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Domingo, 31 de enero de 2010

CINE › RETRATO DE KATHRYN BIGELOW, LA DIRECTORA DE VIVIR AL LIMITE, FAVORITA DE LA CRITICA

“Quise que mi película fuera lo más tensa y real posible”

En la actual temporada de premios, la ex de James Cameron compite contra Avatar con Vivir al límite, una película sobre la guerra de Irak que ya se ganó el favor de las asociaciones de críticos de Nueva York y Los Angeles con una puesta en escena explosiva.

 Por Geoffrey Macnab *

Cuando Vivir al límite, de Kathryn Bigelow, consiguió ocho nominaciones a los premios británicos Bafta, a los críticos les costó evitar hablar de la batalla de los ex esposos. Después de todo, Bigelow supo estar casada con James Cameron, quien también recibió ocho nominaciones por Avatar. A medida que avanza la “temporada de premios” –en la que ya se aseguró el favor de las asociaciones de críticos de Nueva York, Los Angeles y San Francisco– hay mucho en juego para The Hurt Locker (tal su título original), una película que agita la bandera del cine independiente. Fue hecha con menos de quince millones de dólares, lo que puede considerarse como un vuelto si se tiene en cuenta el presupuesto de 300 millones para Avatar. Pertenece a un género que hasta ahora ha probado ser un veneno en la taquilla: la película de guerra de Irak. Antecedentes que van de Redacted (Brian de Palma) a In the Valley of Elah (Paul Haggis), pasando por Home of the Brave (Irwin Winkler) tuvieron que luchar para atraer al público. Aunque tiene cameos de Guy Pearce y Ralph Fiennes, no hay grandes estrellas ni grandes efectos especiales ni 3D.

“Quise que Vivir al límite fuera lo más tensa y real posible, y eso significaba tener actores que fueran caras relativamente frescas, desconocidas, para que el público no pudiera saber, de acuerdo con su perfil, quién de los tres personajes iba a vivir o morir”: así explicó Bigelow su casting. Ella tiene una reputación de elegir actores nuevos, y así fue como les dio sus primeras oportunidades a actuales estrellas como Willem Dafoe y Keanu Reeves. De todos modos, para una película que fue hecha sin un acuerdo de distribución asegurado, era un poco difícil conseguir grandes figuras. Fiennes, que entrega una performance con mucho espíritu como un soldado británico con algo de T. E. Lawrence, fue protagonista de Días extraños (1995), coescrita por Bigelow y Cameron, y sumó su trabajo para este film de buen grado.

Muchos espectadores que vieron Vivir al límite –en Buenos Aires se estrena el próximo jueves– han expresado su sorpresa acerca de que el film esté dirigido por una mujer. Después de todo, es un intenso y claustrofóbico drama sobre los técnicos del escuadrón de bombas, tres miembros del cuerpo de elite de explosivos del ejército estadounidense. Cuando no están en las calles de Irak de-sactivando bombas, están tomando cerveza en la base o armando pendencias por diversión. Bigelow explora la masculinidad y el vínculo entre hombres. En una de las secuencias más conmovedoras e irónicas, se ve al héroe, el sargento William Jones (Jeremy Renner), de regreso con su familia en Estados Unidos. El soldado, que se ha mostrado calmo en el peligro más extremo, simplemente no puede lidiar con la tarea de comprar en un supermercado. No puede aceptar el rol de padre y esposo. Luego de contar los días que le faltaban para abandonar Irak, ahora no puede esperar a estar nuevamente allí, con sus amigos.

Bigelow ha sido así antes. Punto límite, película de 1991 protagonizada por Keanu Reeves y Patrick Swayze, fue un thriller en el mundo del surf con cierto trasfondo homoerótico. Reeves interpretaba a un policía caracterizado como “joven, tonto y lleno de ímpetu”, que se infiltraba en una pandilla criminal liderada por el personaje de súper surfer de Patrick Swayze. Bigelow se las arregló para convertir un thriller ligeramente ridículo en una meditación sobre la amistad masculina y la tentación de la muerte. Entre las pruebas y los robos de bancos, había mucha meditación existencial. La directora deja claro que los dos héroes del film disfrutan el peligro y la violencia. Vivir al límite es muy diferente, pero uno de sus elementos más perturbadores es la sugerencia de que el sargento Hames es adicto al brote de adrenalina que le produce lo que a la mayoría de la gente le parece el peor trabajo del mundo.

