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Miércoles, 17 de septiembre de 2008

CINE › ENTREVISTA CON EL DIRECTOR ITALIANO DANIELE LUCHETTI

“Ir más allá del prejuicio político”

Esa es la consigna de Mi hermano es hijo único, la nueva película del director de La investigación, basada en Il Fasciocomunista, la novela autobiográfica de Antonio Pennacchi, llamada así en razón de los barquinazos políticos de su autor.

 Por Sergio Labba

Después de La mejor juventud –cuya exhibición en dos partes representó todo un suceso de estima, el año pasado en Buenos Aires–, el cine italiano vuelve a revisar su historia reciente, a través de un formato de ficción que no reniega de la comedia. Fueron los propios Sandro Petraglia y Stefano Rulli, guionistas de La mejor juventud, los que junto al realizador Daniele Luchetti dieron forma a Mi hermano es hijo único, cuyo estreno porteño se anuncia para el jueves próximo. Como en La mejor juventud, las elecciones políticas de dos hermanos encarnan las opciones de máxima de la sociedad italiana, en plenos años ’60. Tal vez porque el lugar del revolucionario comunista ya está ocupado en su casa, el protagonista de Mi hermano es hijo único termina optando por el fascismo. Que la historia esté narrada desde su punto de vista, y no desde el de su hermano, es lo que dota de originalidad a la película, que la temporada pasada fue la más nominada a los David de Donatello, equivalente italiano del Oscar. De nueve nominaciones, el film de Daniele Luchetti ganó cuatro, al guión, protagonista, actriz de reparto y edición.

Il Fasciocomunista es el título de la novela autobiográfica en la que Mi hermano es hijo único se basa, llamada así en razón de los barquinazos políticos que su autor y protagonista, Antonio Pennacchi, dio en el curso del tiempo. Nacido en Roma en 1960, Daniele Luchetti es conocido en Argentina sobre todo por La investigación (Il portaborse, 1991), donde su amigo Nanni Moretti interpretaba a un resbaloso ministro preBerlusconi. Mi amigo es hijo único es la novena película de una carrera que incluye –entre otras que en Argentina pudieron verse en semanas de preestreno– títulos tan reconocidos como Domani accadrà (1988) y La scuola (1995).

–Cuéntenos del libro en que se inspira la película.

–Es un libro autobiográfico, escrito por Antonio Pennacchi. Tal como Accio, el protagonista, en la adolescencia ingresó al seminario de formación sacerdotal, luego se hizo neofascista y más tarde se afilió al PCI. Todo ello, durante los años ‘60. Il Fasciocomunista me interesó por varias razones. La primera de ellas es que cuenta la historia del año 1968, que en Italia llamamos “el año de la revolución”, desde el punto de vista de un contrarrevolucionario, lo cual va en contra de lo que se hizo otras veces. Lo otro que me interesó es que la novela no pretendía hacer ideología ni demostrar ninguna hipótesis previa, que es lo que normalmente sucede en estos casos. Lo que yo traté de hacer fue desarrollar determinados personajes y tratar de comprender sus motivaciones.

–Pennacchi es lo que podría llamarse un “opinador” mediático, ¿no?

–Tiene unos 60 y pico al día de hoy, escribió un par de libros que tuvieron repercusión y suele firmar columnas de opinión en distintos medios. Es un columnista atípico, porque sus notas están llenas de malas palabras, es muy extremista en sus opiniones. Pero es un tipo inteligente y provocador. Es stalinista. Pero no en sentido figurado: ¡es admirador de Stalin, verdaderamente! Tiene escrita una biografía de Stalin, totalmente apologética, pero lógicamente no encuentra quién se la publique.

–¿Cómo reaccionó Pennacchi ante la película?

–Antes de verla dio un montón de entrevistas en contra, diciendo que la película era malísima y recomendando no verla. Lo cual, por suerte para mí, produjo el efecto inverso y llevó mucha gente a las salas. Cuando la vio, me dijo: “Lo tuyo es muy malo, para no hablar del guión y las actuaciones. Pero la película funciona, gracias al libro. No pudiste destruirlo”.

–Usted hablaba antes de su interés por trabajar los personajes. ¿Cómo definiría la película, como un film político o uno de personajes?

–Se la puede considerar un film político, en tanto tiene que ver con la política y transcurre en un año en el que todo era político. Pero me parece que hay un tema más profundo que eso, que es la historia de un joven que se siente excluido. Trata de definir su identidad a través de la política y escoge el fascismo, más que nada porque en la familia ya hay un comunista, su hermano mayor. Se rebela contra eso, por sentirse solo y excluido.

–Para comprender a Accio hay que ir más allá del prejuicio político...

–Exacto. Lo fácil hubiera sido describirlo como un monstruo, y yo quería dejar ese cliché de lado. Quería describirlo sin juzgarlo, ni tampoco justificarlo: quería hablar de la necesidad de elección, en determinadas circunstancias históricas y políticas, y mostrar cómo toda elección está condicionada por factores personales.

–En la película se ridiculiza tanto a los fascistas como a los comunistas. ¿A qué apunta esa ridiculización, a demostrar que ambas posturas están equivocadas?

–Son cosas que en verdad pasaban, que yo he vivido. Por forzar la ideología se llegaba a situaciones muy ridículas. Me acuerdo por ejemplo de una puesta de cuando estaba en la universidad, un Hamlet releído en clave marxista-leninista. Había mucho de eso, como sucede con cualquier postura dogmática.

–Ahora, en cambio, en Italia daría la sensación de que ya no hay ideologías, que todo se reduce a la gestión y la eficacia.

–Es como si el político, en lugar de jefe de Estado fuera el administrador de un consorcio. Se vuela bajo, en relación con las grandes ideas. En los ’60 y ’70 era al revés: todo se veía a la luz de las grandes ideas. Sin embargo, actualmente, si uno se fija un poco más en detalle notará que quedan resabios. La imagen de Berlusconi, por ejemplo, es la del hombre fuerte, y eso es una rémora del fascismo.

–Los protagonistas de la película son chicos muy jóvenes, que asumen compromisos políticos muy fuertes. ¿Le parece que eso sucede actualmente?

–Actualmente la gente está muy distanciada de la política, muy desilusionada. A comienzos de los ’60, que es cuando mi película se inicia, los jóvenes creían que iban a cambiar el mundo. En los ’70 esos deseos chocaron contra la realidad. En los ’80 los jóvenes abandonaron la política, y lo que sucede actualmente es que la clase política es vieja. En la última campaña electoral italiana, el competidor más joven tenía más de 50 años.

* Traducción, adaptación e introducción: Horacio Bernades.

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Daniele Luchetti trabajó con los guionistas de La mejor juventud.
 
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