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Mediodía en el Obelisco

Cuando la policía atinó a cortar el tránsito, un grupito de hinchas ya había ganado la altura de la verja que rodea el Obelisco y desde allí, no eran más de quince, conducían el ritmo de los cantitos, que invariablemente abrevaban en el ya acostumbrado “volveremos, volveremos...”. Sobre la plazoleta, de Corrientes hacia el norte, ya había casi 3000 personas y no hacía siquiera 45 minutos (un tiempo, medido con el reloj futbolero) que el italiano Rossetti había pitado el final perdonándoles el descuento a los pobres serbios. Un grupo grande fabricaba el pogo para una cámara de TV esquivando dos o tres puestitos de venta de camisetas y cornetas hábilmente surgidos entre la multitud de caras pintarrajeadas de celeste y blanco. Arranca el coro a cantar: “Señores, dejo todo / me voy a ver a... “ Se produce un silencio mínimo dónde normalmente va el nombre del equipo favorito, y sigue el cántico: “Porque los jugadores/ me van a demostrar...”. Crece el sordo rumor de las cornetas, la gente se saca fotos con sus celulares, se perciben unas ganas fenomenales de subirse al carro de la alegría. No duró mucho: a primera hora de la tarde se despidieron prometiéndose volver a juntarse el miércoles...

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