Miércoles, 4 de diciembre de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Margarita Poggi *
Toda evaluación siempre supone algún grado de comparación, ya sea de un sistema educativo con otros o de cada sistema consigo mismo a lo largo del tiempo. Pero la cuestión central en toda evaluación es que la comparación sea lo más justa posible, es decir que se consideren distintos factores para evitar una interpretación simplista de los resultados.
¿Qué pasó con Argentina en el último estudio PISA 2012? Más allá de la posición en el ranking, que varía obviamente según los puntajes obtenidos, pero también según el total de países que participan en cada etapa, Argentina mantiene los mismos resultados en Matemáticas, Lectura y Ciencias, comparados con el estudio realizado en 2009. Pero para comprender mejor estos resultados se debe prestar atención a otras cuestiones.
En primer lugar, es preciso saber qué evalúa PISA: se trata de la población de 15 años de cada país participante que está asistiendo a la escuela, que es evaluada en sus capacidades para resolver situaciones problemáticas en las áreas ya mencionadas. Esta edad se seleccionó porque se trata de la edad próxima a la finalización de la educación obligatoria que, en la mayor parte de los países de la OCDE, fue definida a los 16 años. Pero, además, los adolescentes de 15 años se han incorporado a los sistemas educativos de esos países hace ya varias décadas, especialmente cuando se compara con la situación de los sistemas de América latina. Cabe recordar que en esta región sólo las leyes sancionadas en los noventa definen la educación obligatoria hasta los 15 años, siendo ampliada posteriormente en algunos países, a partir de las normativas aprobadas en la década pasada. Cuando se mira entonces la evolución de los niveles de logro en relación con la escolarización de los niños y adolescentes, un análisis a lo largo del tiempo ofrece otra perspectiva sobre los desafíos que están afrontando hoy los sistemas educativos de América latina –y obviamente el de Argentina– que deben, simultáneamente, ampliar la cobertura para posibilitar el acceso, permanencia y egreso de mayor cantidad de alumnos y a la vez garantizar los aprendizajes definidos como relevantes.
Por ello, en primer lugar, es necesario considerar qué pasa con la inclusión de los estudiantes en la escuela secundaria. Esta cuestión, si bien excede a PISA, no por ello es de menor relevancia. Se sabe que el acceso no alcanza para garantizar el derecho a la educación de los niños y adolescentes en su definición más integral, pero constituye sin duda una condición necesaria. Del conjunto de países que participaron en PISA 2012, sólo en Argentina y Chile la escolarización en el nivel secundario supera el 80 por ciento (Siteal). En otros términos, se trata de los dos países de la región participantes en el estudio en los que más adolescentes y jóvenes están asistiendo a este nivel, garantizándose con ello una progresiva inclusión.
Pero los resultados del estudio PISA también deben ser analizados en relación con otro problema de los sistemas educativos como es el de la repitencia. Para ello, cabe realizar otra aclaración: PISA no evalúa contenidos y habilidades enseñados de acuerdo con los currículos de los países participantes para cada año escolar, sino que evalúa competencias o capacidades de la población de 15 años escolarizada, para desempeñarse en la vida social y laboral. Sin embargo, esas capacidades no se forman espontáneamente, sino que es preciso asistir a la escuela y estar expuesto a la enseñanza de determinados contenidos para que puedan ser adquiridas. Los adolescentes con retraso escolar de uno o más años, como los repetidores, también son evaluados en este estudio independientemente del año escolar al que asisten. Pero, obviamente, ellos han carecido de oportunidades de aprendizaje valiosas para afrontar los desafíos que las pruebas les plantean. Anteriores informes PISA (así como de otros estudios regionales de evaluación) vienen señalando que la repetición de año tiene un efecto negativo en los aprendizajes. Adolescentes que han repetido, tanto en la escuela primaria como en la secundaria, asisten a este nivel en Argentina, el cual realiza además esfuerzos por mantenerlos, o reincorporarlos, si han salido temporalmente del sistema.
Pero más allá de las variadas lecturas que se efectuarán en estos días, no cabe duda de que sostener los resultados en PISA, al tiempo que se asegura el acceso y la permanencia en el nivel secundario, debe ser destacado. Ello no implica por supuesto desconocer los esfuerzos, que habrá que incrementar, para contribuir al desarrollo de capacidades cognitivas complejas, las cuales son evaluadas por los estudios nacionales que Argentina realiza, así como por los internacionales.
Cabe además realizar análisis más profundos acerca de PISA en el futuro, para los que se necesitará tiempo, dada la cantidad y complejidad de la información provista. Son ejemplo de ello, el análisis detallado por niveles de desempeño de los estudiantes, así como el estudio más exhaustivo de aspectos que influyen en el rendimiento, como las características del entorno socio-familiar, los hábitos y actitudes hacia el estudio, el tiempo efectivo de enseñanza, el clima de trabajo en las aulas, entre otros.
* Directora de IIPE-Unesco Buenos Aires.
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