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La esperanza del turismo

Por C. R.

A pocos kilómetros de los esteros del Iberá, donde el turismo internacional ha sentado dólares y euros, la isla Apipé espera, al menos, recibir algunos pesos. “Esta zona es una reserva natural que tiene sus esteros, modestos pero bellos, sus lagunas, sus yacarés, sus monos aulladores, sus ciervos, 200 especies de pájaros y hasta la víbora Curiyú”, una boa constrictor autóctona que no es venenosa, pero que puede comerse vivo un animal y arrojar los huesos, al estilo del Caramonchón. Zita Vallejos es la responsable del Proyecto Uso Turístico de la isla, en el que el Consejo Federal de Inversiones invertirá la modesta suma de 30 mil pesos, con la intención de fomentar el turismo ecológico.
Aunque nada puede compararse con la belleza del Iberá, que ocupa más de 80 mil hectáreas, Apipé tiene una laguna con leyenda, la Hinne, donde unas enigmáticas –y gruesas– cadenas que surcan sus aguas y llegan hasta la orilla, han creado una multitud de historias. Se cree que pertenecen a un barco hundido. Una vieja leyenda afirma que las cadenas sirven para levantar una pesada tapa que desemboca en un agujero negro que lleva directamente al Paraguay.
El riacho Apipé tiene aguas transparentes, porque en esta zona el lecho del Paraná y de sus afluentes es pétreo. Por lo tanto, el río no es oscuro como cuando el fondo de arena y tierra se hace barro. El balneario del riacho tiene una arena blanquísima y una temperatura ideal, incluso más allá del verano. El riacho Toro es otro lugar de ensueño, pero no apto para bañarse. Su atractivo y su defecto, según se mire, son los yacarés, que se arrojan al agua cuando advierten ruidos humanos. “Están llegando inversores que quieren fomentar el ecoturismo”, confirma Vallejos.

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