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Domingo, 9 de octubre de 2016

REBAJA DE IMPUESTOS A LOS RICOS Y AUMENTO DEL DéFICIT FISCAL

Una recesión presupuestaria

El déficit y su impacto en la economía dependen de la estructura tributaria. Macri disminuyó la progresividad del sistema impositivo y este cambio de la estructura tributaria es negativo para el crecimiento económico.

 Por Bruno Susani *

Los neoliberales afirman que el gasto del Estado debe ser el más bajo posible y esto con la intención de que los impuestos lo sean a su vez. Los economistas ortodoxos subrayan la necesidad del equilibrio de las cuentas públicas asimilando el presupuesto del Estado al de una familia para la cual es beneficioso que sus gastos sean inferiores o idénticos a sus ingresos.

Keynes afirmó, con su urbanidad legendaria, que esta transposición es “una falacia de la composición”. Comparar el déficit del presupuesto del Estado y el “llegar a fin de mes de una familia”, instala una ficción poco compatible con la realidad y que expresa simplemente una aversión ideológica y política a considerar que el Estado es un elemento insoslayable de la realidad económica y que lo que es virtuoso para un individuo no lo es necesariamente para un país. Un Estado puede aumentar los impuestos o crear otros, pedirle prestado al Banco Central, o a banqueros privados nacionales o extranjeros para incrementar sus recursos pero un trabajador no puede aumentarse el salario cuyo monto depende de lo acordado con su patrón.

El análisis del déficit del presupuesto de un país permite distinguir dos casos distintos: el primero en el cual este ha sido la consecuencia de un incremento del gasto publico porque el gobierno lleva adelante una política activa de expansión de la economía. En este caso entra en acción el multiplicador de Kahn, que fue un importante colaborador de Keynes, y el déficit es expansivo porque incrementa la demanda global. El segundo caso es cuando el déficit surge sin que el gasto se incremente, puede incluso reducirse, y la diferencia resulta de una recaudación insuficiente. Esto puede suceder ya sea porque se han reducido los impuestos directos (a lo Margaret Thatcher) de los más ricos (las retenciones) o porque la recesión de la economía hace que la base impositiva se contraiga lo cual redundará en una baja de la recaudación de tal suerte que se incremente aun más el déficit, o una combinación de ambos. Durante 2015 en Argentina estábamos en el primer caso, mientras que en 2016 estamos en el segundo.

La injusticia impositiva

El déficit y su impacto en la economía también dependen de la estructura tributaria. Los economistas distinguimos dos tipos de impuestos. Los impuestos regresivos que se pagan de manera indirecta a través de la compra de los productos o sea que todos los consumidores pagan el mismo monto sea cual fuere el nivel de su ingreso. Para la misma botella de aceite pagarán un IVA idéntico y el impacto impositivo será desigual, regresivo, porque el porcentaje del ingreso pagado será mayor para el que menos gana y menor para el que gana más.

Los impuestos progresivos se aplican a los ingresos y ganancias de los individuos o a las empresas y son los que se pagan en función de los ingresos. Cuanto más se gana, se paga proporcionalmente más. A título de ejemplo en los Estados Unidos la tasa de imposición más elevada, llamada marginal, durante los años 1950 y 1960 era del el 90 por ciento para los ingresos superiores a un millón de dólares. Fue disminuida por Reagan y es actualmente de 45 por ciento para los ingresos superiores a 350.000 dólares. En Francia el Presidente Hollande llevó al 70 por ciento la tasa marginal para los ingresos superiores a 1 millón de euros. La estructura impositiva de los países desarrollados hace que el impuesto al ingreso y a las ganancias de las empresas provea alrededor del 40 por ciento del presupuesto mientras que en Argentina sea la mitad.

Los neoliberales tienen una preferencia por la aplicación de impuestos regresivos y la nueva ley 27.260, que acaba de votarse, establece entre otras medidas, que los intereses del capital percibidos provenientes de las obligaciones el Estado, 30 al 38 por ciento en los últimos meses, estarán exentos del pago del Impuesto a las Ganancias. Integra así mismo una baja del Impuesto a los Bienes Personales, una disminución de las cotizaciones sociales de la patronal, y otras prebendas fiscales para los más ricos. La supresión de las retenciones al trigo, al maíz y a la minería, la baja a las de la soja, produce una agravación del carácter regresivo de la estructura fiscal en Argentina. Se trata de una vuelta a la situación que fue establecida entre 1976 y 2002, y ya no se trata de neoliberalismo como se lo entiende habitualmente sino que es una política impositiva thatcheriana.

