SOCIEDAD › OPINIóN

Apartheid

 Por Paula Maffía *

Apartheid puse, cuando compartí en mi muro de Facebook la propuesta de Ocaña ante el acoso en el transporte público: generar un vagón rosa para mujeres, donde, entre pares, nadie será víctima ni tendrá un victimario para incentivar. Alguien me llamó exagerada por la comparación. Entonces le di un largo pensamiento al tema.

Sí, es una medida ya aplicada en el DF y en Río, donde su practicidad está en cuestión: en dos ciudades con tasas de femicidio y violación altísimas, que no aparentan descenso (sino que hablamos de dos usinas de noticias crueles e inhumanas, como el caso la violación de 33 hombres a una niña de 16 años en Brasil hace semanas), el vagón puede haber traído temporal comodidad o tranquilidad para las pasajeras ¿pero a costa de qué? En el DF en hora pico la mujer debe obligatoriamente (a fuerza de policía) viajar en un vagón segregacionista. Esto, sin embargo, bajó tan solo un 26 por ciento la tasa de abusos. Todas las mujeres en un vagón y solo un cuarto de mejora. En Río de Janeiro ya impusieron multas de mínimo 1000 Reales porque son tantos los hombres que viajan en el vagón rosa y encuentran ahí un lugar cómodo para viajar o un paraíso de snacks y ningún competidor. Se ha aplicado también en Tailandia y Japón pero ni quiero entrar en comparación con realidades de costumbres tan distintas y complejas que en definitiva, no conozco en profundidad. Mi corolario fue que este paliativo es, lejos de un paño frío, un tronco más a un incendio que nadie cuestiona: que la única persona que hace que una situación se torne un abuso o una violación es quien se impone a la fuerza sobre el otro. Enlatar a las mujeres no ha traído paz o serenidad en Río ni en el DF. ¿Debemos importar una propuesta (por más buenos motivos que haya tenido la legisladora) insuficiente en otras zonas a ver si funciona aquí? No es por no gastar pólvora en chimangos, es por no echar ese leño más a la opinión pública idiota que criminaliza a la mujer, al parecer la única responsable de este tema, la que debe resguardarse del hombre. Separarnos, aislarnos, es desoírnos e invisibilizarnos. El verdadero costo grave es ante una situación de emergencia postergar una vez más el cuestionamiento del problema real y resignar otro espacio de todos y todas al abuso de poder por parte del hombre. No elijamos volver a callarnos, no les demos qué opinar a esos buitres desde los titulares, cuando una mujer sea abusada pero... iba sola, ¿qué hacía entonces viajando en el vagón mixto entonces?

* Música y autora.

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