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Jueves, 7 de marzo de 2013

CINE › NUEVA EDICIóN DEL FESTIVAL SOBRE DIVERSIDAD SEXUAL Y GéNERO DE ARGENTINA LIBERCINE

“Tenemos una marca muy política, muy militante”

Néstor Granda, Mónica Lairana y Marcelo Mónaco, el director y dos de los cineastas del certamen, explican las características del festival que reunirá cerca de 150 trabajos de todo el mundo y que arranca hoy en el Arte Cinema y en el Teatro IFT.

Existe un punto de encuentro para la diversidad con la que Néstor Granda, Mónica Lairana y Marcelo Mónaco evitan caer en los reduccionismos de las etiquetas. Los tres coinciden, en simultáneo y casi sin habérselo propuesto, en que el Festival Internacional de Cine sobre Diversidad Sexual y Género de Argentina Libercine no es un reducto más “para el ghetto”. El director y dos de los cineastas –en ese orden– del certamen que arranca hoy y se extenderá hasta el 13 de marzo sostienen que, en esencia, intentan visibilizar, abrir el debate y mostrar diversidades, sin olvidar la gran vidriera de difusión que Libercine representa para muchos realizadores que de otro modo pasarían inadvertidos. Con sede en el Espacio Incaa Arte Cinema (Salta 1620) y el Teatro IFT (Boulogne Sur Mer 549), la quinta edición del festival contará en su programación con largometrajes, cortometrajes y documentales locales y extranjeros que intentan ampliar el horizonte de espectadores con relatos menos soft sobre realidades bastante hard.

Los trabajos audiovisuales que integran la grilla de Libercine retratan, en más o menos fotogramas, situaciones de discriminación, violencia de género, trata de personas, aborto y homosexualidad desde una perspectiva que, sin intentar llevarse puestos tabúes y discursos pacatos, apela un poco a la denuncia y otro poco a amplificar debates: “El festival no es para que venga sólo el colectivo LGBT porque sabemos y conocemos cuáles son nuestras realidades. Es un festival temático y la diversidad sexual es uno de los temas que atraviesan la programación”, aclara Granda. Y destaca que muchos directores ya piensan sus ficciones y documentales con miras a poder presentarlas en la competencia: “Es un espacio de militancia para los derechos humanos y para difusión cinematográfica, para poner sobre el tapete y discutir ciertas temáticas. Pero también es un espacio para el cine, para los realizadores que no encuentran otro lugar para proyectar sus películas. Muchas de las películas del festival no llegarían a los espectadores si no fuera por este espacio”.

Granda cuenta que hace poco más de cinco años, un caso de discriminación de un profesor de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) hacia una alumna trans fue el cortocircuito que lo llevó a la provincia mediterránea, convocado por la Facultad de Filosofía y Humanidades –que dicta la Licenciatura en Cine y Televisión– de esa casa de altos estudios, con el propósito de idear un paliativo a la tensión generada por el episodio de intolerancia. El director de Libercine, que por ese entonces ya contaba con algo de experiencia en la organización de festivales y juradurías, recogió sin más la propuesta de crear un espacio cultural que tuviera como temática la diversidad sexual, en respuesta a ese hecho de discriminación: “Empezamos en 2008 con una muestra de películas más enfocada a lo experimental, con mucho debate y participación, por lo que había pasado”, recuerda.

Dos años más tarde y tras el auspicio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), lo que arrancó como una muestra cinematográfica devino un festival que anualmente aglutina a distintos exponentes del cine independiente y experimental, vernáculo e internacional, en distintas salas del país: “El festival va rotando por las provincias. La onda del festival es que Buenos Aires no sea el epicentro, sino que las provincias también. Un año puede ser en Buenos Aires, al año siguiente puede ser en Mendoza. La primera sede fue Córdoba, luego estuvimos en Río Gallegos y Santiago del Estero. El año pasado se hizo en Resistencia, Chaco”, explica Granda.

Con funciones todos los días (excepto los lunes) desde las 14 en Arte Cinema y sábado, domingo y lunes, desde las 16, en el Teatro IFT, el festival reunirá cerca de 150 trabajos de realizadores provenientes de Canadá, Brasil, Estados Unidos, Dinamarca, España, Venezuela, Colombia y Alemania, entre otros países, divididos en tres competencias: Sección Competitiva Internacional, Sección Competitiva Argentina y Sección Competitiva Panorama Documental, cada una a cargo de un trío de jueces integrado por cineastas, productores e investigadores argentinos y latinoamericanos. La programación del festival incluye además una selección de cortometrajes “fuera de concurso”, que se proyectarán a lo largo de sus siete días en calidad de muestra, a lo que sumarán charlas, debates y exposiciones de arte, entre otras actividades.

