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Miércoles, 14 de junio de 2006

A VEINTE AÑOS DE SU MUERTE, CINCO ESCRITORES INTENTAN DESENTRAÑAR EL MISTERIO DEL ESCRITOR ARGENTINO

El curioso mecanismo de la máquina Borges

Desde diferentes ópticas y edades, Leónidas Lamborghini, Damián Tabarovsky, Juan Martini, Martín Kohan y Luis Gusmán abordan al escritor e intentan una disección de su obra y su estela en las letras. Todos, al cabo, coinciden en la futilidad de ese deporte tan argentino de matar a Borges.

 Por Silvina Friera

A veinte años de su muerte, no existe un escritor más argentino y más universal. Los aniversarios –ya sean nacimientos o muertes– son fechas que suelen petrificar la gloria póstuma de un autor o bien funcionan como cirugías menores que parecerían reacomodar, al menos en las páginas de los diarios, una figura injustamente olvidada por la crítica, por sus pares, por los lectores. Si la cuestión reside, como lo planteó Beatriz Sarlo en su ensayo Borges, un escritor en las orillas, en que el autor de El aleph nunca está por completo allí donde se cree encontrarlo porque se coloca en los límites, Página/12 invitó a cinco escritores de distintas generaciones y estéticas literarias para debatir sobre el lugar que ocupa Borges en la literatura y en la cultura argentina. El poeta Leónidas Lamborghini plantea que el asunto es si la poesía borgeana resiste una lectura en las jóvenes generaciones y admite que el autor de Historia universal de la infamia es “un gran maestro del ensayo y del idioma”. Damián Tabarovsky está convencido de que sigue siendo un punto de referencia ineludible en la tensión entre cosmopolitismo y criollismo, entre vanguardia y nacionalismo, y por eso prefiere rescatar más al crítico cultural que al escritor. Para Juan Martini, “es un escritor radiante que abre caminos todo el tiempo y que enseña a escribir mucho más que las teorías universitarias”. Martín Kohan afirma que hay que recuperar la legítima ambición borgeana de una literatura y una escritura perfecta, y Luis Gusmán, citando a Oscar Masotta, opina que “cierto borgismo siempre será pertinente”. Una manera de armar el rompecabezas-Borges.

Un maestro del ensayo y del idioma

Leónidas Lamborghini desestima de entrada la liviandad con la que se utiliza adjetivos como “menor” para descalificar al autor de los poemas de Fervor de Buenos Aires. “El asunto es si su poesía resiste una lectura”, propone Lamborghini. “No sé cuál será la reacción de los jóvenes ante una poesía que, sobre todo en la última etapa, ha renegado de la vanguardia. Borges dijo que (Oliverio) Girondo era un estúpido; no le interesaba ni En la masmédula ni toda la poesía de Girondo ni la de los otros poetas que estaban en esa línea. También dijo que Valéry era un estúpido, pero a Borges no se lo puede negar.” El autor de El saboteador arrepentido, Las patas en las fuentes y Odiseo Confinado no quiere caer en la negación loca de la poesía de Borges ni mucho menos en la afirmación desbocada. “Los argentinos nunca nos calmamos y tenemos que calmarnos, leerlo y ver hasta qué punto todavía sobrevive su poesía”, sugiere Lamborghini. “El siempre dijo que era un poeta menor, pero los poetas somos difíciles, se nos da por la falsa modestia o por desmerecernos, que es un goce o una forma de hacerse el chiquito. Creo que Borges es un gran maestro del ensayo y del idioma. Cuando agarraba un tema no hacía la taxidermia del académico, y si la hacía, el perro seguía moviendo la cola”, bromea el poeta. “A mí me ha enseñado mucho.” Lamborghini recuerda que cuando el autor de El informe de Brodie mencionaba su biblioteca de poetas, lo nombraba al inglés (Robert) Browning. “Yo también tengo una pasión por ese poeta, y de pronto sentía que, a pesar de las diferencias, había una sintonía.”

“Uno trata a esta altura de ser lo más justo posible con uno mismo y con los demás y alejarse de los prejuicios sobre Borges que hoy ya no son pertinentes”, admite. “Si un poeta es reaccionario en política –como decía Trotsky, nada menos– y puede hacer una poesía o una literatura revolucionaria, también puede suceder que sea un revolucionario en política y un conservador en la literatura. Borges es un revolucionario en la literatura. En cuanto a la política prefiero no meterme, porque todos nos hemos equivocado, pero él parece que se equivocó fiero. Yo estaba exiliado en México cuando se arrepintió, pero ¡qué difícil debe haber sido para él, que llevaba al peronismo clavado en el corazón!”, ironiza Lamborghini. “Si ni los mismos peronistas entendemos de qué se trata. Es un ensalada rusa, como decía el astrólogo, donde a veces encontrás alguna síntesis. Porque dentro del peronismo está todo.” El poeta detectó en los ensayos borgeanos ideas que le resultan muy simpáticas o afines. “El escribió que nosotros nos parecemos a los judíos y a los irlandeses, porque al ser excéntricos de una cultura central, nos podemos permitir cosas que otros no pueden. Esto te abre la cabeza, y lo dijo un escritor que revolucionó las ideas, no parece dicho por un conserva, por el escritor que fue condecorado por Pinochet o que almorzó con Videla.”

