SOCIEDAD

Pinamar sigue siendo el paraíso del turismo de alto nivel adquisitivo

En la primera quincena llegaron 235 mil turistas, y para la segunda se esperan más. La mayor ocupación se registró en hoteles de categoría. Se alquiló el 95 por ciento de las viviendas ofrecidas.

 Por Carlos Rodríguez
Desde Pinamar

Ahora con la compañía del sol, tan esquivo durante los primeros quince días de enero, Pinamar parece haber recuperado “todo su esplendor”, como repiten a cada rato los operadores turísticos y los que tienen años de caminar por estas playas. El concepto tiene que ver con las cifras que dicen que en la primera mitad del mes llegaron 235.125 turistas y que el número será mayor en la segunda quincena, pero sobre todo con la calidad de la demanda, dado que el mayor nivel de ocupación –el 98 por ciento– fue para los hoteles cuatro estrellas, que hasta fin de mes mantendrán ese lugar de preferencia. Claro que Pinamar no fue la excepción, en una costa atlántica que ya recibió un caudal turístico que aportó un gasto diario de 66 millones de pesos, lo que significa un total de 990 millones de pesos en lo que va del mes, según confirmó a Página/12 el secretario de Turismo bonaerense, Miguel Angel Cuberos, quien estimó que las estadísticas hablan de un crecimiento de la demanda “que ronda el 16 por ciento respecto del año pasado”. Para Cuberos, lo ocurrido “es para estar muy conformes”.

A Pinamar, además de los turistas de alto nivel adquisitivo, también han llegado en forma masiva los sectores medios e incluso otros grupos de menores recursos que combinan trabajo de temporada con breves incursiones en la playa. Esta presencia se puede comprobar sobre todo en los lugares de arena pública que dejan, a la vera del mar, los catorce balnearios de la zona céntrica, es decir los más cercanos –hacia el sur y hacia el norte– de la avenida Jorge Bunge. El turismo más exclusivo se vuelca hacia la zona norte de Pinamar, entre los balnearios Terraza del Alba y El Más Allá, o hacia Cariló u Ostende.

Flavio es un peruano nacido en Bagua Grande, en la zona del Amazonas, en la siempre conflictiva frontera con el Ecuador. Afirma sacando pecho que se está “dando el lujo” de veranear “en una playa exclusiva como ésta”, pero aclara enseguida que puede hacerlo porque tiene trabajo como promotor de una cadena local de hoteles de tres y cuatro estrellas. Flavio conforma un grupo integrado por dos chicas mendocinas, Sol y Mariela; Diego, que llegó de Mar del Plata, y Maximiliano, también de Mendoza, aunque él vive en Las Heras y no en Godoy Cruz, como sus dos coterráneas.

“Nos pagan una comisión y algunos de nosotros también atendemos negocios o salimos a vender por la calle. Con lo que juntamos, nos queda dinero para alojamiento, baile y comida, y para venir a la playa cuando tenemos tiempo libre. Es un poco sacrificado, pero es mejor que quedarse en casa”, confirman Sol y Mariela. “Esto es muy lindo, me hace recordar las playas de Pimentel o Punta Sal, en el Perú, donde iba cuando era niño. Pimentel es un lugar muy conocido, con puerto y un montón de leyendas que vienen desde la época de la conquista española”, aporta Flavio, con nostalgias de su tierra.

Carlos es de Madariaga, cerca de Pinamar. Desde hace cuatro años, todos los veranos, vende bijouterie artesanal en las playas. Mientras trata de convencer a Florencia (24), de Palermo, para que le compre un collar de cuatro vueltas de piedras multicolores a la “modesta suma de 80 pesos”, afirma que de diciembre a marzo vive de su trajín por la arena. “Lo que más se vende son las piezas de 9 o 10 pesos. Las mejores clientas son las chicas de 17 a 20 años, que son de buena familia, a veces, pero siempre andan con la plata justa, porque los que manejan la chequera son papá y mamá.”

Alfredo y José, que viven en Pinamar, a metros de la playa, en el balneario Viejo Lobo, se ganan la vida con una lancha a motor en la que realizan “excursiones de pesca de cuatro horas, unos cuatro o seis kilómetros mar adentro, para sacar pescadilla y corvinas”. En la primera quincena tuvieron poca oportunidad de salir por el mal tiempo. “Si el mar está agitado, la gente se descompone y hay que volver, lo que significa una pérdida de tiempo y una molestia para los turistas.” La mayoría de los que se animan “no tienen ni idea de lo que es pescar, pero nosotros les enseñamos y les damos la caña, el anzuelo y sacan, te aseguro que sacan”, jura Alfredo. Los pescadores dicen que cuentan con un “permiso municipal” que exhiben a los clientes, a los que cobran 60 pesos por persona.

El turismo VIP está en otras playas, en el norte de la ciudad. Los alojamientos de mayor categoría (hoteles cuatro estrellas, hosterías tres estrellas y apart hoteles) están ocupados en un 88 a 98 por ciento de su capacidad, informó a Página/12 Lucrecia Capparelli, jefa de prensa de la Municipalidad de Pinamar. Sobre un total de 18.814 plazas, ese sector tuvo ocupadas en la primera quincena 16.556. Del total de arribos en las primeras semanas, cerca de 80 mil turistas extendieron su estadía por una o dos semanas más, lo que hace prever que el comercio obtendrá buenos dividendos, aunque los precios están entre un 15 y un 25 por ciento por sobre los valores del año pasado. Los alquileres de vivienda, que comenzaron el mes con un 85 por ciento de ocupación, sobre el final de la quincena llegaron al 95 por ciento, aseguró Capparelli.

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En toda la costa bonaerense se gastó un promedio de 66 millones de pesos diarios.
 
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