Macri disminuyó la progresividad del sistema impositivo y este cambio de la estructura tributaria es negativo para el crecimiento económico. La disminución de los impuestos directos y progresivos implica un cambio en la distribución del ingreso, y ya no se trata de un problema de justicia fiscal sino de eficacia económica.

Los economistas, que sean o no ortodoxos, sabemos que la propensión al consumo vale decir la parte del ingreso que se consume es menor cuanto mayor es el ingreso. Esto influye de manera significativa en la demanda global ya que los sectores medios y populares gastan todo lo que ganan pero los ricos gastan solo lo que necesitan. Si se disminuye la carga tributaria de los más ricos esto no alienta el consumo global sino que provoca una disminución del mismo. Pero esto tiene una contrapartida; los ricos que pagarán menos impuestos verán incrementado su ingreso disponible pero gastarán una proporción menor del mismo con lo cual el gasto global disminuirá y la recesión empeorará. La recesión será agravada por el cambio en la política impositiva ya que este causará una caída de la demanda global.

Caída de la recaudación

El Estado ha disminuido la recaudación impositiva en las dádivas señaladas pero a la vez suprimió o bajó los subsidios a los servicios públicos, contrajo el gasto a través de los despidos y disminuyó la inversión publica. Como lo señala el FMI en un reciente informe escrito por Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental: “El ajuste de los precios relativos en el primer semestre de 2016 –tras la depreciación del tipo de cambio y el alza de las tarifas de los servicios públicos– ha acelerado la inflación y perjudicado el consumo privado”.

Cuando se disminuye el gasto público y se cambia la estructura tributaria se producen dos efectos simultáneamente que deprimen la demanda global. Por un lado, como incluso lo ha admitido alguna vez el FMI, el multiplicador de Khan funciona al revés es decir si el incremento del gasto produce una expansión económica, al contrario hay una recesión por la disminución del mismo. Por otro lado la quita de los subsidios disminuye el ingreso de los sectores medios y populares que disponen de menos recursos para comprar otros bienes lo cual produce lo que enuncia el FMI, la caída del consumo privado. Pero esto tiene además otro efecto recesivo ya que la disminución de los subsidios produjo un efecto perverso adicional en la medida en que permitió un incremento de los impuestos, del IVA, pagado sobre las nuevas tarifas aumentadas de electricidad, gas, transporte agua.

Las empresas vieron aumentar sus costos e incrementaron, con o sin razón para hacerlo, los precios. Como el consumo representa el 60 por ciento de la demanda global una caída del mismo del orden del 6 por ciento equivale a una baja del PIB del 3,6 por ciento. A lo cual hay que agregar la caída de la inversión y el incremento de las importaciones que van en el mismo sentido.

Así mismo, en términos globales, la baja de los impuestos a los más ricos disminuye el gasto global porque una parte de las dádivas del Estado a los sectores rentísticos mencionados fue transformada en dólares y fugada del país y no consumida. Podría haberse invertido, pero raros son los capitalistas que lo hacen cuando todos los organismos, incluidos las instituciones oficiales del país anuncian una recesión; los empresarios solo invierten para obtener beneficios y no pérdidas. Señalemos asimismo la incongruencia de la administración Macri que sigue anunciando el mismo déficit presupuestario sin explicitar el nivel del PIB sobre el cual lo calcula.

El próximo Presupuesto de la Nación va a poner en serias dificultades a quienes, diputados y senadores, deban pronunciarse sobre el mismo. La disminución de la base tributaria y la política impositiva thatcheriana van a disminuir los ingresos del Estado. Estarán confrontados a la necesidad de impedir que las dádivas estatales a los rentistas sean pagadas por las provincias y que estas reciban las migajas que quedan.

Históricamente, en las democracias, los impuestos, contrariamente a lo que sucedió durante el absolutismo son objeto de un voto de los representantes del pueblo y no son decididos por el Ejecutivo. Este voto es además la línea divisoria de las aguas, los que votan a favor constituyen la mayoría política, los otros son la oposición.

* Doctor en Ciencias Económicas Université de París. Autor de El Peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014.

Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.

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Imagen: Bernardino Avila
 
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