El crítico cultural

Damián Tabarovsky está convencido de que Borges sigue siendo un punto de referencia ineludible en la tensión entre cosmopolitismo y criollismo, entre vanguardia y nacionalismo. “El mismo fue un aleph, un prisma, por lo tanto permite que coexistan diferentes herencias borgeanas; todas son Borges, porque uno puede encontrarlo en las intervenciones de ambos lados. Aunque es como un vértice, no creo que él mismo haya inventado algo, sino que llevó las cosas a un extremo”, subraya el escritor, autor de Literatura de izquierda y Las hernias. “Me interesa más Borges como crítico cultural que como escritor. Buena parte de la herencia de Borges está en esa serie de discusiones que él no abrió, pero que llevó tan lejos que no se pueden saldar, que no hay retorno. No noto una herencia estrictamente literaria en los escritores de la generación del ochenta para acá, pero Borges es una influencia decisiva en cuanto a los temas de la crítica cultural, en la tensión entre centro y periferia, vanguardia y criollismo. Esa tensión sigue presente en la literatura argentina y continúa funcionando.”

“La Argentina es una inmensa máquina de traducir y Borges fue un doble traductor: hacia dentro y hacia fuera, pero también traduce lo de adentro hacia adentro. La literatura argentina es una traducción de su propia traducción, es una traducción que no tiene original”, advierte Tabarovsky. “Un escritor puede tener influencias o no en las demás generaciones y esto no tiene ninguna relación con su obra. Para la generación de los que nacimos a mediados o fines de los ’60, Borges no fue una influencia decisiva, no ha dado esa productividad de la influencia que tuvieron otros escritores, que no fueron productivos en términos de crítica cultural. Es evidente que hubo una lectura muy fuerte de Puig en los escritores de mi generación, pero no sé si hay en Puig una productividad cultural para entender la Argentina como en Borges.”

Todos los caminos conducen a Borges

Lo primero que señala Juan Martini es que antes de hablar de influencias, de marcas y de tensiones, antes que nada, o, mejor dicho, en el comienzo de la literatura argentina está Borges. “Es uno de los escritores más grandes de todos los tiempos en cualquier lengua. Aparte de eso, él fue un autor decisivo para los escritores de mi generación”, confirma el autor de La vida entera, El autor intelectual y Colonia. “Algunos debates sobre el lugar de Borges en nuestra literatura o sobre cómo salir o no de Borges fueron bastante torpes y necios, como si hubiera que salir y entrar de un escritor todos los días. ¿Qué hacen los irlandeses o los británicos para entrar o salir de Joyce o los estadounidenses para entrar o salir de Faulkner?”, se pregunta Martini. “Según algunos discursos, Borges sería como una especie de lápida que nos enterró la palabra a todos. Esto es de una torpeza que no logro entender. Hay que leer y releer a Borges.” Martini comenta que un escritor de su generación que hizo la primer gran relectura de Borges fue Miguel Briante en Las hamacas voladoras. “Borges es un escritor radiante en la literatura argentina, en el más amplio sentido de la palabra radiante; está en Miguel Briante y en los mejores escritores vivos de mi generación.”

“Borges no es un tema, no es sólo la refutación de la realidad o del tiempo, o una literatura lúdica, erudita o siempre inteligente y magnífica; no es la precisión de la palabra o el adjetivo inventado para un sustantivo determinado. Borges es una literatura y un escritor así es aire puro para la literatura occidental.”

Sobre el famoso “matar a Borges” (consejo que les dio el polaco Witold Gombrowicz a los jóvenes escritores argentinos, antes de regresar a Europa), Martini observa que fue la Academia la que instaló la cuestión de cómo escapar de el autor de Historia universal de la infamia. “En algún momento se planteó que la escritura de Puig y de Saer, dos escritores a los que admiro, eran modos de salir de Borges. Pero no hay que salir ni entrar; hay que escribir leyéndolo. Este es un tema absolutamente teórico y falso. Son preguntas retóricas y vacías de sentido, y creo que han hecho daño en parte de mi generación, absolutamente plegada a estos postulados teóricos, y en los más jóvenes también. Borges es un escritor radiante que abre caminos todo el tiempo y que enseña a escribir mucho más que las teorías universitarias”.

