SOCIEDAD › LA OIT PUSO EN MARCHA UN PROGRAMA CONTRA EL TURISMO SEXUAL EN LA TRIPLE FRONTERA

Zona caliente

Por primera vez hay evidencias de turismo sexual en el país. La OIT advirtió casos de explotación sexual infantil en Brasil, Paraguay y Argentina. Ya hay un plan para evitar que el fenómeno se expanda.

 Por Alejandra Dandan

La Triple Frontera ahora también es una zona de alto voltaje en el ámbito sexual. En Foz de Iguazú, a metros de la frontera argentina, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) investiga redes de tráfico de menores para la prostitución y la expansión del turismo sexual infantil, un mercado sostenido por agencias de viajes, cadenas de hoteles, taxistas y un pool de servicios habituales en Tailandia o en las regiones del nordeste del Brasil pero inéditos en esta zona. Página/12 adelanta en este informe el diagnóstico del organismo internacional, enumera los casos y las características de un fenómeno que por sus dimensiones se transformó en la base de un acuerdo tripartito entre Paraguay, Brasil y el gobierno argentino.
El triángulo formado por Ciudad del Este en Paraguay, Foz de Iguazú en Brasil y Puerto Iguazú en la Argentina funciona como un agujero negro donde se expanden diversas formas de la explotación comercial de niños, como el tráfico y la explotación turística. Esta es la tesis que sostiene Isa Ferreira, la directora del Programa de Prevención y Eliminación de la Explotación Sexual Comercial de niñas, niños y adolescentes en la Triple Frontera, un programa desarrollado formalmente desde 2001 a través del Programa Internacional de Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la Organización Internacional del Trabajo.
En los últimos seis meses, las comisiones de trabajo del IPEC denunciaron 75 casos de tráfico, explotación y situaciones semejantes detectados en Foz de Iguazú y Ciudad del Este. Aunque el número de denuncias es importante, sólo parecen emergentes de una realidad más profunda que se extiende y sobrevive protegida por intereses económicos: “El problema del turismo sexual de la zona –explica Isa Ferreira– siempre fue el punto de mayor resistencia que tuvimos con todos los sectores”.
El nuevo mercado turístico
En este momento, según una investigación de la OIT, unos 3500 chicos que viven en la Triple Frontera están vinculados con las distintas formas de explotación sexual. En promedio, tienen entre 8 y 18 años, trabajan en las calles, sobre todo en los alrededores de los zonas aduaneras y del paso fronterizo de La Amistad. Mientras pasan horas pidiendo monedas o cruzando las fronteras como parte del sistema de contrabando, son reclutados por las llamadas redes de explotación. Se los ve en la calle, pero también están en clubes nocturnos, cabarets, bares, burdeles, discotecas e incluso en los hoteles. Los investigadores de la OIT encontraron también a otros escondidos en casas de zonas residenciales de Ciudad del Este.
Este es el escenario de fondo donde ahora se insertan las prácticas del turismo sexual. Un fenómeno que cuenta con redes nacionales e internacionales que ofrecen servicios sexuales de niños a turistas, generalmente extranjeros, de vacaciones o en viajes de negocios. Esta no es una definición de diccionario, sino parte de las puntualizaciones de la OIT sobre el tráfico de niños en la frontera argentina. Los extranjeros generalmente llegan de los países industrializados, aunque entre los consumidores de este mercado existen viajantes de la zona o turistas brasileños, paraguayos o argentinos.
Los visitantes llegan asistidos por un pool de organizaciones. Hay agencias de viajes o redes de trata de niños que ofrecen estos servicios a través de Internet o de la prensa escrita. La Pestraf, uno de los organismos especializados en infancia más importantes del Brasil, detalla, por ejemplo, una “red de tráfico alimentado por la industria del turismo”. Esa red se mueve a través de 241 rutas nacionales e internacionales de Brasil dedicadas al tráfico ilegal de mujeres, adolescentes y menores (ver aparte). Dentro de esas rutas, la industria del turismo sexual cuenta con canales propios: hay agencias de viajes, hoteles, spas, resorts, taxistas y transportistas de turismo.
Cada uno de los sectores tiene una tarea específica en la organización del sinuoso negocio del sexo de frontera. Los choferes de taxis, por ejemplo, mantienen acuerdos formales con las casas de prostitución. El acuerdo tiene códigos y reglas: “Un cliente escoge una chica que algunas veces es menor –explica un informe–, y a través de álbumes de fotos de los hoteles, escogen a la que es contratada a través de un chofer de taxi que sale a buscarla”. Los taxistas que entrevistó el equipo de investigación de Pestraf explicaron que, en ocasiones, además, llevan chicas para Puerto Iguazú a trabajar como prostitutas.
