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Apostillas de una tarde de fe en la 9 de Julio

JC2 tiene 13 años, es MC –rapea sobre bases de hip-hop– y viajó con un micro desde Quilmes para ver a Luis Palau. Lo único que lo diferencia de McFlow, otro MC, es que él vive en La Paternal. Están al costado del escenario, trenzándose en una interminable batalla de rimas evangélicas free style. Un sucedáneo de rapero neoyorquino hace beat-box y musicaliza el combate entre JC2 y McFlow, que llegaron a la final del improvisado torneo casi deshidratados por la saliva que se les escapa de las comisuras. Este diario propone la consigna: “Cuenten por qué vienen a ver a Palau”. El sucedáneo de rapero imita el ruido de una bandeja y arranca JC2: “Mirá cómo te rimo para Página/12, Luis Palau es un amigo que la descose. Ora, no para y no tose, las palabras de Dios nos baja y de acá nadie se raja”. McFlow: “Fijate aquel con la faja, o aquel que tiene muletas, Palau te saca la yeta, te mira siempre a la jeta cuando predica en esta gran fiesta”. Y su alrededor se funde en un único aplauso, mientras un señor de diario bajo el brazo pregunta “quién pagó todo este despliegue”.

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“El Señor –por Jesucristo, no por Palau– me sacó de una vida de 20 años de drogas, alcohol y afanos.” La confesión la hace Sebastián, que tiene 33 años y un par de muletas como piernas. “Me falta una porque me dieron un escopetazo en un robo”, explica, mientras flamea planchas de separadores y stickers con citas evangélicas que vende en el festival. Hace tres años conoció “la palabra del Señor” a través de un discurso de Palau que vio por televisión. “Cuando estás hundido en la falopa y en el alcohol, cuando ni tus amigos ni tu familia ni tu tranza te bancan, siempre va a estar Jesucristo ahí”, dice para dar aliento a los que, como él alguna vez, “la tienen jodida”. Además de los pesos para darle de comer a sus cuatro pibes, que recauda vendiendo separadores, Sebastián fue al festival de Palau buscando otra cosa: “Después de escucharlo a Luis te vas con paz y tranquilidad a tu casa”, sentencia. Y se va, a seguir vendiendo, mientras un par de turistas belgas, protestantes por geografía, se preguntan “qué milagro ha hecho este hombre para convocar a tanta gente” en el Obelisco.

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Quién es Vico C., consulta el curioso frente a tanta remera con ese nombre. Marcos, un chico de “El Club” –que en realidad es el “Club de Fans de Vico C.”, con 120 adeptos en Argentina– explica que el muchacho es “el pionero en hacer reggaetón evangélico, un dominicano que vive en Miami y conoció ahí a Luis Palau, que lo acercó a la palabra del Señor”. La familia evangélica es grande, pero parece como si todos conocieran a todos. Los chicos de “El Club” saludan al grupito de Alejandro, Juan, Johanna, Denisse “con doble s”, Denise “con una s” y Male. Ellos también fueron “a escuchar música cristiana”, y de hecho Alejandro proyecta armar una banda desde que escuchó a Rescate. “Vinimos al festival para escuchar buena música y recibir el mensaje de Jesucristo”, explica Juan. Lucía, que parece ser la más fanatizada con Vico C., agrega que el mensaje es “de salvación, paz y amor”. Ambos grupos de chicos no superan los 18 años promedio, mientras que, a su lado, una señora que no baja de los sesenta busca desesperada un taxi que la ayude a abandonar el “tremendo lío”.

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Victoria y Ramón llevan “añares” de casados. Añares de felicidad, dicen, pero también de lucha contra una enfermedad que hace 15 afecta un riñón de Ramón. “Por pedir con fe en el Señor y en su palabra hoy mi marido está acá y puede disfrutar de Palau, nuestro líder carismático, y de las bandas”, pone en relación Victoria. Es su primera vez en un evento de estas características –masivo, festivo, religioso–, porque durante un tiempo estuvieron “muy encerrados” por la afección de Ramón. “Hoy quise venir a participar y agradecer estar vivo”, dice el hombre, mientras su mujer aprieta una de su muñeca con fuerza y sonríe. ¿Pero por qué razón eligieron a Palau entre tantos pastores? “Es una eminencia, tiene un carisma excepcional y recorrió todo el mundo. Está en contacto con los problemas de la gente. Y, a decir verdad, trajo bandas y está bueno para recordar viejas épocas”, señala ella. Se dan la mano, la hacen pendular, y miran absortos la pantalla donde, en algunas horas, verán aparecer la cara del que alguna vez los exhortó “a seguir creyendo y a tener fe”.

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“Es un despropósito.” “No es una decisión afortunada.” Así, uno por la afirmativa y otro por la negativa, se refirieron ayer el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el ministro del Interior, Florencio Randazzo, al permiso otorgado por el gobierno porteño a la realización del festival “Sí a la vida”. Las consideraciones de ambos funcionarios nacionales tienen que ver con “la decisión de Mauricio Macri de autorizar algo así un viernes a las seis de la tarde”, explicó Fernández, a quien la situación le “llamó la atención”. Es que la Legislatura porteña, además, declaró de interés al acto. Macri apuntó que la realización del festival ya había sido decidida por el ex jefe comunal Jorge Telerman y su director de Seguridad Vial, Pablo Martínez Carignano consideró que bien valen los problemas de tránsito cuando “hay un millón de personas deseosas de ver a su pastor”. El pastor, por otra parte, pidió disculpas por las complicaciones, pero sostuvo que “vale ese pequeño esfuerzo” para que “Argentina tenga un futuro bueno”.

Informe: Luis Paz

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