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Martes, 10 de septiembre de 2013

CINE › LA CASA EMAK BAKIA Y LA PELíCULA DE ANA, EN COMPETENCIA EN CEARá, BRASIL

Un documental real y otro de ficción

La película del realizador vasco Oskar Alegría busca dar con el hogar en el que Man Ray filmó un cinepoema y revelar aquello que encierra. En cambio, la comedia del cubano Daniel Díaz Torres muestra a una actriz que se hace pasar por jinetera para un documental.

 Por Oscar Ranzani

Desde Fortaleza

Uno de los períodos más difíciles de la democracia brasileña se vivió durante el gobierno corrupto de Fernando Collor de Mello. Durante esa época, más precisamente en 1991, los cineastas Eusélio Oliveira y Francis Vale tuvieron la idea de otorgarle valor a la cultura en un país que le cerraba las puertas. Introdujeron, entonces, el cine en Fortaleza, ciudad epicentro del estado de Ceará, y crearon la Video Mostra Fortaleza, un evento cinematográfico que permitió que los cineastas nordestinos pudieran mostrar sus trabajos, en vez de ser relegados como sucedía por entonces. Cuatro años más tarde, la muestra ganó prestigio y pasó de ser local a nacional, transformándose en el Festival de Cine de Ceará, del que todo Brasil fue protagonista. Hasta que en 2006 se internacionalizó y con sus fronteras abiertas pasó a convertirse en el Festival Iberoamericano de Cine de Ceará. Actualmente se está celebrando la 23ª edición, en la que compiten ocho largometrajes de España, Uruguay, Cuba, México, Brasil (tres films en este caso) y, en representación del cine argentino, el notable documental Mercedes Sosa, la voz de Latinoamérica, dirigido por Rodrigo Vila. La programación se completa con muestras paralelas, entre ellas, una competencia de cortos brasileños y otra de audiovisuales cearenses.

En la competencia de largos iberoamericanos se exhibió el film La casa Emak Bakia, del realizador vasco Oskar Alegría, que algunos argentinos tuvieron la oportunidad de ver en el Bafici 2012. Los cinéfilos recordarán que Emak Bakia es un cinepoema del artista estadounidense Man Ray –emblema del surrealismo y del dadaísmo–, que filmó en 1926 en Biarritz, en el noroeste de Francia, donde residió casi toda su vida. Y en lengua euskera, emak bakia significa “dejame en paz”. Eso no es precisamente lo que hace Alegría: impulsado por la inquietud sobre el misterio que encierra la casa donde filmó Man Ray ese trabajo experimental, establece una profunda investigación para dar con el hogar y revelar aquello que encierra. Para lograrlo, parte con muy pocas pistas, ya que al momento de hacer la película habían pasado más de ochenta años de la filmación del film de Man Ray. “He buscado con las armas de la ciencia, pero también con las del misterio y de la magia”, cuenta Alegría a Página/12.

Combinación de documental con cine experimental, el film tiene una estructura narrativa armada como si se tratara de la pesquisa de un detective. “No sé si hay un relato policíaco de investigación detectivesca, pero sí hay un relato clásico. Por muy extraña que pueda parecer esta película, como si fuera un film vanguardista que hace homenaje a un pope de las vanguardias como es Man Ray, en el fondo lo que tiene dentro es el viejo relato de la búsqueda de un tesoro y el encuentro de una princesa”, explica el cineasta pamplonés. En el último caso se refiere al contacto que establece con una anciana princesa rumana, que vive en Alemania, y que perdió la casa durante la Segunda Guerra Mundial, porque creyó que había sido destruida por los bombardeos.

