SOCIEDAD › DENUNCIAN POR ABUSO A UN CURA DE UN COLEGIO CATOLICO PORTEÑO

“Me amarás sobre todas las cosas”

Una ex alumna aseguró que la sometió sexualmente. A los 15 quedó embarazada. Seis años después, presentó la denuncia.

Lucía no es su nombre real sino el que escogieron sus abogados para hacer pública una denuncia por presunto abuso sexual contra un sacerdote del Colegio Tierra Santa, del barrio de Almagro. Según la presentación judicial, la joven estuvo en la escuela franciscana desde los tres años. A los 13 se encontró por primera vez a solas con el sacerdote acusado, en los sectores de clausura del convento. La joven, de 21 años, sostuvo que el acusado era el prefecto de Disciplina de la escuela y le hablaba “de la gestación de la Virgen María” cuando “mantenían relaciones en el altar”. Lucía quedó embarazada cuando tenía 15 años, el bebé nació seis meses más tarde y murió horas después del parto. Ella no encontró apoyo ni en el entorno familiar ni en la escuela para denunciar la situación durante seis años. Hace una semana cumplió la mayoría de edad y decidió hacer la denuncia, que quedó en manos del Juzgado de Instrucción porteño Nº 8.
“Esto no es un caso increíble”, dijo a Página/12 su abogado, el ex juez Daniel Llermanos. “Ocurre lo siguiente, piense en esto: una nena de 13 años, de escuela religiosa desde los 3, con una fuerte confianza en todo lo que se le enseña y en los ejemplos que se le dan. Se le instala un mecanismo de adoración y, a través de distintas formas de seducción que se fueron dando, para ella era como tocar el cielo con las manos.”
Lucía es el nombre elegido por la defensa para “denunciar el caso públicamente”, tal como ella lo deseaba, explicó Llermanos. La joven llegó al estudio del abogado convencida de que quería hacer algo, pero sin saber si, como ya le había sucedido, la denuncia se le volvería en contra. Había intentado hacerlo mucho tiempo antes pero, por acción u omisión, los que estaban cerca “no le dieron –dijo el abogado– la contención para hacerlo”. De acuerdo con la denuncia, no lo hicieron ni cuando mencionaba su caso ni cuando repetía que no era la única de las víctimas.
La causa quedó caratulada como supuesta “violación”, aunque el abogado pretendía imputarle al sacerdote el delito de “corrupción de menores”. “Una persona así supuestamente tiene el deber de velar y de proteger a sus alumnos –dijo Llermanos– para que no alcancen precozmente una adultez sexual, y eso no ocurrió. En este caso, la doble condición de ministro de un culto y de educador resultan agravantes de las figuras de corrupción de menores y de abuso deshonesto.”
Lucía declaró en el despacho del juez Julio Lucini, donde se hicieron tres audiencias. En una de ellas contó: “Me encontré con él (el acusado), a solas, por primera vez, cuando tenía 13 años, en el sector de la clausura del convento y me miró sonriendo mientras con sus manos hizo un gesto, haciendo chocar los dedos de cada mano, como señalando un deseo de tocarme los senos. Le recriminé la actitud, exigiéndole que no fuese mal educado. Me había causado vergüenza que aquel gesto fuera visto por una amiga. Como respuesta me propuso encontrarnos luego para hablar tranquilos”.
La denunciante sostuvo que su relación comenzó a formalizarse después de varios pedidos, bajo la excusa “de una amistad distinta”. El Colegio Tierra Santa está en la calle Sánchez de Bustamante 124. Según el abogado, el prelado tenía a su cargo todas las cuestiones de conducta relacionadas con el establecimiento de estudios secundarios; la situación de abuso de la joven existe, según sostuvo ella misma, desde sus 13 años. El religioso era un franciscano de quien el abogado decidió mantener su identidad en reserva.
Lucía no estaba internada como pupila. Iba a clases media jornada y volvía a su casa, pero en su hogar nadie parecía darse cuenta de que su misticismo en aumento tenía quien lo alimentara. En la denuncia, la joven describió algunos de los mecanismos considerados como perversos, durante los primeros encuentros con el sacerdote. En esas ocasiones utiliza la palabra “abuso”. La denunciante sostuvo que esas situaciones sucedieron bajo “amenaza de muerte”: “Yo llegué a contarle todas mis cuestiones personales –dijo ella–, incluso que tenía un incipiente noviazgo con un alumno del Instituto, hasta que un día me exigió que no saliera con nadie. El padre me presionaba duramente, me pedía que estuviera siempre con él y hasta incluso dejé de tratarme con mis amigas”.
El 5 de septiembre de 1997, la joven cumplió 14 años. “Me invitó a cenar y, luego de comer, me llevó a caminar por la costa; estando sentada sobre el paredón que da al río, me abrió las piernas, me abrazó y me besó en el cuello.” En la denuncia detalló algunas escenas más. Entre otras, relató uno de los extraños pedidos del sacerdote. Estaban solos, “se levantó los hábitos, guardó la llave entre sus calzoncillos, y me miró como insinuando que podía tomarlas”.
Poco meses más tarde comenzó la iniciación de la experiencia sexual. La joven denunció que, el 14 de febrero de 1998, ella aceptó pasar unos días en una cabaña del Tigre: “Me llevó –como sorpresa– a una cabaña que había alquilado. Allí fue el primer acto sexual completo”. Las relaciones continuaron. Normalmente, sostuvo, estaban precedidas por algún tipo de gesto de violencia física, golpes que se sucedían entre juegos sexuales, en ocasiones en el altar de la Iglesia, contó.
Lucía continuó su relato: sostuvo que quedó embarazada cuando tenía 15 años; que el cura ya le había hablado de la gestación de aquel que los relatos bíblicos presentan como “el hijo de Dios”, nacido del vientre inmaculado de la Virgen María. El bebé de Lucía nació después de seis meses de gestación, y murió pocas horas más tarde. Ella había cumplido 16 años y ese embarazo modificó la relación con el cura y con los más cercanos. Antes del parto, cuando el embarazo resultaba inocultable, el sacerdote “comenzó a acusarla a ella de buscarlo, como si se la tratara de Lucifer o la satanizara”. En la escuela, dijo Llermanos, “todos conocían la situación y la relación”, pero nadie habló ni habla.
Las reacciones de su entorno contrarias a su embarazo no le permitieron presentarse antes a hacer la denuncia judicial contra los responsables de la escuela o contra el sacerdote. “No tenía la contención familiar necesaria”, dijo el abogado. En la denuncia judicial, Llermanos dejó escrito que “otras autoridades eclesiásticas habían encubierto el delito”. También que su representada conoció “otros casos” en los que habría actuado el denunciado. Por eso insistió, en diálogo con Página/12: “No parece ser un caso puntual y aislado”.
Lucía cumplió años hace una semana. Decidió hacer la presentación judicial y, después de pensarlo, también hacer una denuncia ante la opinión pública. “Ahora, como es adulta –agregó Llermanos–, no necesita la autorización de los mayores, ella sola puede decirlo.” Cuando llegó al estudio para presentarle el caso, todavía temía que, como le sucedió con el embarazo, los otros volvieran a satanizarla.

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El frente del Colegio Tierra Santa, de la orden de los padres franciscanos, en Almagro.
Durante ocho años, una alumna mantuvo en secreto el abuso sexual al que dijo haber sido sometida.
 
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