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Domingo, 15 de marzo de 2015

FOTOGRAFIA › EL COLECTIVO M.A.F.I.A. CUENTA SU MODUS OPERANDI

“Si vamos a una marcha, jamás apuntamos al palco”

El Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs ya tiene casi ciento cincuenta coberturas publicadas, hechas en Argentina, Brasil, Bolivia y México. En su cuenta de Facebook, registran más de setenta mil seguidores.

La fotógrafa que está a punto de hacer el disparo ha tomado una decisión: esa foto no llevará su nombre. Ninguna de las que saque durante esta marcha lo tendrá. Chequea el foco apurada. El lente de su cámara y los ojos del hombre al que apunta se encuentran. Dispara. Lo tiene. Ricardo Alberto Barreda camina pidiendo “seguridad” en la marcha bautizada bajo la sigla 8N. Lleva dos cacerolas en sus manos. En toda su expresión parece haber una sola pregunta, ¿cómo me encontraste? Al bajar la cámara, la fotógrafa mira a su alrededor. Está ansiosa por mostrar a sus compañeros lo que tiene entre manos. Otros doce colegas vinieron con ella. Apenas se conocen entre sí. Esa imagen del hombre que asesinó a su esposa, su suegra y sus dos hijas será el desencadenante de una serie de hechos para los que ninguno podría asegurar que está preparado. Poco más de dos años después, diez de esos fotógrafos forman el colectivo M.A.F.I.A. –Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs–, que ya posee casi ciento cincuenta coberturas fotoperiodísticas publicadas, hechas en Argentina, Brasil, Bolivia y México. En su cuenta de Facebook, el medio que han elegido para difundirlas, hoy tienen más de setenta mil seguidores. Los integrantes de M.A.F.I.A. ponen una condición a la hora de dar una entrevista: sus palabras, al igual que sus fotos, no deben llevar el nombre de cada uno de ellos sino el del colectivo de trabajo del que forman parte.

–¿Cómo se formó M.A.F.I.A.?

–El 8 de noviembre de 2012 fue la primera vez que salimos a la calle juntos. Hasta ese momento sólo nos conocíamos a través de las redes sociales y habíamos tenido un único encuentro. El objetivo era apoyar a una colega que fue amenazada luego de subir a su Facebook algunas fotos del cacerolazo que se había hecho unas semanas atrás en Barrio Norte. Le llegaban mensajes con la dirección de su casa, diciéndole que las saque de su cuenta. Otros mensajes decían que iban a empezar acciones legales contra ella. Decidimos ir todos juntos al 8N y que las fotos que saquemos ese día llevaran el nombre del colectivo que formábamos. Era una manera de defendernos. Un poco ironizando el tema de la “autoconvocatoria” de esas marchas, elegimos el nombre de M.A.F.I.A. Pensábamos que luego de ese día cada uno de no- sotros volvería a sus cosas, pero la foto de Barreda y las que hicimos durante el 8N tuvieron tanta repercusión que nos empujaron a seguir trabajando juntos.

–¿Qué situaciones fueron marcando el rumbo de su trabajo?

–Las circunstancias nos llevaron a estar muy rápido en la calle. No tuvimos tiempo de sentarnos a planificar un proyecto. Luego de la génesis de M.A.F.I.A. hubo una serie de represiones que se dieron en la ciudad de Buenos Aires y que salimos a cubrir: en el Parque Centenario, la Sala Alberdi y en el Borda. En la Sala Alberdi estábamos nada más que nosotros y otros tres fotógrafos que resultaron heridos. Era de madrugada y los otros medios ya se habían ido. Luego nos llamaron del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) para utilizar nuestras fotos en un informe que hicieron sobre el accionar de la Policía Metropolitana. Las fotos del Borda formaron parte de la causa judicial. Cuando ocurrió el desalojo del restaurante recuperado Alé Alé, algunos de no-sotros se tenían que ir y subieron sus fotos al instante. Entonces empezó a caer gente que las había visto y venía a bancar la parada. Todo eso nos hizo tomar conciencia del impacto que puede tener nuestro aporte y también plantearnos la responsabilidad que tenemos cada vez que elegimos usar nuestras cámaras.

