SOCIEDAD

Pedreas y heridos entre puesteros legales e ilegales de La Salada

El viernes, la policía desalojó a tres mil puesteros no autorizados. Ayer se se enfrentaron legales y desplazados.

El viernes un ejército de uniformes azules y topadoras pasó como Atila y su ejército de hunos sobre la feria ilegal de La Salada y no dejó nada en pie. En ese momento, el horario del arrasamiento evitó que se produjeran incidentes. Pero ese día, las imágenes de nudillos mordidos y promesas de vendetta quedaron flotando en el aire. “El domingo, volvemos”, dijeron entonces los capangas de los tres mil desplazados. Y ayer, uno de los dos días en que funciona la feria, cumplieron su palabra. Hubo pedradas, heridos y enfrentamientos entre los puesteros, supuestamente legales del sector Punta Mogotes, Ocean y Urkupiña, y los supuestamente ilegales, de la Ribera. Todo se inició porque los de la Ribera formaron un piquete que cortó el acceso a la feria dispuestos a cumplir la promesa: “Si no nos dejan vender, acá no vende nadie”.
La feria La Salada es el mercado mayorista más grande del país. Mueve 1200 millones de pesos anuales y es visitado por 50 mil personas cada vez que abre. Básicamente es un mercado muy barato de lo trucho, visitado por comerciantes que revenden los productos en Capital y la Zona Sur. El complejo, ubicado contra el Riachuelo y las vías del ferrocarril, en Ingeniero Budge, se divide en dos sectores claramente diferenciados: los legales y los que quedaron afuera. Los primeros, alrededor de 7 mil puesteros, pagan entre 250 y mil pesos por jornada, para ser admitidos por la Municipalidad de Lomas de Zamora y la larga cadena de miradas de oso, entre los que se encuentra la Bonaerense. Los 3 mil de La Ribera no pueden pagar semejantes sumas y entonces son amparados por capangas que alquilan puestos de metal levantados en el exterior del enorme complejo. En teoría, son los ilegales.
El viernes pasado, un ejército policial, topadoras y grúas arrasaron con todos los armazones de puestos de la Ribera. En ese momento, no había puesteros a la vista (la feria abre miércoles y domingos desde la noche hasta el mediodía siguiente). Los que llegaron lo hicieron demasiado tarde como para defender sus pertenencias, mucho menos con semejante despliegue policial. Apenas si pudieron morderse los nudillos y clamar venganza. “Si el domingo no podemos poner los puestos va a haber quilombo”, aseguraron a este diario algunos de los expulsados el viernes pasado.
Como era previsible e inevitable, ayer se desataron los incidentes y enfrentamientos. Todo se inició cuando los feriantes de La Ribera intentaron rearmar sus puestos de metal sin éxito, porque la policía les impidió cumplir con su objetivo. Entonces, como habían prometido, organizaron piquetes que cortaron el acceso a la feria, no sólo de los feriantes legales, sino de las 50 mil personas que suelen visitar el lugar. El corte del acceso desató la reacción de los de Punta Mogotes.
La reacción tomó la forma de una pedrea. De un lado y del otro. Al menos, tres personas resultaron heridas: un hombre y una mujer sufrieron cortes en la boca y la cabeza y un tercer herido fue internado en el hospital Oscar Alende, de Lomas de Zamora.

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Se enfrentaron a pedradas los legales y los ilegales.
“Si no nos dejan, no vende nadie”, dijeron los desplazados.
 
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