Tanto Bigelow como Cameron pueden ser vistos como descendientes del gran director de Hollywood Howard Hawks, que gustaba de contar historias sobre la camaradería masculina y juzgaba a sus colaboradores por su profesionalismo. Bigelow incluso puede ser descripta como el mejor ejemplo de lo que se hizo conocido (en el lenguaje sexista de crítica de películas) como “la mujer Hawksiana”. Es decir, el tipo de mujer muy segura de sí misma, insolente y capaz de andar de igual a igual con los muchachos. En las fotos publicitarias de comienzos de su carrera, Bigelow, con su largo cabello, incluso se ve un poco como la actriz favorita de Hawks, Lauren Bacall, en las épocas de Al borde del abismo. Lo que la hace una cineasta tan fascinante es el amplio rango de influencias a menudo contradictorias en su trabajo. Nacida en San Carlos, California, en 1951, con un padre que manejaba una fábrica de pintura y una madre bibliotecaria, estudió con Susan Sontag en un programa independiente de estudios del museo Whitney. El final de la década del ’70 marcó el punto más alto de las teorías cinematográficas conducidas por la semiótica, y Bigelow estaba bien empapada en ellas. Incluso fue académica por un corto lapso.

En los reportajes, Bigelow a menudo toca una cuerda ambivalente sobre lo que significa ser una mujer en el mundo de la dirección. “Si existe una resistencia específica a una mujer haciendo películas, solo elijo ignorar eso como obstáculo, por dos razones: no puedo cambiar mi género y me niego a dejar de filmar –comentó–. Es irrelevante quién o qué dirigió una película; lo importante es que uno responde a eso o no. Debería haber más mujeres dirigiendo: creo que no hay suficiente conciencia de que eso es realmente posible.” Al mismo tiempo, su película Testigo fatal (Blue Steel, 1989) puso el tema del género en primer plano. La protagonista era Jamie Lee Curtis, como una policía acosada por un asesino serial. La agente era al mismo tiempo víctima y protagonista: la heroína de acción que empuña y fetichiza un arma.

Los académicos han encontrado ricas selecciones en la biografía y el trabajo de Bigelow. Ella es una cineasta a la que han visto colgada entre el cine independiente y el mainstream de Hollywood. Lo que la distingue de otros directores es que conoce el código. Ha habido frecuentes historias sobre Hitchcock u otros directores líderes de Hollywood sintiéndose adulados o profundamente confundidos por el modo en que su trabajo fue interpretado por las grandes mentes críticas de la academia, en revistas como Positif y Cahiers du Cinéma. Eso nunca sucedería en el caso de Bigelow. Después de todo, tiene un master en crítica de cine de la Universidad de Columbia. En una entrevista reciente con la revista Newsweek, habló de haber ido a ver un doble programa de Calles salvajes y La pandilla salvaje y empezar a darse cuenta de que un acercamiento académico a las películas sólo podría alejarla de ellas. “Tomé toda mi saturación de deconstructivismo semiótico lacaniano y lo di vuelta. Me di cuenta de que hay un acercamiento mucho más muscular a la realización de películas que fue muy inspirador.”

Antes de Vivir al límite, la carrera de Bigelow no estaba precisamente floreciendo. Su película con mayor presupuesto, K–19: The Widowmaker (2002), fue un fracaso de taquilla que ni siquiera se acercó a recuperar los costos de producción (según Box Office Mojo, la película, sobre un desastre a bordo de un submarino nuclear ruso, costó 100 millones y recaudó 65 millones en todo el mundo). Con esta película, la cineasta está volviendo a sus raíces. Como sus viejas películas The Loveless (sobre el mundo de los motoqueros), Cuando cae la oscuridad (un ensayo bien sangriento sobre el territorio de los vampiros) y Blue Steel, hizo una película de género provocativa, de alto impacto. Hay cierta ironía en el hecho de que Vivir al límite compita con Avatar: Bigelow y Cameron aún son amigos. Cuando ella recibió el guión final de The Hurt Locker, según le dijo a The New Yorker, Cameron fue el primero al que le pidió opinión. Es el tipo de película que el mismo Cameron podría haber hecho alguna vez. A diferencia de Avatar, Vivir... es austera y contenida. Si es una pieza de cámara, es de las explosivas. La tensión que Bigelow genera al mostrar al sargento sentado en un auto, entre un manojo de cables como spa-ghetti, tratando de desactivar una bomba, es casi abrumadora. La cineasta tiene también un ojo especial para el costado surrealista en la vida de estos desarmadores de bombas. Se visten con grandes trajes que los hacen ver como aquellos buzos de los viejos tiempos. Su trabajo, esmerado, tedioso, llega a parecer un estilizado ritual religioso.

A menudo, los premios a las películas son un sinsentido. Se juntan tipos completamente diferentes de películas para competiciones en las que no hay un criterio objetivo. Más allá de eso, pocos podrán negar el virtuosismo con el que Bigelow realizó Vivir al límite. Actualmente, su recaudación en el mundo es de sólo 16 millones de dólares, en oposición a los 1600 –y sumando– que acumula Avatar. Aun así, cuando se trata de pura realización cinematográfica, Bigelow está, sin dudas, a la altura de su ex marido.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Vivir al límite retrata a un grupo de desactivadores de bombas del ejército estadounidense.
 
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