Desde el hotel Lido, en Beijing, donde están reunidos desde hace días por novedades los familiares de los pasajeros y tripulación del vuelo de Malaysian, el sentimiento reinante luego del informe de la empresa fue de dolor y airadas recriminaciones a las autoridades malayas y de la propia aerolínea.

“¡Asesinos, asesinos! ¡Era mi único hijo! Esto es culpa del gobierno malayo”, gritó una mujer, que salía del salón con la cara cubierta de lágrimas. Los familiares, como durante toda la investigación, reclamaron por la desinformación por parte de las autoridades. “No nos explicaron nada bien. Estamos esperando aquí hace 17 días, no pueden anunciarlo así nomás. Está mal. Además, ¿dónde están las pruebas, dónde están las pruebas?”, exigió otra mujer.

Un hombre, incrédulo por los datos satelitales repentinamente disponibles, señaló: “¡Cómo puede llamarles la atención eso recién ahora? Los tiempos no cierran. Lo tienen que haber sabido antes”. El clima era tenso, hubo enfrentamientos entre familiares y periodistas y una mujer golpeó una de las cámaras que filmaba a un hombre llorando en el piso. “¡Váyanse!”, les gritó a los reporteros. Muchos familiares se quebraron al salir de la sala. Varios también se desmayaron y debieron ser trasladados en camillas o sillas de ruedas hacia ambulancias.

Los familiares se sentían estafados y desinformados. “No nos explicaron nada bien”, gritó una mujer enfurecida. “Estamos esperando aquí hace 17 días”, afirmó otra. “No pueden anunciarlo así nomás. Está mal.” La mujer no podía creer que el avión se haya estrellado el 8 de marzo.

Otro familiar sacudía la cabeza incrédulo por los datos satelitales repentinamente disponibles según los cuales la última señal del avión se registró hace unas dos semanas a 2500 kilómetros al oeste de Australia. Muchos familiares se quebraban al salir de la sala y debieron ser trasladados en camillas o sillas de ruedas hasta las ambulancias. Los empleados del hotel y los policías no logran protegerlos de los medios de todo el mundo.