SOCIEDAD › QUEMADO POR SU HIJASTRO, QUE INTENTO ROBAR UN DINERO INEXISTENTE

Probó su sospecha con su propia muerte

 Por Horacio Cecchi

Si los datos son tal como los investigadores sostienen que son, el horrible final de José Hernández, en Benavídez, fue resultado de una trampa tendida por él mismo para dejar al descubierto al hijo de su pareja, de quien sospechaba que le robaba. Hernández dejó circular en la familia la versión de que estaba por cobrar 10 mil pesos, y de esa forma agarrar in fraganti al chico, de 15 años. Pero lo comprobó con su propia vida. La noche del lunes pasado, dos adolescentes asaltaron su casa, lo ataron a él y a su mujer, y tras buscar el dinero que obviamente no encontraron, le prendieron fuego a la vivienda. Hernández murió asfixiado. Su cuerpo apareció semicarbonizado en el interior del edificio. La mujer logró zafar de las ataduras y con algunas quemaduras llegó a la comisaría para denunciar el hecho. Al chico lo detuvieron en el auto de su padrastro, después de intentar eludir a la policía, con un bidón de nafta en el baúl. Los dos asaltantes, de 17 años, fueron detenidos más tarde.

José Omar Hernández, de 54 años, vivía de la renta de tres locales comerciales que alquilaba en el frente de su casa, ubicada sobre la Ruta 9 y el cruce con avenida Alvear, en Benavídez, partido de Tigre. Vivía con su pareja, Andrea Meza, de 36, el hijo de su mujer, de 15 años, y una hermana mayor. Según reveló la hermana a los investigadores, Hernández sospechaba hacía tiempo que el chico le robaba objetos o dinero. “Decidió agarrar in fraganti al chico –confió uno de los investigadores–. Echó a correr entre la familia una versión de que iría a cobrar una suma importante. Pretendía hacer caer al hijastro en una trampa para agarrarlo.”

El lunes, pasadas las diez de la noche, alguien tocó a la puerta de lo de Hernández. El chico fue a abrir y volvió con dos jóvenes que lo amenazaban con armas. El dúo de visitantes ató con cables a Hernández y a su mujer y mantuvo como supuesto rehén al chico. No es posible saber aún qué pensó el dueño de casa en ese momento. Lo que es imaginable es el horror de Hernández a medida que fue avanzando el truco que él mismo había iniciado y que se clavaba como un anzuelo en su propia boca.

La búsqueda del dinero, él lo sabía, fue infructuosa. Pero para su horror, el de su mujer y supuestamente el del chico, los dos asaltantes rociaron con nafta el lugar, le prendieron fuego y huyeron con su supuesto secuestrado. Meza logró zafar cuando el incendio ya se había desatado, y con quemaduras y una tremenda crisis de nervios llegó a la comisaría de Benavídez, donde logró balbucear el hecho, el supuesto secuestro de su hijo, el robo del auto, un Duna rojo, y su correspondiente patente.

La policía de Tigre y los bomberos llegaron de inmediato a la casa, pero el fuego ya había consumido el lugar. A Hernández lo hallaron semicarbonizado. “Estaba de rodillas, como en una posición de plegaria –describió un uniformado–. Murió asfixiado.” La policía logró localizar al Duna, pero el conductor intentó esquivarlos. Se desató una persecución que llegó hasta Pacheco. Cuando lo detuvieron, en el volante encontraron al supuesto rehén y en el baúl un bidón de nafta. El chico primero dijo que lo habían secuestrado y después dio los datos de un amigo que supuestamente conocía a los asaltantes. Cuando la policía localizó al amigo, éste reveló en cambio que el hijastro le había propuesto el robo y pedido que le fabricara una escopeta tumbera (el testigo trabaja en una herrería) para matar a su padrastro porque era demasiado severo con él. El joven rechazó la invitación, pero aseguró que días antes del asalto vio al amigo reunido con los asaltantes, luego detenidos. El trío quedó a disposición de la justicia de menores, aunque en el caso interviene el fiscal de Benavídez, Enrique Ferrari.

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