SOCIEDAD

El 35 por ciento de los adolescentes argentinos no estudia ni trabaja

Además, un joven se infecta de sida cada catorce segundos. Los datos son parte del informe sobre población de la ONU. Uno de cada cuatro adolescentes del mundo vive en la extrema pobreza.

El 25 por ciento de los adolescentes del mundo vive en extrema pobreza, cada catorce segundos un joven se suma a las filas de las personas infectadas con VIH y esa franja etaria carece por completo de servicios de salud reproductiva, según afirmó la ONU en su informe “Estado de la población Mundial 2003”, difundido ayer. En el trabajo se detalla que 238 millones de jóvenes sobreviven en condiciones de extrema pobreza, más de 13 millones de niños menores de 15 años perdieron a uno o ambos padres debido al sida y 250 millones de chicos están obligados a vivir en la calle. De la situación en Argentina se ocupó en la presentación la especialista en demografía e investigadora del Conicet Susana Torrado, que remarcó que el 35 por ciento de los adolescentes argentinos no trabaja ni estudia, atribuyó ese hecho al modelo económico vigente desde hace 30 años y lamentó que “de esas filas se reclutan los chicos que aparecen a diario en las crónicas policiales”.
“En los adolescentes de Argentina hay un círculo de vida apremiante, vivir apurado para morirse joven. Hay una esperanza de vida reducida en comparación con los que más tienen, y los tiempos de los chicos pobres son más cortos, hacen todo antes: tienen hijos antes, dejan la escuela antes, entran al mundo del trabajo antes”, destacó Torrado. Sobre la posibilidad de que mediante políticas de planificación familiar se pueda disminuir la pobreza –como sugiere el estudio–, la especialista tomó distancia de la hipótesis y recordó que “la movilidad social acá se acabó con el modelo de ajuste que comenzó en los ‘70, así que la transferencia de la pobreza de padres a hijos no es producto de la cantidad de hijos, sino de las políticas económicas estructurales”.
Según el estudio, realizado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Fnuap), casi la mitad de todos los habitantes del mundo tiene menos de 25 años, y un 20 por ciento está constituido por adolescentes de entre 10 y 19 años. De esos adolescentes, el 87 por ciento vive en países subdesarrollados. En cuanto a las cantidad de chicos que viven en la calle, las estimaciones mundiales varían de 100 a 250 millones; la mitad de ellos vive en América latina. El relevamiento detalla que las jóvenes padecen “discriminación y marginación generalizadas, y las normas de género socialmente arraigadas pueden limitar el control de las jóvenes sobre sus vidas sexuales y reproductivas”. Como dato alentador, se pudo comprobar que en los últimos años hubo un aumento en el acceso de las mujeres a la alfabetización y la educación, a una velocidad aún mayor que los hombres.
Por otro lado, el informe denuncia que en los países del Tercer Mundo hay 82 millones de niñas que tienen entre 10 y 17 años que estarán casadas antes de cumplir los 18: “El matrimonio precoz daña la salud y menoscaba las oportunidades de las mujeres y sus hijos, por lo general obstaculiza su educación y suele infringir sus derechos humanos”.
Cada año, unos 14 millones de adolescentes y niñas de entre 15 y 19 años dan a luz. En este segmento, las complicaciones de embarazo y el parto son una de las principales causas de defunción, con gran incidencia de los abortos realizados en condiciones precarias. Por otro lado, Torrado afirmó que del menú de problemas hay uno de sencilla resolución: la maternidad adolescente, que ya conforma el 15 por ciento de los partos totales del país y que cada días cuenta con más casos de madres menores de 15 años. “Está en aumento la cantidad de chicas madres, fenómeno con relación directa al inicio precoz de la sexualidad y a la falta de acceso a métodos anticonceptivos en los hospitales públicos. La solución no pasa por lo económico, sino por una decisión política”, subrayó la socióloga.
“El VIH-sida, enfermedad de los jóvenes”, titula el escrito al capítulo que señala a los jóvenes –cada vez más mujeres– como la mitad de los nuevos casos de esa enfermedad. Según Fnuap, la causa del mal es que grandes cantidades de jóvenes carecen de la información, las aptitudes necesarias para negarse a tener relaciones sexuales o negociar prácticassexuales de menor riesgo”. También confirma que sólo un pequeño porcentaje de los jóvenes infectados sabe que es portador de VIH.
Según la investigadora del Conicet, la precaria situación de los adolescentes argentinos se debe al desempleo, la precarización, el subempleo y la depreciación del salario que afecta a los padres. “Los jóvenes están mal porque sus padres están mal”, resumió y lamentó que “gran parte de la generación que nació entre 1975 y 1985 son los que peor la pasaron, los que se socializaron en lugares de exclusión. Es una generación de difícil reinserción que seguramente ocasionará en el futuro diferentes formas de conflictividad social.”
En muchos segmentos, el trabajo de la ONU apuesta al respeto de los derechos humanos a partir de razonamientos que muestran la conveniencia económica de prevenir problemas futuros. Por ejemplo, asegura que “incrementar inversiones en los jóvenes arrojará generosas utilidades durante varias generaciones”. Con gran cantidad de estos postulados y términos economicistas provoca la sensación de privilegiar la relación costo (inversión)-beneficio en lugar del derecho inalienable que toda persona tiene a acceder a la salud, la educación y el bienestar general.
El trabajo remarca la necesidad de que los países subdesarrollados incrementen las “inversiones para garantizar la salud y el respeto de los derechos” de los adolescentes, ante el notable incremento que esa franja poblacional registró en las últimas décadas y de la cual el 87 por ciento vive en países pobres de América Latina, el Caribe y Africa. Según el organismo internacional, de esta forma se podrá “reducir la extrema pobreza y el hambre, frenar la propagación del VIH-sida, reducir la mortalidad de madres y niños, asegurar la educación primaria universal y mejorar el desarrollo sostenible antes del 2015”.

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María del Carmen Feijoó y Susana Torrado, las especialistas argentinas que presentaron el informe.
 
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