SOCIEDAD › CEREMONIA TRADICIONAL BUDISTA EN EL PARQUE JAPONES

Un casamiento con el Buda

Fue un evento cultural no tradicional: una pareja de argentinos de ascendencia japonesa se casó según el rito tradicional de sus ancestros. Aunque ya se habían casado en la Iglesia Católica.

 Por Carlos Rodríguez

La barca se deslizó suave, a pesar de ir navegando en zig-zag, por las aguas del lago del Jardín Japonés, mientras en los alrededores del palco donde minutos después se hizo la ceremonia central, un típico casamiento según el rito budista, decenas de chicas y mujeres suspiraron, tuvieran o no ascendencia oriental. Los novios, Mario y Mariana, argentinos, hijos de japoneses, en la vida real se casaron el 3 de julio en una Iglesia Católica, Apostólica y Romana, pero ayer recrearon una boda al estilo de sus ancestros, donde no faltaron el brindis con sake, vino hecho a base de arroz; la música tradicional con el sonido del taiko, tambor japonés siempre presente en todas las festividades, y una flauta de caña de bambú, y por supuesto los monjes que elevaron sus cantos a Buda, el numen de la ceremonia, para que garantice la eterna felicidad y fidelidad de la pareja. Todo termina con flores, muchas flores, para la madre de la novia y con un poco de kaachashi, un colorido baile japonés, amenizado con algunos “piquitos”, leves, pudorosos, que intercambiaron ella y él.
La ceremonia, que duró cerca de una hora, comenzó con la llegada de los novios en un barca que fue cruzando el lago, en la tarde-noche de ayer, siguiendo el sendero de agua marcado por las antorchas. Los familiares de la pareja, con paciencia nipona, aguardaron la llegada de los dos jóvenes sobre un caminito de madera que va zigzagueando a ras del agua. Los novios, luego de bajar de la embarcación, caminaron sobre una alfombra roja, dos reyes seguidos por su séquito, en silencio, con el único sonido de una campanilla que hacía sonar uno de los siete monjes –la única mujer del grupo– y el redoble del taiko, ubicado en el centro del altarescenario, con su aspecto de barril de cerveza con parches.
En el Japón, a pesar de los aires de la modernidad, todavía son muchos los matrimonios por acuerdo entre familias, que comienzan en el restaurante de un hotel de lujo. El omiai, como se llama a esa presentación formal con vistas al matrimonio, todavía involucra a muchas de las 798.139 parejas que se unen cada año en el Japón, a razón de un casamiento cada 40 segundos, según las estadísticas oficiales.
En la boda realizada ayer, la novia lució un kimono de fiesta llamado shiro-muku, que significa blanco y puro, propio “de las novias”, como recordó una voz en off. El vestido estampado estaba lleno de dibujos de flores, pinos, abanicos y grullas. Mariana llevaba también un gracioso hakoseko (monedero) y una capucha que se llama tusuno-kapushi y que sirve, literalmente, para “cubrir los cuernos” y como “símbolo de obediencia”, según consignaron los organizadores de la fiesta.
Los “cuernos” a los que se hace alusión son los del oni (diablo) que, según las creencias, toda mujer lleva oculto en su corazón. Lo esconde bajo la capucha, pero ya tendrá oportunidad de sacarlo a relucir “en el momento oportuno”, insinuó con un guiño de ojo un pícaro japonés que ayudó a desasnar al cronista. Después de brindar con sake y de intercambiar anillos, los cónyuges entregaron un enorme ramo de flores cada uno a la madre de la novia. Las bodas en Japón son costosas (se invierten hasta 80 mil dólares en el banquete posterior) y los matrimonios con tres hijas “hasta podrían quedar en la ruina” por más buena que fuera su posición económica.

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Mario y Mariana en el bote en que llegaron al altar, cruzando el lago del parque.
 
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