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Sábado, 16 de abril de 2016

CINE › PRIMER FILM ARGENTINO EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL

La dictadura como una noche lóbrega

La larga noche de Francisco Sanctis, seleccionado para Cannes, recorre territorios poco visitados sobre la última dictadura. El palestino A Magical Substance Flows Into Me propone una relectura de la cultura musical de la región contra todos los prejuicios.

 Por Diego Brodersen

Diego Velázquez hace de la represión física una parte esencial de los méritos del film argentino.

La Competencia Oficial Internacional sumó dos nuevos títulos que no podían ser formal y temáticamente más diversos: la argentina La larga noche de Francisco Sanctis, basada en la algo olvidada novela de Humberto Costantini del mismo título, y el documental A Magical Substance Flows Into Me, coproducción entre varios países rodada en Israel y en los territorios palestinos. A ellas se les añadió la rumana Illegitimate, intenso drama sobre el incesto y otras endogamias dirigido por Adrian Sitaru que viene de exhibirse en el Festival de Berlín. Evidentemente, el equipo de programadores del festival porteño decidió destacarla al incluirla en la selección, aunque su status es el de “fuera de competencia”: el hecho de ser un cuarto largometraje lo inhabilita automáticamente para concursar por algún premio.

De breve duración (poco más de una hora), un tema en principio poco “ganchero” y un enfoque nítidamente antropológico, el documental de la artista plástica Jumana Mannatoma toma como punto de partida una serie de grabaciones radiales de los años 30, en las cuales el famoso musicólogo Robert Lachmann daba cuenta, mediante el registro sonorodirecto, de las diversas culturas musicales de aquella zona de Medio Oriente conocida –por aquel entonces– como Palestina. E insistiendo, como el film destaca en sus primeros minutos, con la idea de que las diferencias entre la música judía y la árabe son, en esencia, muy ligeras o directamente inexistentes. Toda una declaración políticamente incorrecta –pero, aparentemente, muy correcta desde lo fáctico– que le valió algún que otro problema con las autoridades de la emisora. En A Magical Substance Flows Into Me, Manna –de origen palestino, nacida en los Estados Unidos y actualmente habitante de la ciudad de Berlín– parte de esos registros y de materiales impresos para volver a recorrer el camino de Lachmann; esto es, revisitar esa postura para volver a confirmarla en la actualidad.

Entre otros momentos de interés, la realizadora entrevista a un anciano (y a su esposa), ambos miembros del grupo de los samaritanos, atavismo viviente que data de los inicios del judaísmo y que hoy cuenta con apenas unos 700 miembros, conocidos en el mundo por la famosa parábola del Nuevo Testamento. En otra instancia, un representante de las tribus beduinas desempolva literalmente su vieja rababah, instrumento tradicional típico de una, dos o tres cuerdas (el que puede verse en el film posee sólo una y su manufactura es absolutamente casera). Más allá del relato en off de Manna y de las diversas entrevistas que forman parte del documental, la música ocupa un lugar central, desde un dúo de shababay yargul (dos instrumentos de viento primitivos) más percusión electrónica que cierra la película al impresionante mini recital que una cantante improvisa en su propia cocina, al tiempo que revuelve el guiso que se está cocinando sobre el fuego.

Con la presencia en el rol central de Diego Velázquez –quien hace de la represión física de gestos y movimientos una parte esencial de los méritos del film–, la adaptación de los directores debutantes Andrea Testa y Francisco Márquez de la novela de Costantini parece arrancar en el costumbrismo de época para, lentamente, ir acercándose a territorios mucho menos visitados por el cine nacional de ficción ubicado en la época de la última dictadura. Como en el libro original, Francisco Sanctis, empleado de una empresa de venta mayorista a la espera de un dilatado ascenso, se encuentra con una amiga del pasado y recibe un pedido por demás inesperado: avisarles a dos personas desconocidas que esa noche serán secuestradas por un grupo de tareas. Lo que sigue es el derrotero de una sola noche en la cual el protagonista, casado y con dos hijos, decidirá dejar momentáneamente la seguridad de su departamento para embarcarse, al principio con más dudas que certezas, en una diligencia no exenta de peligros.

La larga noche de Francisco Sanctis, que acaba de ser seleccionada para la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, trabaja el fuera de campo como elemento sustancial de la narración: no se ven aquí militares ni requisas ni Falcons verdes, pero la presencia ominosa de esas fuerzas invisibles se siente con fuerza a partir de la puesta en escena (planos cerrados sobre el rostro del protagonista, recortes de la ciudad en penumbras, encuadres que impiden la idea de totalidad). Un camino nocturno a pie, en colectivo o taxi que muestra una ciudad desierta, temerosa, empapada de la misma paranoia que comienza a hacerse carne en Francisco, de manera cada vez más afilada. Sin admoniciones ni elementos discursivos al uso (¿Qué mueve a Sanctis? ¿La culpa, cierto idealismo redivivo, algo parecido al humanismo?), Testa y Márquez construyen una película que registra un aire de época a partir de la mirada de un único personaje, convirtiendo inteligentemente la voz interior del personaje de la novela en algo completamente físico: movimientos, miradas, corridas. La película incluye el uso más tenebroso de ese clásico del optimismo musical, “Un millón de amigos”, de Roberto Carlos.

* A Magical Substance Flows Into Me se exhibe hoy a las 22.45 en Village Recoleta 2 y el martes 19 a las 13 en Arte Multiplex Belgrano 3. La larga noche de Francisco Sanctis se exhibe hoy a las 16.15 en Village Recoleta 9 y el lunes 18 a las 20.40 en Arte Multiplex Belgrano 1.

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