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Martes, 15 de noviembre de 2005

PLASTICA › GERMAN GARGANO, EN LA GALERIA SYLVIA VESCO

En el principio era el color

 Por F. L.

Germán Gargano presenta una selección de obra de pequeño formato proveniente de varias series distintas, pintadas en diferentes momentos: hay obra reciente, pero también anterior.
Lo que primero se impone al visitante es el tratamiento del color por parte de Gargano. Tanto de la aplicación pura como de las combinaciones, el pintor se caracteriza por una paleta chirriante. Los motivos y figuras se disuelven en el color, transformado en pura forma, en pura gestualidad. La pintura de Gargano es un sistema inestable, caótico, barroco, en el que el pintor aplica la materia de un modo barroco y apasionado. Los elementos formales se suman en composiciones complejas donde se percibe la fuerza del trazo.
Cada cuadro es un conjunto de gestos, figuras y manchas que entran en combustión combinatoria, por sus formas, contrastes y luminosidad.
Puede decirse que en cada uno de sus trabajos el color estalla, aunque de manera diferente en cada caso. También hay cuadros en que la paleta es más baja, casi lúgubre.
El pintor también busca que cada obra sedimente su imagen a lo largo del tiempo. Entre la realización y la exhibición pasa un tiempo en que se juega el crecimiento, la continuidad, el proceso de considerar terminado un cuadro. En algunas obras el núcleo de la imagen se impone en un sector determinado; en otras, son varios los puntos de tensión, donde se juega el sentido del cuadro.
Los títulos, a su vez, remiten a los múltiples intereses del artista: la pintura, la literatura, la música, el cine. Así: en cada trabajo se lee su posible genealogía: Noche y niebla, Infierno, Orfeo, Polifonía, Sigfried, Réquiem, Sinfonía. En buena parte de los cuadros aparece de algún modo la fuente artística o temática.
“En mi obra –dice el pintor–, cuando pinto un Réquiem o cuando tomo elementos de cuadros célebres de la pintura religiosa, no se trata de misticismo ni de religión, tal vez sí de un sentido de religiosidad o, más apropiadamente, de espiritualidad, en el sentido de Kandinsky.”
Pero aunque su obra parezca narrativa, no necesariamente lo es. Porque el componente narrativo suele diluirse en el mismo efecto formal y pictórico. Los motivos figurativos a veces apenas se adivinan. Las formas proliferan como autogeneradas por trazos potentes, cargados de materia. Las técnicas varían de un trabajo al otro: pastel-óleo, gouache, técnica mixta, óleo.
La organización aparentemente caótica de la formas (hasta que el ojo del espectador logra recomponer la imagen) en algún caso –como en el cuadro Otro mundo– se transforma en una extraña geometría, rara en el pintor. Por tratarse de un trabajo literalmente fuera de serie, arroja algunas pistas sobre el modo de concebir la pintura por parte de Gargano, quien carga el gesto, extrema los constrastes (aunque lo hace naturalmente) y presenta un trazo denso e inestable, para obtener pinturas inquietantes, que incomodan.

(En la galería Sylvia Vesco, San Martín 522, 1º 4, hasta el 8 de diciembre.)

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