SOCIEDAD › EL PREMIO DE MEDICINA FUE PARA DOS CIENTIFICOS DE EE.UU.

Con buen olfato para el Nobel

Linda Buck y Richard Axel fueron premiados por sus estudios, que aclararon el funcionamiento del sistema olfativo. Ambos descubrieron la base genética de la identificación de los olores.

 Por Pedro Lipcovich

Es bueno que las mujeres con irregularidades en la menstruación no se alejen demasiado de los varones, ya que el olor del hombre propicia la regularización del ciclo. Sólo por haber fundamentado científicamente hallazgos de este orden, Linda Buck y Richard Axel merecerían el Premio Nobel, pero hicieron mucho más: descubrieron las bases genéticas de la recepción y transmisión de los olores, desde el epitelio olfatorio al cerebro. Su trabajo fundamental se publicó en 1991 y, a partir de él, distintos investigadores ampliaron la comprensión de la combinatoria biológica que, según una reseña que la propia doctora Buck publicó hace unos meses, permite discernir “más de mil millones de olores”. En la clínica médica, las dificultades para discernir olores pueden ser indicios tempranos de enfermedades como el mal de Alzheimer. En la Argentina, sin embargo, según una de las principales investigadoras del área, se hacen cirugías otorrinolaringológicas que no respetan la integridad de la zona olfatoria, y la investigación en el área no obtiene suficiente financiación oficial.
“Los laureados efectuaron estudios pioneros que aclararon el funcionamiento del sistema olfativo”, afirmó el comunicado del Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, encargado de otorgar el Nobel de Medicina. “El olfato fue durante mucho tiempo el más enigmático de nuestros sentidos. No se comprendían los principios básicos que nos permiten reconocer y recordar aproximadamente 10.000 olores”, agrega el informe. El Instituto destaca que los trabajos de Buck y Axel permitieron descubrir “una gran familia compuesta de 1000 genes que actúan en un número equivalente de tipos de receptores olfativos”.
En 1991, los dos científicos, que trabajaban en la Universidad de Columbia, publicaron en la revista Cell el trabajo donde caracterizaron 18 diferentes genes específicos del epitelio olfatorio, “miembros de una familia multigénica extremadamente amplia”. Cuando el olor entra en contacto con determinados receptores en la superficie de las células olfatorias, se activan las “proteínas G, que a su vez generan un potencial de acción que se propaga hacia el cerebro”. Buck y Axel encontraron los primeros 18 genes que gobiernan la producción de esas proteínas.
Hace varios meses, en un nuevo artículo en Cell, Linda Buck reseñó los hallazgos que distintos investigadores agregaron en recientes años: “Se descubrió que los mamíferos tienen mil tipos de receptores de olor, y que cada neurona olfatoria expresa sólo uno de esos receptores. Cada receptor reconoce múltiples odorantes y los diferentes odorantes son detectados por distintas combinaciones de receptores, lo cual permitiría reconocer más de mil millones diferentes de códigos, y así discriminar una cantidad virtualmente ilimitada de olores”.
La especialista argentina Matilde Otero-Losada –investigadora del Conicet y en el Instituto de Investigaciones Sensoriales del Hospital de Clínicas– comentó que, antes de los trabajos de Buck y Axel, “no se sabía prácticamente nada sobre la trasmisión de señales a nivel del sistema olfatorio”, y observó que “el epitelio olfatorio procede de los mismos tejidos embrionarios que la hipófisis y el hipotálamo”, lo cual se traduce en que “por medio del olor se desencadenan regulaciones neurohormonales”.
Es el caso de “las mujeres que, por vivir o trabajar juntas, sintonizan sus ciclos menstruales”, explicó Otero-Losada. O bien, “a mujeres con irregularidades en sus ciclos, por ejemplo próximas a la menopausia, les es recomendable frecuentar la presencia masculina; el olor del hombre desencadena los mecanismos hormonales que propician la procreación. De igual modo, determinados olores estimulan en el hombre la secreción de esperma”. Y, sobre todo, “el olor de la madre no se olvida; uno podría reconocer a su madre con los ojos cerrados durante toda la vida. Es un mecanismo biológico que la cría reconozca así a la madre para no apartarse de ella”. Sin embargo, “aún los médicos desestiman la zona olfatoria: en muchas cirugías otorrinolaringológicas se extirpan zonas importantes para el control neurohormonal, aunque no lo sean para la percepción olfativa consciente”, advirtió la especialista.

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Richard Axel y Linda Buck, cuando trabajaban juntos en la Universidad de Columbia.
 
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