En esta edición, el festival abrirá su quinta entrega con María, el segundo cortometraje de la actriz y realizadora Mónica Lairana, que muestra un día en la vida de una joven víctima de la trata de mujeres con fines de explotación sexual, resumido en trece minutos de relato visceral. Esa decisión, afirma Granda, no fue casual: “Las temáticas del festival son diversidad sexual y género, no diversidad de género. Elegir el corto de Mónica en este momento en el que estamos discutiendo con el Poder Judicial una resolución por el caso Marita Verón, es plantarnos y decir que queremos otra cosa. En toda la programación del festival hay una postura política tomada. Abrir con este corto es una decisión política”.

Con su segunda incursión en la dirección cinematográfica (su ópera prima es el cortometraje Rosa), Lairana participó de los festivales de Mar del Plata y Rotterdam donde, frente al desconcierto de los espectadores tras la proyección de María, confiesa que tuvo que aclarar que las redes de trata de personas no son un fenómeno exclusivo de la Argentina: “El tratamiento que se le da al tema de la trata es soft. Siempre está tamizado para que no llegue con eso tremendo que realmente tiene. No se le da la dimensión que tiene. Las chicas son desaparecidas en democracia. En los noticieros se habla de que se las ‘obliga a ejercer la prostitución’ cuando, en realidad, son violadas por 20 o 30 tipos todos los días”, repudia.

A tono con el espíritu integrador de la competencia, el nuevo trabajo de Lairana lleva a la ficción una problemática coyuntural, de esas que, según Granda, Libercine siempre intentó acompañar: “El festival tiene una marca muy militante, netamente política. Aquel acto de discriminación del que nació marcó su identidad. Durante estos cinco años nos tocó militar la ley de matrimonio igualitario y la de Identidad de Género. En cada momento, hubo una selección especial de películas que abordaban esas temáticas, que permitían el debate sobre lo que estaba pasando”.

Demoliendo telos

“El otro día, un amigo se cuestionaba por Facebook si hacer festivales de cine gay no es una forma de autodiscriminarse”, irrumpe el cineasta Marcelo Mónaco. La elocuencia de la contestación virtual dejó en jaque cualquier intento de réplica: “Es un género como el cine de terror y el western. Hay festivales de cine de terror fantástico como el Rojo Sangre y nadie los acusa de eso. No siento que en este festival uno se cierre y produzca excluyentemente para un público en particular. En vez de mostrar un montón de películas, hacemos de este género”.

Granda acompaña el pensamiento del director con una acotación que intenta quitarle banalidad y glamour al enfoque prejuiciado con el que se miran algunas propuestas del mundo LGBT: “Libercine apunta a una temática desde una postura ideológica. Estamos acostumbrados a festivales de temática gay pochocleros, en los que se proyectan películas de iconos de ese cine y que a la noche se haga una fiesta en tal lugar. Este es un encuentro cinematográfico en el que se discute. Es un festival temático. Eso de marcarlo como un festival de cine gay tiene que ver con el estereotipo que frivoliza a la cultura gay”.

En su segunda participación en Libercine, Mónaco estrenará Violetas, la segunda parte de la serie Tensión sexual, que codirige junto a Marco Berger –otro reconocido director del género– y a una distribuidora estadounidense que produce films en el mismo eje. Tensión sexual. Volumen 1: Volátil, la primera entrega de la saga, producida en 2012, integra la categoría Competencia Internacional. “No tengo una militancia específicamente con el cine porno, pero sí con la diversidad sexual. Trato de hacer entretenimiento para el público, pienso específicamente en el público gay o al que le pueda interesar el cine con temática gay”, explica Mónaco.

Las dos partes de Tensión sexual reúnen una docena de episodios, seis de lesbianas y seis gays, que en tono de drama o comedia muestran momentos de incomodidad y encuentro entre una pareja de extraños que experimentan, de manera desigual, “la electricidad” del ímpetu pulsional: “No estamos tan enfocados en tirar tabúes –explica– sino en establecer un código con el espectador. Queremos que él o ella se sientan identificados con lo que contamos. Estas historias son un link directo a los espectadores, aun cuando no sean tal cual las vivieron”.

Informe: Daniela Rovina.

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“Es un espacio de militancia para los derechos humanos”, señalan Lairana, Granda y Mónaco del festival.
Imagen: Pablo Piovano
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