado pensaron en aplicaciones de las ciencias duras (física, química, computación y matemáticas), a la innovación productiva. Es decir, aportes que los científicos pueden hacer fuera del puro ámbito académico: desde paneles solares para misiones satelitales, y tecnología de aceleradores para aplicaciones médicas, hasta pigmentos y pinturas en la industria automotriz.

A la Giambiagi llegaron también empresas interesadas en recursos humanos con formación científica. Por año, en la UBA se reciben entre 50 y 60 licenciados en Ciencias Físicas; el 45 por ciento de los licenciados en Física que se gradúan en el país. Pablo Mininni, director del Departamento de Física de la FCEN UBA, dijo a Página/12: “Fue muy satisfactorio. Diversas empresas ofrecieron puestos de trabajo. Una tomó 32 currículum para considerar para puestos de trabajo. Incluso, ya durante la escuela una estudiante de grado fue contratada por una empresa y una estudiante doctoral recibió una oferta”.

Como cierre, hubo una mesa redonda sobre sistema científico y sector productivo. Participaron Lino Barañao, ministro de Ciencia y Tecnología; Alberto Lamagna, gerente del área Investigación y De-sarrollo de la CNEA; Miguel Angel Laborde, miembro del Directorio del Conicet, y el decano anfitrión, Juan Carlos Reboreda.

Allí, Barañao señaló que “la relación entre el mundo académico y el sector productivo es incipiente”, y que “todavía es necesario un cambio cultural y compatibilizar varios aspectos”, y graficó que “las empresas piensan en la rentabilidad, y los científicos en la aprobación de los pares”. Señaló que “el científico debe superar pruritos animarse a arriesgar, a inventar y a la vez entender que el conocimiento que genera tiene valor”. También dijo que es “optimista”, y que la relación va mejorando a partir de “la capacidad de los científicos de resolver problemas concretos”. Asimismo, destacó el armado de consorcios público privados, y el modelo de empresas de tecnología estatales como Arsat, Y-Tec e Invap.

Por su parte, el gerente de CNEA, Alberto Lamagna, dijo “el gran desafío es tender puentes para cruzar el llamado valle de la muerte que separa al laboratorio del mercado, y donde van a parar la mayoría de las ideas nuevas que no se concretan.”

El ingeniero Miguel Laborde coincidió en que el problema es cultural. “El Conicet tiene problemas de origen, dado que se creó en base a los paradigmas de las ciencias médicas y exactas –explicó– además, durante años nadie se interesó en el trabajo de los investigadores y nos refugiamos en el paper, es decir en el trabajo teórico. Ahora queremos que los científicos hagan algo diferente, y ese es el problema central. Estamos todos de acuerdo con el discurso del MinCyT, pero todavía tenemos problemas, porque el Conicet es un organismo conservador, que está cambiando”, expresó el representante del mismo Conicet.

Cuando se preguntó si la universidad tenía que dedicarse a hacer ciencia básica y aplicada, Laborde prefirió la clasificación de “ciencia útil o inútil a la sociedad donde está inserta”. Por su parte, el decano Reboreda explicó que las actividades de transferencia de la universidad a la sociedad nunca fueron los prioritarios. “Es un tema que en su momento entró por la ventana, por necesidad de financiamiento, pero esto está cambiando. Varios grupos están haciendo desarrollos para transferir,” dijo.

Cuando se habló acerca del futuro de las políticas para la ciencia y la tecnología hubo espacio para responderle al jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri (quien días atrás criticó las inversiones en el sector). Al respecto, Barañao dijo que “no hay chances de implementar ningún regreso al pasado, porque la visión estratégica de la ciencia y tecnología está extendida con proyectos federales en todo el territorio argentino”.

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Lino Barañao en la mesa sobre sistema científico y sector productivo.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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