SOCIEDAD › CRITICAS A UN PROYECTO DE FERTILIZACION SOLO PARA HETEROSEXUALES

La asistencia que no asiste a todos

La CHA cuestiona el proyecto de ley de fertilización asistida de Luz Sapag, que deja afuera a las parejas homosexuales. Entrevista exclusiva a la primera pareja de lesbianas argentinas que recurrió a esa práctica, hace cuatro años, y que ya tiene dos hijos mellizos, una nena y un varón.

 Por Pedro Lipcovich

La Comunidad Homosexual Argentina (CHA) cuestiona un proyecto de ley sobre fertilización asistida –el de la senadora Luz Sapag– que la restringiría a “parejas heterosexuales convivientes”. Esta limitación “afecta y discrimina a nuestra comunidad”, sostiene la CHA, que pidió una entrevista con la Comisión de Salud de la Cámara alta “para poner a su disposición información y bibliografía actualizadas”. Página/12 dialogó con las integrantes de la primera pareja de lesbianas que, hace ya más de cuatro años y luego de diez de convivencia, recurrió a la fertilización asistida en la Argentina. “Pensamos y hablamos mucho antes de decidirlo”, recuerdan. Al elegir ese procedimiento, descartaron otra opción posible, la de una relación ocasional con un hombre sólo en busca del embarazo: “Ese camino de engaños no nos parecía el mejor”. Gracias a la fertilización asistida nacieron dos mellizos, nena y varón, que hoy van al jardín de infantes. En su crianza, y como suele suceder con los chicos, “la clave que evita confusiones es decirles a los chicos la verdad, siempre y en la medida en que lo requieren”, explican.

El de Luz Sapag es uno de los proyectos a partir de los cuales la Comisión de Salud del Senado de la Nación busca establecer un dictamen unificado en procura de una ley que regule la práctica de la fertilización médicamente asistida. Según esta propuesta, el procedimiento quedaría reservado para “los matrimonios y parejas heterosexuales que acrediten una relación estable de al menos dos años” y sólo “en casos de infertilidad debidamente diagnosticada”. En cambio, el proyecto de la senadora Haydée Giri permite las prácticas de fertilización asistida “a toda mujer mayor de edad y capaz” que “las acepte libre y conscientemente”.

Marcelo Suntheim, secretario de la CHA, enmarcó el reclamo de la entidad “en el proyecto de ley de Unión Civil, que presentamos en diciembre pasado en el Senado y que incluye, entre otros derechos, el de adopción en pareja. Impedir el acceso de parejas lesbianas a la fertilización se constituiría en un antecedente en contra de la adopción homoparental”. El dirigente agregó que “haremos llegar a los senadores el libro Adopción. La caída del prejuicio, editado por la CHA, que reúne el material científico más actualizado al respecto”.

Sandra (su nombre y el de su pareja se han cambiado en esta nota para preservar la privacidad requerida por ellas) es madre de dos mellizos, una nena y un varón de casi cuatro años, concebidos por fertilización asistida con gametos de un donante anónimo. Ella y Verónica forman la primera pareja lesbiana que, en la Argentina, tuvo hijos por este procedimiento. “Pensamos y hablamos mucho antes de decidirlo –recuerda Sandra–. Hacía diez años que convivíamos, ya habíamos vivido lo nuestro como pareja y sentíamos, sobre todo yo sentía una necesidad muy fuerte de ser mamá.” Además, puntualiza Verónica, “yo tenía ya 40 años y algunas dificultades para tener hijos. Sandra tenía 34, no convenía que esperara mucho más”.

Tomada la decisión de tener hijos, “hablamos mucho de cómo lo íbamos a encarar –recuerda Sandra–; porque había otras opciones”. Las otras opciones se centraban en que Sandra tuviera relaciones más o menos ocasionales con hombres, o con un hombre, hasta quedar embarazada. “Hay quienes lo resuelven así, pero ese camino de engaños no nos parecía el mejor”, cuenta Sandra. Además, agrega Verónica, “hubiera implicado que Sandra tuviera relaciones de riesgo, sin preservativo”. Por todo eso, concluye Sandra, “el camino que elegimos fue el mejor, el más seguro para todos”.

“Lo hicimos y fue hermoso”, recuerda Sandra. El tratamiento, de acuerdo con la rutina del instituto donde se efectuó, fue precedido por entrevistas con un psicólogo. “Cuando nos preguntó por qué habíamos elegido este camino, le contestamos que tener una relación con un hombre por el hecho de buscar un hijo, además de ser una falsedad, hubiese contribuido a fomentar en el hijo la idea de que hubo un padre que lo abandonó –explica Verónica–. Como muchos otros chicos, los nuestros no tienen padre, pero no porque se haya ido: no tienen que soportar la carga de un padre abandónico.”

No habiendo motivo para que el psicólogo planteara ninguna objeción, la fertilización asistida se efectuó y tuvo éxito. Nacieron mellizos. En todo el proceso, “nos sentimos muy acompañadas entre nosotras y también por nuestras familias –dice Sandra–. Los chicos saben que los abuelos y los tíos los quieren mucho pero también saben que su familia, la de todos los días, somos nosotros cuatro”. Ciertamente, “no es que tengan dos mamás –puntualiza Sandra–. ¿Cómo podrían decir en el jardín que tienen dos mamás? Cada nene tiene una mamá, no nace de dos panzas diferentes”.

“Ellos saben que su mamá es Sandra y a mí me dicen Tati, que es como me llamó siempre mi familia –dice Verónica–. Tienen claro que no soy ni la mamá ni el papá, sino alguien que deben respetar y con quien se criaron. Ellos saben quién los lleva a la plaza, quién los cuida cuando se enferman.”

La clave que evita confusiones, explica Verónica, es “decirles a los chicos la verdad, siempre y en la medida en que lo requieren. Todavía no cumplieron cuatro años, no se trata de explicarles qué es la fertilización asistida, todavía no lo preguntaron. Vamos paso a paso, según la motivación de ellos, pero no es difícil ir hablándoles. Los chicos de hoy ven televisión, están muy informados”.

Verónica colabora en la asesoría jurídica de la CHA, donde “muchas parejas consultan por este tema. Una dificultad son los costos: los procedimientos de fertilización asistida son caros y muchas veces hay que repetir el intento. Pero lo primero es tratar de orientarlos en cuanto a la responsabilidad que significa tener hijos; recordarles la importancia de que haya habido un tiempo de consolidación de la pareja”.

Lo que a Verónica le molesta son algunos prejuicios: “Escuchar cosas como que la nena va a salir lesbiana, que el nene va a salir gay. En nuestro caso, la nena es supercoqueta, si hasta es un triunfo que acepte ponerse un pantalón; y el nene no se quería poner un anillo porque le parecía cosa de mujeres, hasta que vio a un amigo nuestro, heterosexual, usar anillo, y recién entonces se lo puso”.

Los hijos de Sandra y Verónica tienen a su mamá y a su Tati: en cuanto al papá, “no se trata de que haya un hombre real y concreto, sino de que la función de poner límites, que se asocia con la figura paterna, esté presente en la familia”, destaca la mamá.

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Sandra y Verónica junto a sus dos mellizos, a cuatro años de haber tomado la decisión.
 
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