La literatura perfecta

Martín Kohan piensa que lo que Harold Bloom calificó como “la angustia de las influencias”, su generación lo ha redefinido en otros términos respecto de Borges. Serían esas influencias, a las que se refiere el crítico estadounidense, pero sin la carga de la angustia. “Los que fuimos leyendo a Borges, a Puig y a Piglia vivimos todo ese proceso histórico condensado en las lecturas y pudimos tener esto más resuelto, con menos carga y peso”, sostiene el autor de Narrar a San Martín y Dos veces junio. “Piglia resolvió a Borges en Respiración artificial y reacomodó el lugar de Macedonio Fernández respecto de Borges en La ciudad ausente”, explica Kohan. “Hay ciertos estereotipos sobre Borges que son muy fáciles de retomar. Habría qué ponerse de acuerdo a qué nos estamos refiriendo cuando se dice que hay que retomar a Borges. Hay gestos que pueden resultar borgeanos como cierta solemnidad filosófica y de alta cultura, que es un modo de estereotipar a Borges y que no es lo más interesante de retomar”, afirma el escritor. “Deberíamos recuperar la legítima ambición de una literatura y una escritura perfecta. Es un legado de un enorme peso, porque obviamente lo único que uno puede retomar es la ambición, pero no el logro. Ahí es donde efectivamente pesa. Pero hay algo de la construcción formal en el nivel de la frase, en el nivel del párrafo y del texto integral, en el caso de los cuentos, que me parece muy estimulante, aunque uno sepa que no le va a salir jamás”, reconoce el autor.

“Otra cuestión de enorme productividad en Borges es la contaminación de géneros, que está vinculada con el orden de la perfección formal. El advirtió que el formato retórico de la crítica literaria podía funcionar para un texto de ficción, como en Pierre Menard, que es más genuino leerlo en clave cómica”. Kohan cuenta que siente mucho más entusiasmo por la dimensión humorística de Borges y por su ironía. “Esto no se corresponde con ese estereotipo borgeano que se dio en un momento determinado, y que hoy me parece totalmente superado, que es el de la solemnidad de la alta cultura, que tiene que ver con una cierta construcción social de la figura de Borges”. Aunque son muchos los equívocos que han circulado en torno a la construcción de Borges escritor, a Kohan le interesa subrayar especialmente el que está relacionado con la erudición borgeana. “En realidad, la cultura enciclopédica es la cultura del pobre, no la del erudito. El erudito no consulta esa clase de enciclopedias, que es la administración de la cultura más fácil y casi predigerida”, precisa Kohan. “En sintonía con las lecturas que hicieron Alan Pauls o César Aira, veo aBorges como alguien que jaquea los signos de la cultura en beneficio de su propia ficción. No pone su ficción al servicio de la erudición. Al revés: más bien usa, en el sentido más especulativo, los materiales de la erudición porque descubrió que con eso también se podía hacer ficción”.

Un borgismo pertinente

“La crítica literaria y los escritores parecen –parecemos– obligados a situarnos ante la obra de Borges con diversas estrategias de lectura que a veces alcanzan el estatuto de ‘teorías’. De esa manera se lo ubicó a Macedonio Fernández como el escritor ectópico para descentrar al “sistema borgeano”, plantea Luis Gusmán, autor de El frasquito. “La oposición Borges-Arlt forma parte de la misma estrategia. También Gombrowicz con su escritura ‘excéntrica’ representaba una manera de dislocar la máquina borgeana. Con el tiempo la obra de Puig, definida como antiliteraria, se presentaba como una ruptura respecto de Borges”. Sobre las marcas que el autor de El aleph ha dejado en los escritores argentinos, Gusmán asegura que lo que más se ha tomado en cuenta son ciertos procedimientos borgeanos. “Los libros que han trabajado explícitamente la influencia borgeana son Cómico de la lengua, de Néstor Sánchez; Ley de juego, de Miguel Briante, y Siluetas de Luis Chitarroni”. Aparte de la influencia de Borges en la escritura de Gusmán, el escritor confiesa que lo marcó en cuanto a la manera de leer. “El escritor argentino y la tradición, Kafka y sus precursores y Pierre Menard subvierten el campo de la literatura con el que Borges se encuentra, ya que estos textos ponen en juego la extraterritorialidad, la temporalidad retroactiva y la atribución errónea en toda obra literaria”.

“Cada vez que lo leo –admite Gusmán– me produce lo que él llamaba la emoción estética necesaria para el lector”. El autor de El frasquito y Villa recuerda al filósofo francés Michel Foucault, que en Las palabras y las cosas escribió: “Este libro nació en un texto de Borges, es sólo el inicio del grado de seriedad con que han sido tomados los sofismas de Borges”. Según Gusmán, “es en este sentido de no confundir la seriedad con la solemnidad –el mismo Borges podía tomarse a sí mismo como un sofisma-, que vuelvo a reafirmar una frase de Oscar Masotta: ‘Cierto borgismo siempre será pertinente’”.

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“Los prejuicios sobre Borges hoy ya no son pertinentes”, señala el poeta Leónidas Lamborghini.
 
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