–Sus coberturas atraviesan planos muy distintos: desde marchas, represiones, desalojos, casos de discriminación y de gatillo fácil hasta eventos como la elección de Miss Trans, Miss Culo y la Expo Gatos. ¿Qué es lo que buscan en cada una de estas situaciones?

–El mejor ejemplo de la mirada que tenemos está en nuestra primera cobertura. En el cacerolazo del 8N, como pasa en la mayoría de las movilizaciones, donde los medios buscan la panorámica que muestre la plaza llena, nosotros estábamos metidos en la marcha tratando de retratar a personas y no a “la gente” como una masa indiferenciada. Eso tiene que ver también con algo técnico. Ninguno de nosotros venía del fotoperiodismo. Nos fuimos dando cuenta de que todos usábamos focales fijas y no teleobjetivos ni zooms. Eso te obliga a mantener una cercanía. El resultado es el de una búsqueda estética condicionada desde lo técnico, una búsqueda conceptual que implica correrse de la foto esperada. En la elección de Miss Culo, obviamente no íbamos a perseguir el primer plano del culo ganador. Si vamos a una marcha, jamás le apuntamos al palco. No vamos a mostrar lo que sale en la tapa del diario. Cuando le negaron la libertad condicional a Fernando Carrera, La Garganta Poderosa hizo una convocatoria a Tribunales y había una gran cantidad de máscaras con su rostro. Entonces organizamos una foto en las escalinatas con todas las máscaras. La cuestión fue que los fotógrafos de los medios que estaban ahí comenzaron a gritar y a corrernos para hacer esa foto, que terminó saliendo en las tapas de Clarín y Tiempo Argentino. Entonces tuvimos que pensar otra cosa. Y ubicamos gente con la máscara en lugares que no tenían nada que ver con el festival: en un bar, en el colectivo, en un kiosco.

–En estos dos años han hecho viajes por Argentina y Latinoamérica para realizar distintas coberturas, pero sus fotografías son de libre distribución. ¿Cómo han logrado financiarse?

–Al principio poníamos plata de nuestro bolsillo para los viajes y lo que necesitábamos, pero bastante rápido pudimos empezar a autofinanciarnos. Trabajamos para medios con los que mínimamente tengamos una afinidad, un diálogo. También hemos trabajado para el Ministerio de Salud, confeccionando las fotos del manual de salud reproductiva. Tuvimos el problema de que en muchos medios nos exigían que quien firmase las fotos fuese el mismo que facturaba, así que le tuvimos que encontrar una forma legal a nuestra situación. En las cooperativas de trabajo que conocimos haciendo coberturas encontramos una forma que nos interesaba, un clima que nos era agradable. No queríamos funcionar como una empresa. Así que encaramos por ahí. Hace algunas semanas nos salió la matrícula y ya somos una cooperativa de trabajo. No nos dejaron usar la sigla M.A.F.I.A., así que tuvimos que utilizar el nombre completo. Esto también nos permite presentarnos a subsidios, porque todavía no podemos vivir de M.A.F.I.A., pero apostamos a eso.

–¿Qué sucede cuando no hay acuerdo en los hechos que se quieren cubrir?

–La decisión a la que llegamos fue que M.A.F.I.A. no podía negar ninguna cobertura. Si alguien quiere hacer algo que no le interesa al resto, que lo encare y traiga las fotos. Y ahí vemos. Nos pasó que uno solo se mandara a cubrir algo y le terminemos diciendo “qué bueno que fuiste”. Todos acá somos diferentes personas y fuimos descubriendo que, en el medio de esa combinación, se va moviendo M.A.F.I.A., va oscilando entre nosotros. Para lo que sí tenemos que estar todos de acuerdo es para publicar una cobertura. Esa tiene que ser una posición grupal. Aunque hay distintos intereses, también hay algo en lo que todos confluimos: no importa lo que cubras sino la forma de mirarlo. Eso cambia la perspectiva. Cualquier hecho puede ser interesante según el enfoque que le des. En las coberturas planificadas esa discusión es más fértil. Vamos armando la metodología de laburo con tiempo. Otra cosa es una represión, de la que te enterás y tenés que salir. Ahí el debate lo tenemos en la edición, en la selección de las fotos que vamos a subir. Lo bueno de nuestra situación es la libertad que tenemos. No nos creemos especiales. Todos los fotógrafos siempre están atentos a encontrar esa foto “diferente”. Lo que pasa es que nosotros no somos parte de una organización jerárquica. No hay nadie más arriba que nos diga lo que hay que mostrar. La falta de un editor nos saca también la obligación de entregar un trabajo. Eso te deja más lugar para mirar tranquilo, para pensar. Y también para decidir que quizás no pudiste encontrar nada ese día, que no tenés nada para mostrar. Hubo coberturas de las que sólo publicamos una foto, porque nos parecía que no podíamos dejar de mostrar ese hecho, pero el resto de las fotos no nos convencían.

