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Martes, 6 de septiembre de 2011

TEATRO › ANA MARíA BOVO Y LOS RELATOS DE MANí CON CHOCOLATE II, SU NUEVO ESPECTáCULO

“Ni eludo el dolor ni cultivo el feísmo”

La actriz y narradora oral sostiene que este espectáculo se conecta con el que estrenó en 2000 sólo por el título y el deseo de recorrer su pasión por el cine, en un impactante trabajo todoterreno que la hace multiplicarse en múltiples personajes en escena.

 Por Cecilia Hopkins

“El cine es la matriz de los sueños”, define la actriz y narradora oral Ana María Bovo, y asegura: “No me imagino cómo eran los sueños de mis bisabuelos sin el cine”. Tras estrenar su espectáculo Maní con chocolate II en el C. C. de la Cooperación (Av. Corrientes 1543, viernes y sábados a las 20), Bovo recuerda: “Todos quisimos ser como determinadas figuras del cine porque, a pesar de lo artificiosa que pudiese ser una película, creímos en la posibilidad de hacer el sueño realidad”. En la oscuridad de la sala del cine de su pueblo natal, San Francisco, Córdoba, Bovo dio rienda suelta a su imaginación de espectadora. Sin pensar que en 2000 llevaría a escena un espectáculo que llamó Maní con chocolate, antecedente de este otro, que no es su segunda parte, sino una nueva propuesta que vuelve a tener al cine como elemento vertebrador.

Bovo, quien comenzó a leer con las revistas Antena y Radiolandia para descifrar los títulos de las notas que tenían por protagonistas a James Dean y Marilyn Monroe, dice que “acuñé mi sueño de ser actriz desde la butaca de un cine”. Sin embargo, afirma que habiendo comenzado a estudiar teatro recién a los 33 años aún se sentía tímida para afrontar un casting y menos apta para repetir un texto que no hubiese sido elegido por ella. De modo que, recién cuando descubrió que podía utilizar los recursos de la narración oral –actividad que aprendió desde la niñez–, sintió que sólo así podría singularizarse como intérprete: “El relato me brindó un atajo para jugar a hacer de actriz”, resume. Con el tiempo fue madurando un estilo propio y se le fueron disipando las dudas: “Tengo una estética que no elude el dolor pero que no cultiva lo siniestro ni el feísmo. No me sale lo oscuro. Yo tomé para mí la recomendación que Van Gogh le hizo a su hermano: ‘Encuentra bello todo lo que puedas’. Y con el tiempo dejé de temerles al candor y a lo bello. Porque yo pensaba que lo mío no pertenecía a la poética teatral contemporánea. Pero después de sentir que había encontrado mi identidad artística, de haber encontrado un público con quien compartirla, me quedé tranquila”, asegura.

En Maní con chocolate II Bovo comparte el criterio de puesta con Gonzalo Córdoba, quien en ocasiones anteriores realizó el diseño de luz y de espacio escénico. El ámbito de representación se limita a un piso blanco de 8x8, donde la actriz proyecta todas las imágenes que convoca con sus recursos actorales. Si bien en otros espectáculos suyos la dirigieron Enrique Federman, Lía Jelin y Javier Margulis, a Bovo hoy le resulta incómodo convocar a un director: “A medida que voy pensando un nuevo espectáculo las imágenes cobran tal fuerza que no sería justo limitar tanto a un director”, argumenta. Es por eso que prefiere seguir la línea que le trazan sus intuiciones. “Es duro que recaiga sobre mí el peso de interpretar tantos roles, pero si voy a estar en escena, todo lo pienso desde la narración, desde los diferentes ángulos que voy a tomar para interpretar a los personajes”, explica. Como directora, en cambio, no duda en convocar a los intérpretes que sean necesarios, como cuando montó Emma Bovary, sobre la novela de Gustave Flaubert, o Rulos de yeso, sobre dramaturgia propia.

En aquel primer Maní... Bovo contaba los argumentos de diversas películas como si estuviese pasando en limpio su autobiografía como espectadora de cine. Así, La mentira candente, que protagonizó Barbara Stanwyck, ocupó un lugar preponderante en el espectáculo, no porque haya significado un hito en la historia del cine sino por otros motivos: ésa había sido la película que una comadrona había tenido que dejar por la mitad, ante la inminencia del parto que traería al mundo a la narradora. En Maní con chocolate II, en cambio, Bovo elabora dos personajes ficcionales inspirada en construcciones emblemáticas de su pueblo: una fábrica de fideos y el palacio donde vivían sus dueños, un matrimonio de italianos que construyó un imperio en pocos años. “Esa construcción es hoy el Palacio Municipal, la fábrica hace décadas que no existe”, ilustra.

Los dos personajes principales del espectáculo habitan, cada cual, en una de las dos “locaciones”. En la fábrica se encuentra el encargado nocturno de la caldera, un hombre que en su noche de franco siempre va al cine. En el palacio, la dueña de la fábrica espera el momento propicio para visitar a su empleado y enterarse de los detalles de cada película. Ella atraviesa el patio del palacio, llega a la playa de camiones, sube al montacargas y llega a la caldera, siempre vestida con uno de los modelos que su modista le cose a pedido. Son copias de los vestidos de las estrellas de cine, pero que ella cree que no están reproducidos tal cual. Lo malo es que no puede comprobarlo: su marido le tiene prohibido ir al cine porque está enemistado con otros coterráneos suyos, dueños de las salas del pueblo.

