SOCIEDAD › OTRO TRIPLE CRIMEN CONMOCIONO A LA CIUDAD, QUE MARCHO PIDIENDO JUSTICIA

El día que el horror volvió a Cipolletti

Un hombre asesinó a tres mujeres a cuchilladas en un consultorio: a dos de ellas las roció con ácido. A una cuarta mujer la hirió. Hay un detenido. El pueblo salió a la calle y repudió a las autoridades.

Por Cristian Alarcón y Raúl Kollmann

Bettina Bilbao esperaba en el auto a su madre, Ketty, que había entrado al consultorio a pedir un turno. Tardaba demasiado. Decidió ver qué pasaba. Entonces, cuando iba a entrar, se cruzó con un hombre que cerraba con llave la puerta del consultorio.
–¿Todavía están atendiendo?
–Pase y vea –le respondió el joven, ni muy alto ni muy robusto, y se fue montado a una bicicleta que fue moderna cuando Cipolletti fue pujante. En la ciudad del triple crimen, y de una saga de asesinatos irresueltos a mujeres de clase media, Bettina tuvo que romper una ventana para entrar al lugar y encontrarse con un festín sangriento: una bioquímica, una psicóloga y una paciente atadas y apuñaladas, dos de ellas con las caras quemadas por un ácido. Su madre, que se recupera en terapia intensiva, apuñalada y rociada con el mismo líquido, pero en el patio de la casa usada como consultorio. Pocas horas después la policía detuvo a un sospechoso. Lo encontraron por un seguimiento con perros, similar al que había dado con los falsos asesinos de las chicas del triple crimen.
Con cada crimen nuevo (ver aparte), las explicaciones posibles son más estrambóticas. “Un loco, un psicópata, un maniático, no sé cómo llamarlo”, le dijo a Página/12 el padre de la bioquímica Mónica García, de 28 años, asesinada de 9 puñaladas en el pecho, el abdomen y la espalda, y quemada la cara con ácico acético. Esa es la primera impresión también de los investigadores que trabajan en el caso dirigidos por el juez Juan Torres y que tiene un sospechoso detenido pocas horas después de la masacre en un conventillo del barrio Pichi Nahuel. Le dicen “El Clavo” Sandoval, tiene 40 años y antecedentes penales, según fuentes de la cuestionada policía rionegrina. “No queremos que metan preso a un mapuche”, era ayer el pedido común de la gente que llenó ocho cuadras completas en una marcha convocada por el intendente Julio Arriaga en repudio a los asesinatos. Sucede que terminó repudiado él mismo y su par neuquino. Lo abuchearon y hubo un intercambio de empujones entre los manifestantes y sus seguidores. Es que la experiencia que los 80 mil habitantes de la ciudad del Alto Valle tienen con la Justicia, la policía y el poder político rionegrino no es buena. En el triple crimen, al segundo día los perros policiales llevaron a una tapera ocupada por dos indigentes a los investigadores. Horacio Huenchumir e Hilario Sepúlveda pasaron dos meses presos en vano.
El hall y la entrada del laboratorio de García estaban salpicados por la sangre de los violentos cuchillazos a las cuatro mujeres. Por las pocas pruebas acumuladas en el caso queda claro que las tres atadas fueron atacadas un rato antes que la madre de Bettina, Ketty Bilbao, quien habría llegado de sorpresa, casi a la hora de cierre del consultorio, las 20.30. La bioquímica había dado clases hasta pasadas las cinco de la tarde en el colegio secundario Nº 15, en el Barrio La Paz. Mónica –dos hijos, una nena de un año y dos meses y un nene de cinco– compartía la vieja casona de la esquina de 25 de Mayo y Roca con otras dos bioquímicas y con la psicóloga Carmen Marcoveccio, de 30, también con dos hijos pequeños. La saña del killer estuvo concentrada en la psicóloga: apareció atada, con el rostro quemado por el ácido acético que el asesino tomó del mismo mesón de trabajo de Mónica, y con 13 puñaladas en el pecho, el abdomen y la espalda. Para los investigadores el dato no sería menor: suponen que si se trata de un psicokiller debió haber habido algún tipo de relación entre él y por lo menos una de las víctimas. La violencia con que fue agredida Carmen les hace pensar que era ella la primera destinataria del ataque.
La tercera víctima es una paciente de la psicóloga: Alejandra Carbajal, de 40 años. Ella sufrió cinco cortes en el abdomen y los brazos y fue prácticamente degollada. Su cuerpo quedó tendido en el jardín del consultorio. Casi cuando el asesino terminaba su faena entró a la casa de 25 de Mayo Ketty Bilbao, de más de 70. Ella es la sobreviviente, la testigo clave. Se recupera en la sala de terapia intensiva del Hospital deCipolletti. El homicida le dio dos cortes en el cuello. Intentó degollarla, pero no lo hizo con la suficiente fuerza. Los cortes son superficiales, por eso no alcanzó a perder la sangre que las otras mujeres. García y Marcoveccio murieron después de ser atendidas en el hospital, donde una pequeña multitud se había reunido a esperar noticias, en medio de llantos y ataques de nervios. García murió pasadas las once de la noche y poco después su compañera.
El asesino llegó poco antes de las 20 en bicicleta. Lo que no previno fue cruzarse con la hija de Ketty, Bettina. Pero no perdió el temple al contestarle, mientras cerraba la puerta con llave dejando adentro a sus víctimas, que pasara y que viera. Bettina, que había dejado a su hijos en el auto, no pudo verle la cara completa al homicida. Lo describe como un hombre de unos 20 años, de un 1,70 m, moreno. Llevaba un pantalón de jean y un buzo con capucha de color oscuro. La bicicleta era de color claro y lucía como para una chatarra. De hecho en esa bici fue que escapó y a las dos cuadras se cayó el asesino. Fue en la esquina de Mengelle y O’Higgins, frente al Club Cipolletti, yendo para el barrio Pichi Nahuel. Lo vieron varias personas. Allí se le cayó una botella en la que llevaba el ácido con un insoportable olor a vinagre, usado para reacciones químicas en el laboratorio. El siguió adelante. Ayer casi no se podía andar en bici por la ciudad; la policía, locamente, paraba a cualquiera que fuera por las calles en dos ruedas. Seguramente el asesino seguía prófugo.

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Dos de las mujeres, amordazadas y acuchilladas, estaban en el consultorio; la tercera, en el jardín.
 
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