SOCIEDAD › LOS NUMEROS DE LA BANDA FANTASMA

Moneda nacional

 Por Horacio Cecchi

Rápidos, algunos cronistas de aquella época hicieron el cálculo: si Rolando González ganaba un sueldo común de empleado bancario, cuánto hubiera debido trabajar para obtener, lícitamente, los 1.029.814.706 pesos. Su sueldo, según revelaban los medios apenas el Rolo saltó a la fama, rondaba los 40 mil pesos. De la moneda nacional. Apenas para alquilar un departamento de uno o dos ambientes que, en el ’68, oscilaba entre 25 mil y 30 mil pesos mensuales.

Hablamos del período de la dictadura de Onganía, previo a los billetes Ley 18.188. Aunque imposible e inútil, el dólar en ese momento oscilaba por debajo de los 300 pesos m/n. De aquella época. Hoy, estaríamos hablando de una cifra con once ceros más.

González debería haber trabajado 2145 años para reunir la misma suma con su sueldo, sin siquiera gastar en un sifón de vidrio de aquella época. Desde ese punto de vista, lo de González fue una proeza.

Pero no estaba solo para realizarla. Además de Blanca Noemí Garfinkel de Fumberg, cuyo nombre aparecía como titular de las sociedades, estaba su marido, Santiago Fumberg, que según las crónicas de la época tenía prohibida la firma por una condena anterior de dos años, por estafa. Estaba considerado el verdadero cerebro de toda la operación. “Nueve años estuvo preso”, dijo una familiar entre sollozos cuando este diario, cuarenta años después, logró hacer contacto. “Fue un chivo expiatorio. Nunca hizo lo que dijeron que hizo”, aseguró la mujer mientras seguía desconsolada.

En cambio, para el juez Víctor Irurzun, el matrimonio Fumberg y González eran los responsables. Procesó al trío como los principales responsables. Pero el Chongo’s team no terminaba allí. Además del trío, otras nueve personas fueron detenidas e investigadas. Marta Avancini, la esposa de González; Oscar Falbo, Domingo Krenz, Juan Francisco Lanzillotta, Hugo Alberto Lorenzo, Juan Antonio Romero “Romerito”, Enrique Beceiro, Juan Carlos “Cacho” Helsinger, y Raúl Antonio Sánchez.

Los cinco últimos eran empleados del banco y los últimos tres fueron sobreseídos sin culpa ni cargo. “Usted no sabe lo que fue ese suplicio –le dijo a este diario uno de ellos–. Nos metieron en una celda en Defraudaciones y Estafas, incomunicados, estábamos como encapsulados, nadie me creía. Nueve días me tuvieron preso. Hablaba con el juez y el juez me escuchaba y me decía que sí, pero yo seguía preso. Nos tuvieron en una comisaría, en la cárcel de Devoto, estábamos con los primarios y en Tribunales. No me quiero acordar de aquel momento.”

Sánchez era el jefe directo del Chongo González. Perdió todo, fue despedido del banco. “No tenía nada que ver. Fue él que descubrió que pasaba algo raro en los balances”, dijo la misma fuente. Dos años después, Sánchez murió. Nunca se enteró de que la obra social de los bancarios reincorporaría a los sobreseídos. Según Irurzun, Romerito, Lorenzo y Lanzillotta fueron llevados por González como empleados de la empresa Citanova, ubicada en Libertador al 300, donde pretendían abrir una terminal de micros. Romero, con 20 mil de viáticos, estaba encargado de atraer a las empresas de micros a la terminal de Citanova. Lorenzo fue designado director con cinco mil pesos de viáticos. Lanzillotta cobraba 25 mil como auxiliar contable.

Las inversiones del grupo eran selectivas. Los Fumberg vivían en un departamento de la avenida Alvear. El grupo había invertido en autos de primera línea (el entonces modernísimo Torino figuraba a nombre de uno de ellos), había Mercedes Benz y alrededor de medio centenar de potrillos pura sangre.

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