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Miércoles, 18 de noviembre de 2009

CINE › SANTIAGO LOZA Y LOS PERSONAJES DE LA INVENCIóN DE LA CARNE

“Me gusta el cine de puro presente”

En la película que se estrena mañana, el director de Extraño pone el foco en María, una mujer que se presta a prácticas ginecológicas, y Mateo, dos personajes en una zona límite. Pero el cineasta afirma que no le interesa eso definido como “psicología de los personajes”.

 Por Oscar Ranzani

Muchos años antes de que elaborara el guión de La invención de la carne en el Centro de las Escrituras Cinematográficas de Francia, Santiago Loza había escuchado en boca de un conocido que había mujeres que se prestaban como modelos vivos para ser sometidas a prácticas ginecológicas en la Facultad de Medicina. Como el director de Extraño y Cuatro mujeres descalzas no pretendía hacer un documental abordando el tema en términos realistas, se puso a imaginar cómo sería un personaje que tuviese esas características. Y cuando comenzó a indagar, se encontró con una idea y un deseo: “Trabajar algo así como el mito de la Magdalena, una especie de Magdalena contemporánea sin un dios que la redima, sino a la deriva”. Así nació La invención de la carne, que se estrena mañana, con la particularidad de que Loza (también dramaturgo) convocó a un elenco de actores de teatro que nunca habían interpretado personajes cinematográficos, con la excepción de Umbra Colombo.

La invención de la carne comienza precisamente con María (Colombo) en una especie de quirófano, o más bien una sala de prácticas médicas, donde diversos estudiantes de medicina se aprestan a realizar un trabajo sobre su cuerpo, casi como si estuviera muerta. María es una mujer que está a la deriva, como si le hubieran cerrado las puertas de este mundo. Y no se sabe nada ni de su pasado ni de su futuro. Hasta que Mateo (Diego Benedetto), uno de los estudiantes que experimentó con su cuerpo, la persigue por la calle y se obsesiona con ella. Cuando la encuentra, y ante la sorpresa de María, le propone viajar en su coche al interior de la Argentina. Mateo tiene relaciones homosexuales y está también obsesionado con ser padre. María se encuentra en una situación en la que no tiene nada que perder. Ambos son seres necesitados de afecto. Y tal vez, el conocimiento mutuo brindará un halo de luz de vitalidad en medio de tanta oscuridad. Con muy pocos diálogos, el silencio de los personajes contribuye a crear un clima de irrealidad en el que están inmersos, con la probable intención del director de navegar por el universo onírico antes que por el mundo realista y cotidiano.

María presta su cuerpo a la ciencia “por un poco de dinero como para subsistir. Pero, en realidad, es prácticamente un cadáver. Me interesaba mostrar un personaje que está como muerto. Y de ahí, en más, ver si hay un camino hacia una zona más vital. Pero, en un principio, ella es como un cuerpo cadavérico”, señala Loza en diálogo con Página/12.

–¿Cuál es la relación que tiene la protagonista con su cuerpo? Por momentos parece autodestructiva.

–Ella no tuvo hijos ni los va a tener porque manifiesta cierta esterilidad. Es un cuerpo que no va a generar vida y es una mujer que no va a tener vida. De algún modo, ha hecho un abandono de su cuerpo, y lo sexual es el modo en que ella tiene de sentir destellos de vida. Pero es un cuerpo a la deriva y tiene esa sensación de ponerlo en riesgo.

–¿Y Mateo es también un hombre que está a la deriva?

–Sí, pero de otra forma. Los dos están en una zona errática. Mateo no está sociabilizado, no puede con lo social. Podríamos decir que es homosexual, pero tampoco lo es claramente; o bien, se lo puede ver como infantil, pero tampoco del todo. Tiene una cierta indefinición, como si no hubiese armado todavía una personalidad social.

–¿Es ambiguo?

–Hay algo ambiguo, hay algo frío, es un personaje muy poco amoroso, pero que termina teniendo cierta ternura hacia las cosas. Con esa especie de ataques psicóticos que tiene, él siente que a muy corta edad cada vez se va distanciando más de pertenecer a lo real o a las cosas. Pero también está obsesionado por la búsqueda de un hijo, como una manera de que lo aferre a la tierra.

–¿Y esa necesidad de ser padre es la causa de la personalidad traumática de Mateo que se obsesiona con esta mujer?

–No sé si la personalidad traumática. La necesidad de ser padre encuentra en esta mujer la posibilidad de armar una especie de familia virtual, aunque sea momentánea. Siempre me pone en jaque la idea de la psicología del personaje. La psicología la tenemos las personas. Los personajes son otra cosa: pulsiones, movimientos que un actor está encarnando. Pero las personas somos mucho más complejas. Los personajes son una idea y hay una zona de ellos que está velada. A veces, me preguntan sobre el pasado de los personajes: yo no lo veo. El cine que me gusta hacer es puro presente, no un pasado ni un futuro porque no existe eso.

–¿María y Mateo buscan afecto ante todo?

–Quizá de un modo que no pertenece a ciertas convenciones sociales, pero a su modo están como desesperados de afecto. O deseosos de generar vínculos del modo que sea. Lo que pasa es que son vínculos que se establecen en una zona muy límite, muy próxima a cierta desolación. Pero cuando la gente dice que la película es oscura, yo pienso que es verdad, pero que también es muy dulce o trata de ser muy delicada. Hay una zona donde los personajes pueden encontrarse, confluir, aunque sea por un segundo.

–Es una película con pocos diálogos. ¿El silencio favorecía esa atmósfera de irrealidad que usted pretendía?

–Sí, me parece que hay algo irreal que se acerca un poco a lo onírico. La película carece de diálogos coloquiales. Los que hay son muy pocos y dicen cosas muy puntuales. La información que se da a través de los diálogos es la mínima para comprender la trama. Si yo hubiera pensado la película en términos realistas, sería ridículo porque las personas no se mueven así, tampoco actúan así. Los personajes están como tomados de ese arrebato trágico que tienen, pero es algo que les pertenece a estos personajes de la ficción.

–¿Y cómo fue la composición de los personajes que parecen bastante complejos?

–El guión tuvo varias versiones. Sabiendo algo del final, escribo linealmente en orden y voy descubriendo las capas de los personajes. Y en las sucesivas reescrituras, voy poniendo y sacando algo más. Yo sentía que la película tenía algo muy intangible y abstracto y debía bajarlo a tierra. Y ése fue el trabajo de hacer casting. Yo sabía que la película se iba a completar con el laburo de los actores y de la puesta. En un momento, sentí que con el guión no podía avanzar. Y los actores fueron como campos de prueba ya que me permitieron que experimentara sobre ellos.

–¿Qué encuentra María en Mateo?

–Encuentra alguien que la conmueve. Con este pibe distante con ella, quizás hay algo maternal y encuentra a alguien que está en una situación de extrema fragilidad. Ella, que ya no tiene nada para ella, tiene la posibilidad de proteger, amparar, cuidar y acompañar.

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“Yo sabía que la película se iba a completar con el laburo de los actores y de la puesta”, dice Loza.
Imagen: Martin Acosta
 
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