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Jueves, 29 de noviembre de 2007

CINE › AGONIA DE UNA LEYENDA DEL WESTERN

Agonía de una leyenda del western

A diferencia de otras versiones que narraban el origen del mito, el film dirigido por el neocelandés Andrew Dominik toma a Jesse y los suyos en plena disolución, mientras una conciencia de muerte impregna las imágenes de la película desde los primeros fotogramas.

 Por Horacio Bernades

Octava ocasión en que el cine sonoro de los Estados Unidos vuelve sobre uno de sus mitos fundantes, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford se inscribe con toda conciencia en esa serie, entroncando directamente con la última versión estimable de la leyenda: la que en 1980 dirigió Walter Hill, y que en Argentina se estrenó como Cabalgata infernal (tít. orig.: The Long Riders). Si Hill optaba por la elegía crepuscular a la hora de cantar a Jesse y los suyos, El asesinato de Jesse James... impone una melancolía terminal. Una conciencia de muerte impregna las imágenes de la película desde los primeros fotogramas. No sólo las imágenes, sino quienes las pueblan, la historia misma y el propio género. A diferencia de la película de Walter Hill, El asesinato de Jesse James... ya no es siquiera un western, sino una larga meditación sobre su agonía y extinción.

Esa autoconciencia proviene también del relato en off, en el que una voz inidentificada cita con precisión fechas, edades, hechos, cifras. ¿A quién podría corresponder esa voz sino a un testigo de la historia, descomprometido y neutral? En otras palabras, a Ron Hansen, historiador y autor de la novela en que la película se basa. Hace ya dos años que el realizador y guionista neozelandés Andrew Dominik (autor de Chopper, sobre un brutal asesino real) la filmó, para pasar el siguiente bienio convertido en chopper (cortador en pedacitos) de su propia película. El corte original de El asesinato de Jesse James... duraba nada menos que cuatro horas, lo cual no les hizo ninguna gracia a los ejecutivos de la Warner Brothers. “Reducida” a dos horas cuarenta, la película de Dominik debe su título a una balada semianónima de la época, que versiones cinematográficas previas ya habían reproducido y aquí canta, sobre el final, Nick Cave, en un barsucho de Missouri.

A diferencia de otras versiones que narraban el origen del mito, El asesinato... toma a Jesse y los suyos en plena disolución. Es septiembre de 1881. Jesse (Brad Pitt, confirmando que cuando quiere puede ser muy buen actor) acaba de cumplir 34 años. Los miembros originales del gang han muerto en enfrentamientos y hasta el propio Frank James, su hermano mayor (Sam Shepard, en brevísima pero poderosa aparición), está a punto de retirarse, advirtiendo seguramente que el final está cerca. Cuando la película se abre, la banda James es una versión degradada de sí misma, con un puñado de campesinos jóvenes e inexpertos ocupando el lugar de profesionales del robo. Entre ellos, Bob Ford, que tiene sólo 19 años y será –se sabe desde el propio título– el Bruto de esta historia (Casey Affleck, protagonista de la recién estrenada Desapareció una noche).

Reduciendo las escenas de acción a un único robo, algún enfrentamiento a tiros y un par de ejecuciones aisladas, El asesinato de Jesse James... se concentra en la relación que Jesse establece con su admirador, que desde chico guarda en una caja los recortes de diarios y cuadernillos populares que cantan su gesta. Pura neurosis, esa ligazón de ídolo y fan es la flor y nata del film de Dominik. En retirada, tratando de mantener el anonimato y mudándose junto a mujer e hijos de pueblo en pueblo, el Jesse de Dominik es un tipo astuto, consciente de que cuanto más sube el precio a su cabeza más deberá desconfiar del prójimo. De allí a la paranoia no hay más que un paso y Jesse dará varios, cargando de tensión cada encuentro con sus socios. Un Pitt de mirada de zorro los escudriña temiblemente, como si fuera un jugador de poker, tan rápido con las cartas como con la Colt.

Por qué, a pesar de todos sus resguardos, Jesse no ve venir la traición allí donde visiblemente anida, es uno de los agujeros negros que se abren en medio del film, tanto como las verdaderas motivaciones de ese Mark Chapman avant la lettre que fue Bob Ford. Sin embargo, cierto reflejo previo al disparo final lleva a pensar al menor de los James como héroe trágico, capaz de ir en busca de su propia muerte. Esa condición preña la película entera, con sus paseos meditabundos, largos planos de prados, atardeceres y caminos y el manierismo de ciertos esfumados y consabidas nubes-que-viajan-rapidísimo. Con Roger Deakins (desde Barton Fink, fotógrafo de cabecera de los hermanos Coen) componiendo sobrios daguerrotipos de época, y una banda de sonido de Warren Ellis (miembro de The Bad Seeds) que abunda en amplios movimientos sinfónicos, habrá quien considere a este segundo film de Andrew Dominik solemne, pretencioso y lleno de pompa. Otros lo hallarán pleno de climas cadenciosos y paisajes interiores, casi hipnóticos. Lo más posible es que El asesinato de Jesse James sea un poco de ambas cosas, como suele suceder con ciertas obras líricas y ambiciosas.

7-EL ASESINATO DE JESSE JAMES POR EL COBARDE ROBERT FORD

(The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford) EE.UU., 2007.

Dirección y guión: Andrew Dominik, sobre novela de Ron Hansen.

Fotografía: Roger Deakins.

Música: Warren Ellis.

Intérpretes: Brad Pitt, Casey Affleck, Sam Rockwell, Paul Schneider, Jeremy Renner, Mary Louise Parker y Sam Shepard.

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Brad Pitt demuestra que, cuando quiere y lo dejan, puede ser muy buen actor.
 
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