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Miércoles, 10 de septiembre de 2014

MUSICA › PETER MURPHY, LEYENDA DEL POSPUNK

“No pienso el próximo paso”

El ex cantante de Bauhaus formaliza una nueva visita con las canciones de su más reciente disco solista, Lion. Y remarca por qué huye de las clasificaciones fáciles de “gótico”.

 Por Joaquín Vismara

En 1983, el cineasta británico Tony Scott filmó El ansia, una película de horror vampiresco protagonizada por Catherine Denueve y David Bowie. En la primera escena, la acción se desarrolla en un club nocturno neoyorquino mientras Bauhaus interpreta su primer single, “Bela Lugosi’s Dead”. La aparición del grupo no era fortuita: en sus cuatro años de carrera, la banda británica llevó el pospunk hacia terrenos sombríos, guiada por su vocalista Peter Murphy, dueño de un tono vocal cavernoso y de una apariencia inquietante y perturbadora. A razón de un disco por año entre 1980 y 1983, el grupo cimentó las bases de la cultura gótica, antes de implotar por la fricción constante entre Murphy y el resto de la banda.

Formalizada la separación, Murphy comenzó a explorar rumbos cada vez más inesperados. Primero, bocetó junto al bajista Mick Karn un proyecto llamado Dali’s Car, pero la unión duró poco, ya que el dúo trabajó a distancia intercambiando material por correspondencia, y rara vez coincidió en el estudio. De ahí en más, el cantante emprendió un camino en solitario que se tradujo a nueve álbumes que grafican una carrera zigzagueante. Lejos de continuar lo que comenzó con Bauhaus, Murphy decidió explorar terrenos que le habían sido ajenos, con resultados tan logrados como dispares que van del pop orquestal a la música étnica, siempre con un dejo sombrío.

Mientras tanto, intentó volver con su antiguo grupo en dos ocasiones en 1998 y 2005. La primera experiencia duró un año y dejó como recuerdo un tema nuevo que se incluyó en compilado de grandes éxitos. La segunda duró un poco más, pero el resultado tuvo el mismo sabor agridulce: la banda se separó por tercera vez en 2007, un año antes de la salida de su quinto trabajo de estudio, Go Away White. Como una manera de rendirle tributo a ese legado, Murphy emprendió en 2013 la gira Mr.

Moonlight, en la que sólo interpretó canciones de Bauhaus. Este año, el músico publicó su noveno disco, Lion, que presenta mañana en Niceto, y con el que busca tomar distancia de su propio pasado. No por nada, una de las canciones lleva por título “I Am My Own Name” (“Soy mi propio nombre”). “Es una manera de decir ‘Por el amor de Dios, no soy Bauhaus, soy yo’. Esta es mi identidad”, declara Murphy desde Estados Unidos, antes de visitar Buenos Aires por tercera vez.

–En su momento, usted dijo que Ninth, su disco anterior, estuvo inspirado en la última gira que realizó con Bauhaus. ¿Cuál fue el motor de Lion?

–La inspiración vino de la nada, porque no teníamos nada planeado. Mi manager me insistía con que tenía que hacer un álbum lo más rápido posible, y me puso en contacto con Youth para que lo produjera. El año pasado fue muy intenso, entre el disco y la gira con canciones de Bauhaus, pero me gusta mucho trabajar, así que me tomé un avión al estudio cuando terminó un tramo de ese tour. En un principio, sólo teníamos que encontrarnos e intercambiar ideas, pero él tenía unas pistas de apoyo ya preparadas, y así es como yo trabajo mejor. Soy un vocalista más que un músico, así que colaboro. A veces escribo mis propias melodías, pero no me veo a mí mismo como a un instrumentista. Yo creo con mi voz para que podamos tejer ideas, ése es mi instrumento. Le pedí a Youth que me mostrara algunas de esas ideas instrumentales que tenía, y no escribí nada. Simplemente le pedí que me diera un micrófono para empezar a grabar y eso fue todo. Fue muy rápido, a lo sumo recurría a algunos bocetos que tenía guardados e intentaba convertirlos en canciones. Así fue como empezó, y en la primera semana ya teníamos siete u ocho canciones. Además, él tenía muchos amigos que pasaban por el estudio a los que invitaba a sumarse, y fue la experiencia más cercana que tuve a estar en una banda en mucho tiempo. Después hicimos una segunda jornada de cinco días un par de meses más tarde, cuando yo estaba libre de vuelta, y volvió a ser así de rápido. No había agenda ni nada parecido: hicimos todo sobre la marcha.

–Su carrera solista toma distancia de lo que hizo con Bauhaus. ¿Cree que no habría alcanzado esa mezcla de sonidos de seguir con el grupo?