Alegría no abusa de las entrevistas a cámara y, si bien se formó en la televisión y reconoce que en ese medio el estilo “cabeza parlante” es “un vicio”, admite que quería hacer una recuperación del relato clásico en un sentido vanguardista. “Hoy en día las películas experimentales están perdiendo mucho contenido. Son películas vacías que se basan sobre todo en la forma. En una ‘cabeza parlante’ hay contenido porque te lanza un mensaje, un testimonio. Y en mi película hay una recuperación vanguardista, porque creo que hoy lo más vanguardista es recuperar el relato”, subraya Alegría.

Otra de las características de La casa Emak Bakia es que Alegría prescinde de la voz en off pero utiliza intertítulos para hilvanar la estructura narrativa de la búsqueda de ese recinto misterioso. Si bien a simple vista podría parecer que se trata de un homenaje al cine mudo, el propio cineasta comenta que lo hizo de esa manera porque “nació de un accidente”. “Pero los grandes accidentes han dado los mejores inventos humanos. Por ejemplo, la penicilina se descubrió por error y el champagne también. Empecé a utilizar los intertítulos porque no hablaba francés. Tuve que hacer un primer montaje en ese idioma y no me atrevía a poner una voz justamente porque no lo hablaba. Entonces, me parecía más fácil escribir unos textos con la ayuda de un amigo que me los tradujo. Hice esos textos por un error o un accidente, que era la carencia del francés. Pero me di cuenta de la virtud del error: había una manera de trabajar la ausencia porque es una película que viaja con fantasmas y, entonces, no hay que estar muy presente a la hora de visitar tus fantasmas”, entiende el cineasta.

En la competencia de largos también se exhibió La película de Ana, largometraje de ficción dirigido por Daniel Díaz Torres, cineasta y guionista cubano, que es una de las figuras vivas más importantes del cine de la isla. Ana (Laura de la Uz) es una actriz que no tuvo suerte y apenas trabajó en mediocres programas de televisión. Hasta que unos productores alemanes deciden realizar un documental sobre la prostitución en Cuba y Ana se encuentra con la posibilidad de ganar unos cuantos dólares. ¿Cómo? Haciendo lo que siempre hace: fingir. En este caso, se hace pasar por jinetera y la filman contando su vida, creyendo que es una verdadera prostituta. Pero la cosa se complica cuando los productores, entusiasmados con la historia que simula Ana, deciden hacer un documental más extenso sobre su vida. Y, entonces, deberá montar una serie de situaciones que disimulen la mentira con la ayuda de su marido y de su amiga, que conoce el ambiente. Hasta que les dan la cámara para filmar en su casa y en su barrio, con el objetivo de que no sea solamente un relato de la “prostituta”, pero no será tan fácil sostener ese personaje que Ana ha creado.

El film aborda la prostitución desde una mirada diferente a las películas que suelen utilizar los clichés propios de esta temática. Tomás Cao, el actor que compone a la pareja de Ana, de visita en Fortaleza, comenta que “a partir del personaje que se inventa la actriz, encuentra una libertad para decir cosas que bajo otras circunstancias le hubiera sido más difícil”. Es que La película de Ana es una comedia pero que, según define Cao, “habla de temas serios”. “Digo esto porque los temas que toca son muy sensibles para nuestra sociedad y me imagino que para el resto del mundo también. Habla de la doble moral, de la hipocresía, de los prejuicios, con un humor cubano como nos tiene acostumbrados el director Díaz Torres.” Si bien Ana miente en el relato, sus reacciones y sus sentimientos son sinceros. Casi como que sufre cuando cuenta su “experiencia de vida”. “Ella, a través del personaje de Jinet, que es la prostituta que encarna en el documental, desnuda su alma. Ella suelta todo el veneno que tiene por dentro, todo ese resentimiento de sus frustraciones”, concluye Cao, cuyo personaje se va identificando con la manipulación que realiza su mujer de su propia realidad, porque él es un director frustrado y ve en la idea de su mujer una oportunidad de hacerse conocido filmando con la cámara que les dan los productores.

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En La casa Emak Bakia, Alegría utiliza intertítulos para hilvanar la estructura narrativa.
 
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