–¿Cuáles creen que son los elementos imprescindibles para lograr una buena foto?

–De alguna manera, por más que seamos diez fotógrafos hay una identidad que está en todos nuestros trabajos, y que creemos apunta a la búsqueda de M.A.F.I.A., que es la de poder mirar las cosas siempre desde otro lado. Tratamos de lograr retratar lo pequeño dentro de la inmensidad. Pero creemos que lo más importante surge del trabajo en grupo, de lo que aparece al complementar miradas distintas sobre un mismo hecho. Más que una buena foto, creemos que eso surge en la interacción de las fotos que dan forma a una cobertura. Un buen ejemplo es el trabajo del Borda. Ahí hubo un desdoblamiento del grupo. Algunos decidieron meterse de lleno en la represión y la violencia y hubo otros que decidieron no hacerlo. Entonces retrataron lo que sucedía adentro del hospital, donde se había improvisado una salita de atención primaria para los heridos y los internos del neuropsiquiátrico estaban ahí ayudando. Esas fotos completaron lo otro y se conjugaron en un trabajo que tenía nuestra mirada.

–En algunos de sus trabajos, como el 8N, La marcha del silencio y La plaza de los Nisman, hay una carga irónica muy fuerte. En otros, como el de la defensa de espacios culturales autogestivos o las cooperativas de trabajo, hay una mirada romántica. ¿Esos distintos puntos de vista se plantean antes de cubrir cada hecho?

–El juego irónico tiene que ver con lo que tenés enfrente. Ante alguien que tiene una posición de solemnidad eso sucede casi naturalmente. Sabemos igual que nuestra mirada tiene una carga política muy fuerte. No somos ingenuos. Nosotros retratamos los cacerolazos o la marcha recordando a Nisman de una manera muy irónica, pero también nos metimos en el desmonte de Salta, en la aparición del cuerpo de Luciano Arruga, que fueron temas que quizás no tuvieron tanta visibilidad en las redes. Lo primero quizás es más atractivo por esa cosa que vivimos hoy de “¡son oligarcas!, ¡son kirchneristas!”. La ironía en los casos de gatillo fácil no es tan fácil de encontrar. Pero hay una decisión importante que tiene que ver con nunca estigmatizar a los grupos estigmatizados por los medios, con tocar desde lo irónico a personas que nunca fueron tocadas desde ese lugar, cuando los grandes medios sí lo hacen a diario con los sectores más vulnerados de la sociedad. Eso sucede con temáticas que tienen que ver con la violencia institucional, la estigmatización de la pobreza, con las problemáticas de la vivienda, de la salud pública, la educación pública, la diversidad sexual, los derechos de las minorías. La cuestión es estar ahí y tratar de aportar para invertir ese orden. Muchas veces hay personas que ven un trabajo de M.A.F.I.A. y que tratan de ubicarnos dentro de los cuatro o cinco casilleros que hay disponibles hoy en la sociedad. Y no-sotros no queremos caer en eso. La mirada colectiva tiene que ver con construir desde la diferencia y que no tengamos que ser catalogados de oficialistas u opositores, con poder correrse de esa mirada que te etiqueta según el lado de la grieta en el que estás.

Entrevista: Diego Fernández Romeral.

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Sus palabras, al igual que sus fotos, no llevan el nombre de cada uno de ellos sino el del colectivo del que forman parte.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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