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Jueves, 1 de septiembre de 2016

MUSICA › ENTREVISTA A KRZYSZTOF PENDERECKI, ANTES DE SU PRESENTACIóN EN EL CENTRO CULTURAL KIRCKNER

El modernista que descree de etiquetas

“Yo me concentro en mis obras”, dice el compositor polaco de 82 años, que hoy ofrecerá una charla abierta en el CCK, y mañana en el mismo espacio conducirá tres de sus títulos.

 Por Diego Fischerman

“Uno se aburre de hacer siempre lo mismo”, dice Krzysztof Penderecki. Figura ejemplar de las vanguardias de los ‘50 y ‘60, en años siguientes dio un vuelco espectacular a su estética, abrazando la causa de cierto neorromanticismo. O eso es lo que habitualmente se dice de él. En rigor, en obras como su Polymorphia (que mucho después reelería, junto a él, Jonny Greenwood, el guitarrista de Radiohead) o en la famosa Treno para las víctimas de Hiroshima habita la misma teatralidad del sonido que en composiciones más recientes como sus sinfonías, De Natura Sonoris, de 2012, o el Concierto para trompeta del año pasado. “Hay nuevas búsquedas para poder decir nuevas cosas”, asegura el compositor, a los 82 años. “Y es cierto que uno no cambia, a cierta edad, con la misma velocidad que cuando tenía 20 años.”

En Buenos Aires para dirigir a la Sinfónica Nacional en un concierto dedicado exclusivamente a obras propias, Penderecki menciona la idea de abstracción y, al mismo tiempo, reconoce que las escuchas que otros hacen de sus obras rara vez son abstractas. En diálogo con Página/12 recuerda el uso cinematográfico de algunas de sus composiciones. “A mí me gustó mucho cómo estaba trabajada The Shining (de Stanley Kubrick). Y el film transforma las músicas. El despertar de Jacob, con un texto bíblico, es una obra cuando suena en la película y otra muy distinta cuando lo hace en un concierto”. Tal vez la primera contradicción en ese sentido la haya planteado él mismo al titular una composición sumamente abstracta, inspirada en sus trabajos con la electrónica y planteada como una exploración de ciertos límites en la técnica de la interpretación de los instrumentos de cuerda, con una referencia emocional y apelativa: “Lamento para las víctimas de Hiroshima”. “Obviamente el título hizo que se la escuchara de manera diferente”, reflexiona.

Mañana a las 20, en la Sala Sinfónica del CCK, el compositor conducirá el Adagio de la Sinfonía Nº 3 –completada en 1995–, en su versión para cuerdas, el Concerto grosso No.1 para tres violoncellos y orquesta, de 2001, donde actuarán como solistas Eduardo Vasallo, Jorge Pérez Tedesco y José Araujo y la Sinfonía Nº 4, subtitulada Adagio, escrita en 1989 por encargo de Radio France para el centenario de la Revolución francesa, y ganadora en 1992 del Premio Grawemeyer a la composición. Hoy a las 15.30, en la Sala Federal de ese centro cultural, mantendrá una charla abierta dirigida a compositores y público. Quien fue uno de los fundadores del modernismo y vio pasar las innovaciones, sus imitaciones más burdas, el posmodernismo, sus continuaciones y sus negaciones, resume su postura en una frase casi zen: “Me concentro en mis obras”.

Interesado en la guitarra y el bajo eléctricos, que utilizó en la ópera Los demonios de Loudun, de 1969, y en Partita para clave, guitarra eléctrica, bajo eléctrico, arpa, contrabajo y orquesta, de 1971, Penderecki también compuso, en ese año, Actions para orquesta de free jazz, que fue interpretada por el trompetista Don Cherry y The New Eternal Jazz Orchestra. “Era un poco el espíritu de la época”, cuenta. “Me había interesado el jazz de Dave Brubeck, cuando visitó Polonia a mediados de los ‘60. Y, supongo, en gran parte porque el jazz era algo bastante clandestino. Después mi camino siguió por otro lado. Hasta que vino a verme Greenwood con sus 48 Respuestas a Polymorphia. Era una obra antigua pero me interesó mucho lo que él había hecho. Y me llamo la atención que se interesara por esa composición. La hicimos en concierto, y mis composiciones jamás habían tenido tanto público. Siempre estoy abierto a nuevas cosas y a escuchar músicas que no había escuchado antes”. Si bien la vanguardia polaca se convirtió casi en marca, y de hecho tenía un cierto signo expresivo o expresionista que la distinguía de otras obras, Penderecki no reconoce una marca nacional en su música. “No creo en las nacionalidades. Y no creo que mi música pueda sonar polaca. Suena a música.”

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“Siempre estoy abierto a nuevas cosas, a escuchar músicas que no había escuchado antes”, dice Penderecki.
 
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