espectaculos

Martes, 6 de septiembre de 2011

PLASTICA › RETROSPECTIVA DE NORBERTO GóMEZ EN LA FUNDACIóN OSDE

Una sensibilidad implacable

La retrospectiva permite ver un impresionante cuerpo de obra realizado a lo largo de cuarenta años por un artista que conjuga virtuosismo con la materia e implacable lucidez en las ideas. Itinerarios de un escultor.

 Por Fabián Lebenglik

La semana pasada se inauguró en el Espacio de Arte de la Fundación Osde una muestra retrospectiva de Norberto Gómez (Buenos Aires, 1941), que abarca el período 1967-2008.

Como dice la curadora, Ana María Battistozzi, se trata de “reinstalar la trayectoria del artista ante un nuevo horizonte histórico”, para que especialmente los jóvenes puedan ver este impresionante cuerpo de obra, luego de más de quince años en que no se presentaba una retrospectiva del gran artista. En este sentido, la relación contextual resulta de enorme importancia para apreciar y comprender este sólido conjunto de trabajos realizados a lo largo de cuatro décadas.

Desde los tiempos de los salones Ver y Estimar de fines de los años ’60, Gómez se lanzó al ruedo con obras que analizaban la naturaleza de las formas geométricas a través de rítmicas mutaciones (como Del círculo al cubo, 1968) y de formas derretidas, en las que el escultor violentaba el rigor matemático de ciertos prismas y cilindros (A sí mismo, 1976) en contrapunto con el minimalismo y otros formalismos.

Más adelante, durante la dictadura, como escribió Miguel Briante, Gómez “moldeó en resina entrañas humanas que podían estar asándose en una mesa de living que era una parrilla”. Toda una serie de piezas remiten de manera directa al cuerpo y las tripas bajo tortura. Según describe la curadora, las obras que Gómez expuso en 1978 en la galería Arte Nuevo “enfrentaban al espectador no ya al descrédito de la figura humana, que había caracterizado a las poéticas de la neofiguración en los ’60, sino a su más inquietante desintegración en repulsivos fragmentos presentados ante sus ojos como restos de un festín macabro”.

La mirada crítica, detallada y artesanalmente obsesiva de Gómez se formó desde su infancia entre ebanistas y luthiers. Luego, en la adolescencia, pasó por la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y por un taller cooperativo de Parque Lezama, orientado por Juan Carlos Castagnino. A mediados de los ’60 viajó y se quedó dos años en París, donde además de recorrer museos trabajó como asistente de Julio Le Parc.

Siguiendo a Briante, Gómez “también tuvo la etapa en que exhumó grandes huesos prehistóricos –o absolutamente contemporáneos–; después hizo ver que en el diseño de las catedrales –en sus torres, en sus relieves, en la huella de los artesanos medievales– estaba el diseño de todos los instrumentos de tortura inventados por el hombre”.

De los cuerpos, huesos y vísceras que el artista realizó durante la dictadura pasó en los ’80 –apenas recuperada la democracia– a construir una larga serie de armas: mazas, látigos, grilletes, espadas, cadenas, punzones. Con estas piezas se invierte el punto de vista. Si hasta ese momento el artista había remitido con su obra al padecimiento de las víctimas de la violencia, la serie de las armas era un modo de pensar la violencia desde el punto de vista de los victimarios.

Obras patinadas, como si fueran pesadas piezas de metal, son de cartón: “Cartón pintado”. Reales hasta el barroquismo en los detalles, y al mismo tiempo falsas por ese mismo, artificioso, barroquismo. Un museo del verdugo, tan atroz como ficcional.

Para referirse a un grupo de obras de fines de los ’80 y comienzos de los ’90, Briante escribió que “a distancia, las esculturas que ahora presenta Norberto Gómez parecen un remedo de los clásicos y hasta de los clásicos populares, si se entiende por popular ese despliegue de heráldicas, de símbolos religiosos –leones, santos, angelitos, armas, escudos que a su vez repiten esos leones, esos santos, esos angelitos, esas armas– que pueblan Roma y, gracias al oficio de aquellos frentistas que llegaron con la inmigración a la Argentina, pueden estar en cualquier casa de cierta edad del barrio de Mataderos”.

En 1991, el escultor ganó la Beca Guggenheim y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires organizó una exposición retrospectiva.

A fines de los años ’90, la Comisión Pro Monumento de las Víctimas del Terrorismo de Estado le encargó a Norberto Gómez una de sus “armas” en versión monumental, para ser emplazada en el Parque de la Memoria.

En el marco de la exposición se llevarán a cabo una serie de actividades, siempre a las 18. Los jueves 15 de septiembre y 27 de octubre habrá un recorrido con la crítica de arte, docente y gestora cultural Ana María Battistozzi, curadora de la muestra. El jueves 6 de octubre: “Itinerarios por la obra de Norberto Gómez. Impacto y reflexión”, un relato desde la experiencia como espectadores hasta la investigación y elaboración conceptual que llevó a la publicación del dossier dedicado al artista en el Centro Virtual de Arte Argentino, a cargo de Adriana Lauría y Enrique Llambías, curadores de www.arteargentino.bue nosaires.gov.ar. El jueves 13 de octubre: “Humor y drama en la obra de Norberto Gómez”. La visión de diferentes generaciones. Artistas invitados: Cristina Piffer y Alberto Passolini.

S/T, 1967, de Gómez. Madera pintada, 198x207x24,5 cm.

* Fundación Osde, Suipacha 658, primer piso, hasta fin de octubre.

Compartir: 

Twitter

Custodia y látigo, 1984. Cartón y resina, de Norberto Gómez.
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.