El servicio de taxis en la frontera se usa normalmente como transporte interestatal; esa modalidad les permite a los choferes llevar a las jóvenes de la boite ubicada en una ciudad hacia otra fuera del límite fronterizo sin problemas. La tarea de los taxistas contratados por distintos operadores del negocio permite reclutamientos básicamente entre los menores de edad que son, según el informe, los menos experimentados.
Otro de los elementos del combo sexual son los books en los hoteles, con fotos de mujeres y adolescentes que están a disposición para que los clientes elijan “las garotas de programa”, explican.
Fuera del circuito hotelero, existen otras opciones. Las agencias de viajes o de turismo reclutan a chicas, muchas de clase media, para trabajar en eventos. A algunas de ellas les proponen trabajar como acompañantes de los ejecutivos que pasan o se alojan transitoriamente en la frontera.
La pesquisa
Los técnicos de la OIT contaron que en las calles se oyen rumores sobre supuestos charters de turistas europeos y norteamericanos, aunque nunca hasta el momento pudieron detectarlos. Mientras tanto, recorren las calles, sondean los hoteles internacionales de primera línea, caminan, preguntan y cuando necesitan una prueba se hacen pasar por extranjeros: “El año pasado –cuenta Isa Ferreira–, un amigo nuestro se hospedó en un hotel de Foz para descubrir algo más concreto”. El experimento funcionó. El amigo entró al hotel para hacer una pesquisa de los servicios para turistas: “Le preguntó discretamente a uno de los mozos si había forma de que le consiguiera una chica con tales características, le dijeron que sí, sin problema”.
Este tipo de propuestas y promociones se convierten en un cóctel explosivo cuando se suman a las condiciones turísticas y comerciales de la Triple Frontera. Cada uno de estos factores aceleran la expansión del mercado de explotación sexual de menores, según una hipótesis de la Coalición sobre Prostitución Infantil y Turismo (Ecpat), una organización con sede en Bangkok dedicada al estudio de los mercados mundiales y más tradicionales de turismo sexual.
Por estas razones, la OIT cree que el trabajo recién comienza: “La gente de la calle habla del tema –explica Ferreira–, esto es vox populi en lugares como Foz o Ciudad del Este, pero la accesibilidad a la información o a las pruebas es un problema”. Es que se trata de un negocio que se maneja a puertas cerradas: “En las inspecciones –sigue la funcionaria–, no se encuentra prácticamente nada porque cuando llegamos las cosas desaparecen”. Para Ferreira, “esta gente cuenta con una red de informantes que les avisan de los operativos”. La recolección de datos se hace en zonas llamadas “de riesgo”, en general en las cercanías de los hoteles internacionales.
La censura contra
los hoteles
Aunque el auge del mercado sexual de menores es novedoso en la Triple Frontera, tiene antecedentes en Brasil. A comienzos de los ‘90 llegaban vuelos charter con alemanes, italianos, franceses y holandeses a varias ciudades turísticas del nordeste como Recife, Fortaleza, Natal y Salvador. Los turistas eran generalmente de estratos sociales bajos en sus países de origen; visitaban el Brasil buscando mujeres, sobre todo adolescentes. El circuito de oferta y demanda estaba complemente aceitado: ellos llegaban a horario a los aeropuertos de esas ciudades y ellas se acercaban para esperarlos.
La propagación de charters y de vuelos generó un escándalo en Brasil. Los circuitos fueron denunciados por distintas organizaciones sociales, entre ellas Ana Vasconcelos, de Casa Pasagen. Su trabajo en la desarticulación de estas redes todavía se recuerda porque hasta viajó a Alemania para denunciarlas. Desde ese momento, los charters y los vuelos del nordeste pararon. Al menos eso creen los brasileños. Los gobiernos europeos penalizaron a los acusados y en Brasil se abrió una mesa de fiscalización sobre esas rutas. “Ahora, los esquemas de las pandillas de tráfico y explotación sexual –dice Ferreira– han cambiado, las redes ya no funcionan así pero empezamos a tener información porque el gobierno de Brasil y las ONG están priorizando esta problemática en sus agendas.”
En ese escenario, la OIT lanzó semanas atrás una campaña de prevención y de difusión de los objetivos del programa entre los 182 hoteles internacionales de la ciudad de Foz. A través del Ministerio de Trabajo del estado de Paraná, el organismo se conectó con los hoteleros para firmar un “acuerdo de ajuste de conducta”. Durante el primer día de campaña, 80 de los 182 hoteles de la ciudad firmaron la adhesión, que entre otras cosas los obliga a estar alerta frente a las pequeñas que deseen pasar una noche en alguna pieza.

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