SOCIEDAD › EL LUGAR DONDE ESTá RADICADO EL OBSERVATORIO

Una pampa amarilla

 Por Ignacio Jawtuschenko

La planicie al costado de la Ruta 40 es de tonos ocres. Inmensa la tierra árida y la bóveda celeste, interrumpidas sólo en la línea del horizonte, por la Cordillera de los Andes. El aire es claro, seco, y el viento que pasa mueve a los arbustos bajos. Ubicada a 1400 metros sobre el nivel del mar, esta Pampa Amarilla de miles de kilómetros cuadrados en el departamento de Malargüe, en el sur de Mendoza, es el lugar del globo en el que se decidió radicar el Proyecto Internacional Pierre Auger. Pero no sólo por las condiciones ambientales y la heliofania –esto es, la claridad del aire–, sino también, como señala Alberto Lamagna gerente de investigación de la CNEA, “por las capacidades técnicas, la confianza y el compromiso de los organismos científicos argentinos en la formación de recursos humanos y el desarrollo de nuevas tecnologías de detección”.

Este observatorio es un experimento de la espera, un laboratorio que a cielo abierto, aguarda agazapado a ese rayo que permita entender las profundidades del universo. Reina el silencio. Sólo mirando el campo con atención se distinguen los detectores de superficie. Como piezas de un enorme tablero esperan. Minuto a minuto, todos los días. Y en cada extremo del campo tres telescopios de fluorescencia hacen su parte cuando cae la noche. La calma de la Pampa Amarilla contrasta con la agitación con el que los científicos se mueven en el edificio central del Pierre Auger, una Torre de Babel pero a la inversa: todos hablan lenguas diferentes pero se entienden. Algo que sólo logra el idioma de la ciencia.

Es un ambicioso proyecto científico que se ha decidido continuar, que espera captar partículas invisibles dotadas de una inexplicable energía, que han viajado millones de años luz por el universo. Son mensajeros, traen consigo información acerca de lejanos sistemas astronómicos, agujeros negros, supernovas y cuásares. Los resultados científicos han generado nuevas preguntas. Así funciona la ciencia. Se sabe que son partículas pesadas, ahora se quiere indagar en su composición. El plan no es solo continuar funcionando, sino potenciarlo, ir por más. Así debería funcionar siempre la ciencia. Para eso mejorarán la electrónica, colocarán más detectores y los modernizarán. “Estamos conformes porque desde aquí hemos escrito nuevos capítulos en el libro de la naturaleza, pero seguimos con el mismo entusiasmo que hace 20 años”, dice el físico alemán Karlheinz Kampert, director de la colaboración internacional del proyecto. “Malargüe no solo es el sitio del proyecto, es su hogar”, destaca el representante italiano Fernando Ferroni. Un rato después del acto protocolar, los científicos de Pierre Auger desfilaban por la avenida principal de Malargüe. No estaban solos. Con escuelas, gauchos, instituciones y varias “reinas” de la belleza, desfilaron en los festejos del 65 aniversario de esta ciudad. Los científicos además de mirar el espacio profundo, estaban junto a los malargüeños, en las calles. Así debería ser siempre la ciencia.

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