Así, Bovo compone un argumento “de película” como sostén de los relatos de las películas que el foguista cuenta a la dueña. La actriz realiza una labor que se manifiesta en varios niveles: interpreta a ambos personajes, a los diversos roles de las películas relatadas y también corporiza a una narradora omnisciente que, cuando es necesario, desaparece para dejar que la misma Bovo, esta vez como narradora testigo, se introduzca en la historia, dado que hay tanto de ficción como de relato autobiográfico.

–¿Por qué pensó en una segunda edición de aquel espectáculo?

– Fue, como se dice, “a pedido del público”. Siempre me preguntaban por qué no volvía a hacer Maní con chocolate, pero yo pensaba que no debía replicarlo. Tenía que pensar en otro dispositivo narrativo. La matriz del espectáculo se me armó en una visita a mi ciudad. La fábrica había sido un motor económico muy fuerte en los ’30, con tres turnos y 800 operarios. Y en la misma manzana estaba el palacio que construyeron los dueños. Se entabla entre la dueña y el foguista una relación de mutua dependencia, y de gran asimetría social.

–¿Cuál es el repertorio de películas?

–Al foguista le encanta el neorrealismo italiano, pero la dueña no quiere nada de ropa tendida ni letrinas, porque necesita que le hablen de Hollywood, sus historias y sus personajes. Ella se queja de su infelicidad porque, a pesar de su fortuna, siente que el cine es su único modo de soñar. El foguista se las arregla para darle el gusto y, de tanto en tanto, introducir alguna película de Vittorio De Sica.

–¿Y cómo lo logra?

–Busca, por ejemplo, películas como Stazione Termini, donde De Sica dirige a actores de Hollywood, como Jennifer Jones y Montgomery Clift.

–¿Cuál es el tiempo del relato?

–El anclaje del espectáculo es en 1956. Pero Maní... es como la memoria, que va y viene en el tiempo. Porque hay películas como Soñar, soñar, de Leonardo Favio, Nos habíamos amado tanto, de Ettore Scola, y Un lugar llamado Notting Hill, de Roger Michell. También yo voy y vengo con los personajes: soy la dueña, el foguista, también Jennifer Jones, en Angustia de un querer, Kim Novak en Pic-nic... Y también soy yo misma recordando mis visitas a la Sala Alberdi del pueblo, el maní con chocolate, los aplausos cuando llegaba la caballería...

–¿Por qué Sunset Boulevard ocupa un lugar importante?

–Porque ésa es la última película que la dueña de la fábrica pudo ver antes de la prohibición del marido. El foguista le oculta que él también la vio para darle el gusto a ella y para que la cuente. Entonces, baja las escaleras como lo hace Gloria Swanson en la escena final.

–¿Qué películas se cuentan completas?

–Soñar, soñar la cuento completa respetando, incluso, la repetición de ciertas frases que dan cuenta de la limitación de los personajes. Y Angustia de un querer, de 1955, también, porque significó mucho para las mujeres de su tiempo. Jones es una médica y William Holden un corresponsal de guerra. Aunque es lineal y artificiosa tiene diálogos muy bellos, una música maravillosa, colores increíbles y mucho erotismo: los protagonistas se dan su primer beso a través de las brasas de sus cigarrillos...

Recorrer la palabra

Ana María Bovo es una de las narradoras más destacadas de la Argentina. Desde los años ’80 ha realizado numerosos espectáculos, entre ellos Fiesta en el jardín y otros cuentos (basado en relatos de Katherine Mansfield), Humor Bovo, Por la vida de mis tías (sobre textos de Angeles Mastretta), Maní con chocolate, Hasta que me llames y Así da gusto. Obtuvo, entre otros, los premios Konex, ACE y Teatro del Mundo. Como directora estrenó Madame Bovary, espectáculo de narración sobre la novela de Flaubert. La editorial Emecé publicó su primera novela, Rosas colombianas, así como también su audiolibro Cuentos de humor y amor, un conjunto de relatos de su repertorio que incluye textos propios, además de cuentos de Angeles Mastretta, León Tolstoi y Katherine Mansfield.

Enseñanza paterna

“Cuando me preguntan quién me enseñó a contar, siempre respondo: ‘mi primer maestro de narración fue Walter Bovo. También era, por suerte, mi padre’.” Así comienza Ana María Bovo su relato “Bosque de cerezos”, contenido en su último libro Cuentos de humor y amor (Emecé). Su padre tenía mueblería, de modo que siempre estaba invitado a los casamientos de las parejas que habían comprado sus muebles en su negocio. Iba acompañado de su hija Ana, quien contaba al resto de la familia los pormenores de la fiesta no bien volvían a casa. “La próxima vez –aconsejaba el padre una vez terminada la narración– no te rías en la parte más cómica. Poné más lento el relato porque es muy entretenido. Y ese dato que diste al principio guardalo hasta el final. Porque ahí tenés un as en la manga.”

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“Todo lo pienso desde la narración, desde los ángulos que voy a tomar para interpretar a los personajes.”
Imagen: Leandro Teysseire
 
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