–Esa es una pregunta muy difícil de responder, porque cada vez que llegué a nuevos sonidos fue porque quería darme cuenta de qué otra cosa más era capaz de escribir. En la banda fuimos un colectivo que duró cuatro años, en el cual yo me encargaba de poner mi voz e interpretar letras que podían ser de otra persona. Eramos un todo, no era yo quien lo estaba diseñando. No soy una persona muy inteligente, soy alguien sumamente simple que encuentra al acto de cantar totalmente inspirador. Sucede que tengo la facilidad de poder hacerlo muy rápido y lo disfruto mucho. A lo largo de los años fui hallando mi propia voz. Creo que eso hace que a mi carrera no la puedan catalogar de manera tan simple, porque en cada disco tomé una dirección distinta.

–Su trabajo en solitario se caracterizó por no ir a lo seguro. ¿Qué lo llevó a realizar el año pasado la gira Mr. Moonlight?

–Para ser sincero, nunca tuve ganas de hacer una cosa así. Lo que pasó es que en el último tiempo estaba incluyendo canciones de Bauhaus en mi repertorio en vivo, y eso me hizo dar cuenta de que todavía había un público para ese material. Me hubiera encantado seguir con la banda en 2006, pero ésa es otra historia. Lo hice en honor a ellos y además, para ser honesto, no soy rico y necesitaba algo de dinero para hacer mi disco. Quería hacer esto, pero también quería que sonara de la mejor manera posible, y creo que lo logramos. Mientras más shows confirmábamos, mi propio público decidió sumarse porque también quería verlo. De hecho, muchos de ellos están confundidos. Venían como fans de Bauhaus y me decían: “Estuvo lindo, pero estaría bueno escuchar tus canciones también”. Una parte de mí está ligeramente arrepentida, pero lo hicimos porque habíamos generado esa necesidad con mis shows como solista. Al mismo tiempo, es en cierto modo un regalo hacia el público, y me permitió financiar el disco.

–Vive en Estambul desde hace más de veinte años. ¿De qué manera lo influyó esa experiencia?

–Bueno, yo soy un alienígena (se ríe), pero ésa es la cultura más hospitalaria que existe. Mi mujer es turca y tuve que aprender a adaptarme al mundo fuera de nuestro hogar. A la par de que estuve ahí pasé mucho tiempo de gira, y llegó un punto en el que no vivía en ningún lado en particular. Turquía es un gran país, pero Estambul hoy en día está atestado de gente, y eso me cansa un poco. Es un buen lugar para estar, de todos modos, más si saben que sos un inglés que habla su idioma. Por ahí estás charlando con alguien que te elogia tu manera de hablar y cuando le decís que sos inglés se apresuran para responderte: “¡Oh, Churchill fue un gran hombre!” (se ríe otra vez). Quieren saber todo sobre vos, así que a veces terminé mintiendo sobre de qué vivo. Sólo basta con decir que estoy casado con una mujer turca para que me consideren su hermano.

–En muchas entrevistas recientes se negó a que se lo nombrara como “el padre del goth”. ¿No cree que su trabajo fue una pieza importante de ese fenómeno?

–Cuando nos juntamos para volver con la banda en 2005, no nos lo tomamos como si fuera algo importante, porque no éramos nada de eso, pero entendemos que haya sido la influencia para muchas otras cosas. No lo niego, pero no puedo hacerme cargo de eso. No critico a gente, pero me canso de llegar a lugares con estética gótica en donde pasan Joy Division antes de que salgas a tocar, o cosas así. Eso agota un poco.

–En 2010 tuvo un cameo como un vampiro en una de las películas de la saga Crepúsculo. ¿Cómo le resultó esa experiencia?

–El director, David Slade, es inglés y pensó que sería un guiño simpático mi aparición en El ansia. Fue un bolo chiquito, de unos diez segundos, pero fue muy divertido ir al set y estar ahí. No tenía ninguna línea de diálogo, pero disfruté mucho aprender cómo se hacen este tipo de películas. Por cierto, los lobos que aparecen ahí no son de verdad, sino que los agregaron después por computadora. Me pareció que era un buen chiste, una mojada de oreja. Nadie lo entendió, en realidad, excepto mis fans y algunos periodistas. Para los fans de esas películas pasó de largo.

–Lleva casi cuatro décadas de carrera. ¿Qué es lo que todavía lo inspira al día de hoy?

–Este trabajo se vuelve medio difícil si te ponés a pensar demasiado. Cuando llevás más de diez años en actividad, tenés que dejar de pensar y concentrarte en el momento. Trato de no pensar en qué es lo que tengo que hacer en el próximo paso, porque si no sé que me voy a bloquear. Pero creo que soy muy bueno para escribir melodías para canciones de amor simples y sinceras. Tengo una sensibilidad melódica muy natural, pero si escucho a un músico tocar algo y me gusta, voy a querer sentarme con él para que trabajemos juntos.

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