SOCIEDAD › COMO VIVIERON LA GOLEADA LOS CHICOS DE UN COLEGIO

Un partido que hizo escuela

Y llegó el día. Después de la polémica, no sólo lo vieron sino que también gritaron, llevaron gorros, se pintaron las caras, se calzaron las camisetas y, después de los noventa, festejaron, envueltos en banderas y a los pelotazos. Alumnos y maestros de una escuela porteña se olvidaron de los roles habituales para que en lugar de docentes y estudiantes haya sólo hinchas, fanáticos. Todos, incluso padres que integran la cooperadora de la escuela, estuvieron frente a la pantalla y vieron el partido de la Selección Nacional. Que ponelo a Messi, que cómo va a entrar el Cuchu Cambiasso, que hay que ganar sí o sí, fueron algunos de los comentarios, propios de la tribuna de cualquier estadio, que hicieron chicos y no tan chicos.

Faltaban 15 minutos para que comenzara el partido. La ventana al Mundial era un televisor de 21 pulgadas, ubicado sobre un alto y angosto armario de dos puertas. El artefacto era viejo, de esos que tienen el panel de control a la derecha de la pantalla. A los chicos de la escuela Organización de los Estados Americanos, una primaria del gobierno porteño de Caballito, no les importó que no fuera una pantalla de plasma, ni de LCD, ni la tan codiciada pantalla gigante. Sólo importaba tener algo celeste y blanco, y mucha garganta.

En silencio, algunas maestras sacaban de las aulas unos pocos escritorios y otras tantas sillas. Así se fue armando el palco oficial, aunque un tanto lejos de la pantalla. El microestadio improvisado estaba en el patio interno del colegio. Ahí, los chicos de sexto y séptimo grado iban a gritar por los once de José.

Para los minifanáticos de primero, segundo, tercero, cuarto y quinto grado, la sala para ver el partido se armó arriba: los televisores eran chicos y uno sólo no alcanzaba para todos. Sin embargo, esa organización no duró mucho. Pronto los de arriba bajaron y ahí se quedaron. Para gritar juntos, desde los de 6 años hasta los de 11.

Los docentes ya tenían todo listo. Mate, café, té y, en algunos casos, también gorritos de arlequín. Los chicos, que hasta las 10 estuvieron en clase, se iban arrimando a la tele, también con gorros, camisetas, entre las que se destacaban la número 11 de Carlos Tevez y la 19 de Lionel Messi, como un presagio de lo que llegaría minutos más tarde.

“Muchos chicos faltaron, en especial los más grandes. De uno de los séptimos vinieron sólo tres, entonces se juntaron con los del otro curso”, cuenta Claudia, maestra de uno de los dos séptimos que funcionan en la escuela. Ella, al igual que otros docentes y personal de colegio, estaban a puro mate. Todos sentados delante del televisor. Los chicos eligieron el piso, bien cerca de la tele, para no perderse ni un solo detalle.

Cuando los jugadores salieron a la cancha estallaron los aplausos de chicos y grandes. Las maestras se encargaron de pedir silencio cuando se tocó el Himno Nacional. Había banderas, caras con los cachetes pintados, globos, alumnos con las camperas rojas y grises de los egresados 2006 y también decoración albiceleste sobre las paredes del inmenso patio; parte de esa escenografía eran los preparativos para el 20 de Junio próximo. Todo combinaba.

“Eso no se hace”, retó Graciela, una de las maestras del colegio, cuando un minifanático empezó a silbar el Himno de Serbia y Montenegro. A los 40 chicos que había al comienzo del partido se les sumaron unos cuantos más para el final del primer tiempo. Todo era “uhh”, “ahh”, algún que otro “oleee...”, y el “vamos, vamos Argentina”. Pero los gritos no eran sólo de los alumnos. Las maestras también decían lo suyo. “Pensar que al Pato le decían de todo”; “Más vale que Cambiasso –que entró en los primeros minutos del partido– juegue bien, porque después del otro día...”

Eneas Delgado, de 11 años, es alumno de sexto. Lucía la bandera argentina en cachetes y frente. “Mi hermana me pintó antes de venir a la escuela –relata–. Por la calle todos me gritaban ‘aguante Argentina’, estaba buenísimo.” “A mí me gusta mucho el fútbol, tenían ganas de ver este partido”, dice Bianca, de 6 años, a quien en la escuela la conocen por lo “brava” que es.

Adriana D’Andrea es una las madres que trabajan en la cooperadora del colegio y que vieron el partido junto a sus hijos. “Los viernes siempre nos juntamos (los padres) para hablar temas de la escuela. Compramos una camiseta de la Selección para sortear hoy, pero como hay muchos chicos que no vinieron, la vamos a sortear la semana que viene”, explica, y agrega: “Queríamos alquilar una pantalla gigante, pero nos salía 500 pesos, y es mucha plata, que se puede destinar para otras cosas”.

Los alumnos, que también vieron en el colegio la apertura del Mundial, están trabajando sobre temas relacionados con la Copa en todas las áreas curriculares. Por ejemplo, María Cristina Caisson, profesora de Computación, está al mando de varios grupos de chicos que tienen como tarea juntar información sobre los 32 países que participan del evento.

Ajenos en el momento del partido a cualquier materia, los gritos no paraban de sonar. Cada gol, cada jugada, era un estallido. El mismo que se escuchó, en mayor dimensión, cuando terminó el show. “Los regoleamos. Messi fue el mejor”, destaca Camila Frongllo (11), alumna de séptimo. Martina Spinetto, otra estudiante, se suma a la charla y augura que “Argentina va a salir campeón”.

Para María Rodríguez de Bustello, directora de la escuela desde hace 15 años, el tema de ver o no el Mundial se discutió con los docentes y se fijó “tratar la cuestión en relación con los contenidos de las materias”. Minutos antes de las 12, el partido de la Selección se acabó. Los chicos siguieron el suyo en el patio abierto de la escuela.

Informe: Luciano Zampa.

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En la OEA, una escuela pública de Centenera al 700, hubo clases hasta las 10. Después, la fiesta.
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